Categoría: Liturgias Diarias

Dios a veces se nos manifiesta en un “susurro”, en una tenue brisa. Nos pide tener un corazón limpio para ello es necesario hacer examen cincuenta, meditar la Palabra de Dios y practicar asiduamente los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristia.

La fe y el dinamismo evangelizador de Bernabé, definitivamente nos debe llevar a la Santidad y esta no se trata de cumplir reglas y con eso estar tranquilos, se trata de tener esa relación con Dios Uno y Trino, donde prevalece el AMOR, y ese amor sea el que esta presente en mi relación con los hermanos, entonces si hemos hecho algo injusto, dicho, herido, defraudado a alguien, si hemos dejado alguien con rencores de nuestra persona, tener como prioridad el pedir perdón por esa queja que tiene contra mi.

La liturgia de hoy nos invita a darle plenitud a la Ley de Dios y a disponernos a dejar las comparaciones que nos llevan a la indecisión, más bien decidir al cumplimiento del gran mandamiento: amar a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo.

Este tiempo que vivimos, tiempo de incertidumbre, de incredulidad, de mundanead, es tiempo de seguir confiando en Dios. Más allá de los interrogantes que todo ello nos sugiere, Dios sigue obrando entre nosotros. Hoy el Señor nos recuerda que somo sal de la tierra y lu del mundo, entonces podemos silenciarnos, debemos anunciar a tiempo y a destiempo.

La liturgia de este día nos invita a reflexionar sobre nuestras luchas entre lo que nos invita el mundo y lo que nos indica el Señor como camino del verdadero creyente y evangelizador. 

La fiesta de la Santísima Trinidad nos hace contemplar el misterio de Dios que incesantemente crea, redime y santifica, siempre con amor y por amor, y a cada criatura que lo acoge le permite reflejar un rayo de su belleza, bondad y verdad”.

La liturgia de hoy nos da en la reflexión de la primera lectura, una ruta de vida para ser realmente cristianos. Ruta que culmina con la meditación del evangelio en la que el Señor nos muestra qué tipo de compromiso nos pide que asumamos.

La liturgia de hoy nos invita a permanecer firmes en lo que hemos aprendido y se nos ha confiado, pues los discipulos de Jesús siempre vamos a sufrir obstáculos, incomprensiones y persecuciones. Pero el Señor nos ha dejado la Palabra para fortalecernos y guiarnos para la misión que El nos ha encomendado.

Mediante el bautismo, todos hemos sido configurados con Cristo, como Profetas, Sacerdotes y Reyes. Nuestra vida es sacerdotal en la medida en que, unida a la suya, se convierte en una completa oblación al Padre.