La liturgia de hoy nos mueve a reflexionar sobre nuestra fe y cómo está nos debe mover a la acogida del otro, a ser copartícipes de la sanación de su lepra.
No podemos pasarnos la vida cediendo el poder a alguien más, porque terminamos dependiendo de elecciones de otros, convertidos en marionetas de sus pensamientos y acciones.
El mundo espera una novedad hoy y siempre. Como lo esperaba en tiempos de Jesús. La Solemnidad del nacimiento Juan el Bautista, quien anunció esa novedad es una invitación para que nosotros los creyentes llevemos con alegría y luminosidad la novedad del evangelio.
No eres Tú, soy yo… ¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?…¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe?…
La liturgia de hoy nos presenta una falsa espiritualidad inclinada a permanecer callada. Y como el Señor nos hace una llamada a la autenticidad; a “ser” y no solo “parecer” discípulos de Cristo.
La liturgia de hoy nos confronta en si somos cristianos de etiqueta o de verdad. Y nos muestra que aunque el camino de ser cristianos de verdad no es fácil, Cristo nos muestra que este siempre debe pasar por la puerta estrecha.
En este mundo que ha perdido el centro de su gravedad, ¿Cómo descubro la Voluntad de Dios para mi vida? ¿Cómo se qué es lo que Dios quiere que haga en mi vida? ¿Cómo sé si estoy haciendo lo que Dios quiere?
La liturgia de hoy nos muestra como siguiendo la fe de Abrahán, seremos hombres y mujeres de fe, porque vemos con otros ojos. Ojos que se nos han regalado. Que el Señor nos dona.