Categoría: Liturgias Diarias

Ante la inminente llegada de Jesús, ¿nos sentimos movidos por el Espíritu para mantener una espera ilusionada? O más bien ¿la rutina de que cada diciembre celebramos la Navidad, es otra fiesta más, en la que nos machacan con todo tipo de mensajes comerciales, para que todo se transforme en consumo? Tenemos que abrir nuestros corazones a la venida de Dios hecho hombre.

Dios es-en-ti, y desde tu corazón busca iluminar y salvar a toda la humanidad; les dará una señal para que ya no duden y confíen plenamente en él. Esta señal vendrá a convertirse precisamente en la llegada del Mesías y para esta misión escogió a Maria, la llena de gracia que vivió una vida hermosa. ¿Cuál era su secreto?

Cuál es entonces el mensaje?: Abrámonos al Espíritu de Dios. No podemos hacerlo solos. Es Él quien es capaz de hacer las cosas nuevas.
Esto, después de todo, es Navidad: “La novedad de Dios que rehace la creación, todas las cosas, de una manera más maravillosa”.

Con la llegada de Cristo se inauguró la vida en el amor y la justicia, cooperemos a la gracia para que esta sea una realidad creciente en nuestra vida, en nuestra familia y en nuestra comunidad.

En esa larga familia de Jesús, nos incluimos, de alguna forma, todos los que queremos seguir a Jesucristo. Una gran alegría llena de esperanza, Dios se hizo humano como nosotros. Es el misterio de un Dios que se humaniza para que el hombre se divinice. Un Dios que se compromete con el proyecto humano.

Ante la meditación de la primera lectura, podemos sacar la conclusión que debemos  tener los ojos  bien abiertos, como los de Balaán para que no nos domine el mal, para que hagamos el mayor bien posible, para alabar al Señor –aunque sea a través de la boca de un burro-.   Con el Salmo, le pedimos…

Tercer domingo de Adviento, domingo de la Alegría, seria hermoso que nos acerquemos al pesebre, besar al Niño Jesús, y decirle: «Jesús, yo quiero ser humilde como tú, humilde como Dios», y pedirle esta gracia.”

El evangelizador, el verdadero discípulo, sabe que las cruces forman parte de la vida, confirman así su misión profética y comparten la Cruz  del Señor

Yo, el Señor, tu Dios, te instruyo por tu bien, te marco el camino a seguir. Cuántas imágenes falsas de Dios nos fabricamos los hombres! Imágenes que no tienen nada que ver con nuestro verdadero Dios. El pueblo de Dios tiene una cierta alergia por los predicadores de la Palabra: a los profetas, los ha perseguido, los ha asesinado. Estos cristianos tristes no creen en el Espíritu Santo, no creen en aquella libertad que viene de la predicación, que te advierte, te enseña, te abofetea, también; pero que es precisamente la libertad que hace crecer a la Iglesia.