Hoy la liturgia nos habla de esas ocasiones en que nuestra impotencia ante situaciones que se dan en la vida, como cristianos nos debe llevar a clamar ¡Señor, atiéndeme!
El tiempo cuaresmal es una oportunidad sagrada dada por nuestro Padre para que, en una actitud de profunda conversión, de modo que nuestra vida se vaya transformando —por la acción del Espíritu Santo— en una vida más plena y madura.
La liturgia de hoy nos debe llevar a reflexionar sobre nuestros pecados y la misericordia de Dios para así transformar nuestra vida de tal modo que podamos dar un testimonio coherente con la vida de Jesús.
La liturgia de nos insta a transformar todos aquellos aspectos de nuestra vida que no reflejan la Luz del Señor, pues muchas veces a nuestra vivencia cristiana quizá le sobran palabras, pero le falta estupor.
Ser pueblo de Dios es estar incrustados en una historia, una historia de gracia, de elección, de promesa; pero sobre todo una historia de Amor que nos lleva a la perfección.
La liturgia de hoy nos confronta con nuestra realidad evasiva ante nuestras actitudes negativas, enmascarándolas como injustas y nos exhorta a vivir como verdaderos cristianos, buscando el perdón y perdonando cada vez que sea necesario.
La liturgia de hoy nos hace un llamado personal, al arrepentimiento y la conversión para seguir los pasos de Jesús y dejar una buena huella.
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Hoy la liturgia, nos indica la importancia que tiene aquello que sale de nuestra boca, es por eso, indispensable la oración como medio de relacionarme con nuestro Padre, para que el resultado sea cumplir con su misión.