https://youtu.be/OfAG4mHTiBs
- Is 55, 10-11
- Sal 33
- Mt 6, 7-15
“La Palabra que sale de mi boca no volverá a mí vacía”. La liturgia de hoy, nos urge a valorar el poder salvífico y reconciliador de la Palabra de Dios. La belleza poética del texto de la primera lectura, no endulza la contundencia de lo que expresa.
Reflexionemos en estas dos ideas:
- Lo que vivimos no vuelve a nosotros vacío, vamos dejando nuestros frutos. Somos responsables de nuestros actos y palabras, también de los proyectos y decisiones, así como de las consecuencias de todo ello. ¿Qué nos mueve, el amor, el egoísmo, el interés propio, el bien común?
- Por eso es importante que nos dejemos empapar, iluminar, guiar… que nuestros planes sean cada vez más los planes de Dios. Porque el plan del Señor es paz y es justicia, misericordia y vida, es bien para todos. Es el plan más fiable en el que poner toda nuestra esperanza y dejar que nos guíe.
Recordemos que como nos dice el Salmista, “el Señor escucha al hombre justo y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.”
Durante la Cuaresma, la Iglesia me pide profundizar en la oración. «La oración, el coloquio con Dios, es el bien más alto, porque constituye (…) una unión con Él» (San Juan Crisóstomo). Señor, necesito aprender a rezar y a sacar consecuencias concretas para mi vida. Sobre todo, para vivir la virtud de la caridad: la oración me da fuerzas para vivirla cada día mejor. Por esto, pido diariamente que me ayude a disculpar tanto las pequeñas molestias de los otros, como perdonar las palabras y actitudes ofensivas y, sobre todo, a no tener rencores, y así podré decirle sinceramente que perdono de todo corazón a mis deudores. Lo podré conseguir porque me ayudará en todo momento la Madre de Dios.
El Padrenuestro es la oración que Jesús mismo nos ha enseñado, y es un resumen de la vida cristiana. Cada vez que rezo al Padre nuestro me dejo llevar de su mano y le pido aquello que necesito cada día para llegar a ser mejor hijo de Dios. Necesito no solamente el pan material, sino —sobre todo— el Pan del Cielo. «Pidamos que nunca nos falte el Pan de la Eucaristía». También aprender a perdonar y ser perdonados: «Para poder recibir el perdón que Dios nos ofrece, dirijámonos al Padre que nos ama», dicen las fórmulas introductorias al Padrenuestro de la Misa.
Nos explica el Papa Francisco que “aquí está la matriz de toda oración cristiana, —diría de toda oración humana— que está siempre hecha, por un lado, de la contemplación de Dios, de su misterio, de su belleza y bondad, y, por el otro, de sincera y valiente petición de lo que necesitamos para vivir, y vivir bien. Tenemos una certeza: Dios me ama; Jesús ha dado la vida por mí. El Espíritu está dentro de mí. Y esta es la gran cosa cierta…
…Después de haber conocido a Jesús y de escuchar su predicación, el cristiano ya no considera a Dios como un tirano a quien temer, no le tiene miedo, sino que siente que su confianza en él florece: puede hablar al Creador llamándolo “Padre”. La expresión es tan importante para los cristianos que a menudo se ha mantenido intacta en su forma original: “Abba”.
Decir “Abba” es algo mucho más íntimo, más conmovedor que llamar a Dios “Padre” simplemente. Por eso alguno ha propuesto que se tradujese esta palabra original aramea Abba con “Papá”. En vez de decir, “Padre nuestro”, decir “Papá”. Nosotros seguimos diciendo “Padre nuestro”, pero con el corazón estamos invitados a decir “Papá”, a tener una relación con Dios como la de un niño con su papá, que lo llama “papá”.”
Jesús —que es el Hijo de Dios— me enseña a comportarme como un hijo de Dios. Un primer aspecto es el de la confianza cuando hablo con Él. Pero el Señor nos advierte: «No charléis mucho» (Mt 6,7). Y es que los hijos, cuando hablan con sus padres, no lo hacen con razonamientos complicados, ni diciendo muchas palabras, sino que con sencillez piden todo aquello que necesitan. Siempre tengo la confianza de ser escuchado porque Dios —que es Padre— me ama y me escucha. De hecho, orar no es informar a Dios, sino pedirle todo lo que necesito, ya que «vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo» (Mt 6,8). No seré buen cristiano si no hago oración, como no puede ser buen hijo quien no habla habitualmente con sus padres.
Vuelvo a recordarles la Palabra de Vida de este mes: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Nos explica Leticia Magri que en una primera lectura, las palabras de esta frase nos comprometen: ¿podemos pedirle a Dios que borre nuestras deudas, como sugiere el texto griego, del mismo modo que nosotros somos capaces de hacerlo con quienes tienen alguna falta respecto a nosotros? Nuestra capacidad de perdón es siempre limitada, superficial, condicional.
Si Dios nos tratase según nuestra medida, ¡sería una condena en toda regla!
Sin embargo, son palabras importantes que expresan ante todo la conciencia de que necesitamos el perdón de Dios.
Y ante todo, debemos entender que el perdón no es un sentimiento, sino un acto de la voluntad. Cuando una persona nos ofende, se crea en nosotros un “sentimiento” (generalmente de resentimiento, pudiendo incluso llegar al odio) del cual, de manera ordinaria, no podemos tener control, pues responde a una acción que toca un área “espiritual” (lo mismo podemos decir del amor, la envidia y otros).
Este sentimiento se incrementará con la repetición de acciones semejantes a las que lo crearon y/o reaccionando de acuerdo con el “impulso” natural de este sentimiento (en este caso, sería la agresión); en cambio, disminuirá, pudiendo llegar a desaparecer, con una respuesta contraria a la que el sentimiento genera. Perdonar es la decisión que el hombre toma de no reaccionar conforme al sentimiento, sino por el contrario, buscar la acción que pueda ayudar a que éste desaparezca, como puede ser una sonrisa, el servicio, la cortesía.
Por ello, el perdón exige renuncia, renuncia a nosotros mismos, a nuestro afán de venganza, a actuar conforme a nuestra pasión. En pocas palabras, perdonar es devolver bien a cambio de mal. Sólo si nosotros perdonamos, tendremos también el perdón de Dios, y más aún: experimentaremos la verdadera alegría de amar. No es fácil, pero todo es posible con la gracia de Dios.
Bibloigrafía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- Evangelio de hoy -Pilodorasde Fe.com
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.focolare.org/espana/es/news/2022/02/27/marzo-2022/
- https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy.html
Palabra de Vida Mes de Marzo 2022
«Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mc 6, 12) https://www.focolare.org/espana/es/news/2022/02/27/marzo-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.