En la liturgia de hoy, el Señor nos exhorta, a ser prudentes, humildes e inclusivos. El Señor nos invita a pensar en el otro y dejarnos llevar por el amor fraterno.
La liturgia de hoy nos indica que cualquier día es propicio para ayudar a levantar la dignidad de un ser humano. Ser capaces de vivir según las exigencias y el horizonte del Reino por Él predicado.
Hoy la liturgia nos recuerda la dignidad que nos fue dada por el Bautismo, ser hijos de Dios. Y como para que esta gracia de frutos debemos estar injertados en la vida de Dios y para ello dedicar unos momentos a la oración y otros a la acción.
Hoy la liturgia nos presenta textos que animan a la paciencia y la segura esperanza; parábolas que se refieren al Reino de Dios y a la Iglesia, y que se aplican también al crecimiento de este mismo Reino en cada uno de nosotros.
Hoy vamos a tener una experiencia grandiosa al subir la montaña de nuestras heridas y desde la cumbre poder contemplar la grandiosidad de la obra que Dios esta realizando en nuestra vida interior.
¿Quién podrá entrar en el recinto santo? Es la base de nuestra reflexión de hoy. Jesús confía en nosotros en nuestra transformación, pero solos no podemos, debemos dejar que el Espíritu de Dios obre en nuestras vidas.