https://youtu.be/Lp2TyB-4M20
- Jer 18 18-20
- Sal 20
- Mt 20, 17-28
Hoy la liturgia nos habla de esas ocasiones en que nuestra impotencia ante situaciones que se dan en la vida, como cristianos nos debe llevar a clamar ¡Señor, atiéndeme!
Hay ocasiones en nuestra vida en las que sentimos que todo se derrumba a nuestro alrededor; nuestra salud se debilita, nuestros negocios no van bien, la economía se viene abajo, problemas con la familia o con la comunidad.
Acabemos de leer como Jeremías no acaba de entender cómo se paga el bien con el mal, como se paga el bien que les ha hecho entregándoles el tesoro de las palabras de su Señor, con el mal, buscando su muerte, después que él intercedió ante el Señor para que les perdonara y apartara de ellos su enojo.
Es precisamente en estos momentos en los que el ser cristiano se debe poner totalmente de manifiesto; entonces cuando te sientas atribulado y no encuentres solución para tus problemas, no trates de resolverlos solo, clama a Dios como el profeta: “Señor, atiéndeme”. Serás entonces testigo del poder y de la infinita misericordia de Dios.
Hoy la Iglesia —inspirada por el Espíritu Santo— nos propone en este tiempo de Cuaresma un texto en el que Jesús plantea a sus discípulos —y, por lo tanto, también a nosotros— un cambio de mentalidad. Jesús hoy voltea las visiones humanas y terrenales de sus discípulos y les abre un nuevo horizonte de comprensión sobre cuál ha de ser el estilo de vida de sus seguidores.
Nuestras inclinaciones naturales nos mueven al deseo de dominar las cosas y a las personas, mandar y dar órdenes, que se haga lo que a nosotros nos gusta, que la gente nos reconozca un status, una posición. Pues bien, el camino que Jesús nos propone es el opuesto: «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo» (Mt 20,26-27). “Servidor”, “esclavo”: ¡no podemos quedarnos en el enunciado de las palabras!; las hemos escuchado cientos de veces, hemos de ser capaces de entrar en contacto con la realidad que significan, y confrontar dicha realidad con nuestras actitudes y comportamientos.
“Jesús, nos explica el Papa Francisco, sabe que Santiago y Juan están animados por un gran entusiasmo por Él y por la causa del Reino, pero sabe también que sus expectativas y su celo están contaminados por el espíritu del mundo. Como diciendo: ahora seguidme y aprended el camino del amor «con pérdida», y el Padre celestial se hará cargo del premio. El camino del amor es siempre «con pérdida», porque amar significa dejar a parte el egoísmo, la autorreferencialidad, para servir a los demás. El camino del servicio es el antídoto más eficaz contra la enfermedad de la búsqueda de los primeros puestos.”
Entonces hoy podemos meditar en cómo, en algunos casos, la condena de Cristo procede del egoísmo. Sabemos que, al pecar, le enviamos a la muerte; y no, no odiamos a Cristo, pero preferimos nuestro pecado, aunque ello conlleve su condena… ¿Qué resulta peor, aquel odio, o este rastrero egoísmo?
“Acuérdate de cómo estuve en tu presencia, intercediendo en su favor, para apartar de ellos tu enojo” … “El Hijo el Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate por muchos”. Y el injustamente condenado, el que es azotado, escupido, abofeteado, humillado, cosido a latigazos sin piedad y sin piedad clavado en una Cruz, se ofrece como Víctima por sus verdugos: por quienes le odian, y también por quienes, rendidos a su egoísmo, no quieren mirarle mientras le azotan.
Es el abismo del Amor oblativo, del Amor sacerdotal con que Cristo Jesús ama incomprensiblemente, locamente, a cada alma; a la mía, a la tuya … y a quienes con nuestros pecados destrozamos su Corazón abierto…
Y es que seamos totalmente honestos, ser servidor, ser esclavo, tal y como nos lo pide Jesús es imposible para nosotros. Queda fuera del alcance de nuestra pobre voluntad: hemos de implorar, como el Salmista: “sálvanos Señor por tu Misericordia…porque tu eres mi amparo. En tus manos encomiendo mi espíritu, y tu, mi Dios leal, me librarás” y entonces esperar y desear intensamente que se nos concedan esos dones.
Qué diferente sería nuestra vida, si al ver que uno de nuestros hermanos recibe una bendición, nos alegráramos con él. Seguramente que nuestra vida estaría llena de paz y felicidad. Cambia tu actitud y “verás qué bueno es el Señor”.
La Cuaresma y sus prácticas cuaresmales —ayuno, limosna y oración— nos recuerdan que para recibir esos dones nos debemos disponer adecuadamente.
Bibliografía:
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/03/16/ser-abrazados-por-el-amor/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy.html
- Folleto La Misa de Cada Día.
Palabra de Vida Mes de Marzo 2022
«Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mc 6, 12) https://www.focolare.org/espana/es/news/2022/02/27/marzo-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.