?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.
https://youtu.be/1EBGgJi_Tfc
- Gen 12, 1-9
- Sal 32
- Mt 7, 1-5
¡Cuántas veces, comenta el texto de la primera lectura la Hna. Mariví Sánchez Urrutia, de la Congregación de Dominicas de La Anunciata; la palabra a Palabra de Dios nos habla de “Salir” “Dejar” “Ir” “se fue a otro lugar” en contraposición a “qué bien se está aquí, hagamos tres tiendas”!
En el texto de hoy, encontramos una palabra “sal” un hombre “Abraham” y una música de fondo capaz de poner en movimiento a Abraham, Fe-Confianza. Un hombre con una fe muy grande en el Ser que él experimenta como Creador y Dueño del universo. Y de su corazón sólo sale una respuesta que se refleja en una actitud: obediencia. Cree en una palabra-promesa casi imposible, seguro de que será bendito él y sus descendientes. Esta fe de Abraham, al igual que la nuestra, tuvo sus claroscuros pero se mantuvo fiel a una promesa. También a cada uno de nosotros, nosotras, nos dice hoy “SAL” sal de tu rutina, de tu egoísmo, de tus prejuicios, de tus miedos… sal y serás bendición para otros. Dios quiso formar un gran pueblo según su corazón y eligió a Abraham que responde con decisión y emprende el camino que Dios le indica. Dios también a cada uno de nosotros le ha encomendado una misión pendiente de nuestra respuesta a su palabra “Sal”
Hoy, comenzamos a leer la historia majestuosa de Abrahán. Él es nuestro padre en la fe, como nos enseña san Pablo (Rm 4) en uno de esos razonamientos rebosantes de enjundia con que llena sus epístolas. Su historia nos indicará caminos para que nosotros veamos claro. Hoy se nos muestran dos. Uno de ellos, en el comienzo del relato del que entonces todavía era Abrán. El segundo, en las palabras de Jesús en el evangelio de Mateo.
Hay que salir de nuestra tierra y de la casa de nuestro padre. El camino, por tanto, nos saca de nosotros mismos, de nuestras comodidades ordinarias y nos echa a la aventura. Buena aventura de bienaventuranza. Aventura de la vida. De una vida nueva. Distinta. Inesperada. Fuera de aquello a lo que nos habíamos acostumbrado y que se nos pegaba con suavidad a la piel. Nos invita a que salgamos de ese nosotros mismos para inventarnos otro. Mejor, para que él, el Señor, nos invente otro; haga de la nuestra una vida nueva. ¿Cómo, a mis años? Abrán no era un jovenzuelo, sino que estaba ya cargado de años. Esto es para que sepamos cómo ese camino nuevo se nos presenta ahora, a nuestra edad, la que tengamos. Hasta cambiará de nombre y se llamará Abrahán.
¿Cómo es eso?, ¿novedad en nuestra vida? Cuando la tenemos ya, quizá, tan arregladita. ¿Nuevas aventuras? Quiá, nos decimos. Yo ya tengo marcados mis caminos. Que nadie venga a revolverme mis seguridades tan establecidas, tan cálidas. ¿Echarme a los caminos, como si fuera un turista, quizá turista de lo espiritual? Puede ser, pero veremos qué resulta. Porque el Señor nos pone delante un camino de fe. De hombres de fe. De mujeres de fe. De ancianos de fe. De muchachos de fe. Es un camino de internalidades, que ha de mostrar sus consecuencias en las externalidades de nuestra vida. A lo mejor estas no son, en apariencia, muy importantes. Apenas visibles. Camino de fe que te lleva a ver mejor, a tener un trato más consecuente con tu prójimo. A no juzgarle con tanta rapidez y rotundidad: tienes una mota en tu ojo. Camino de fe que me hace ver la viga que tengo yo en el mío. Camino de fe que remueve mis entrañas y me hace ver con justicia la relación que tengo con el prójimo y conmigo mismo. Para ello no hay que echarse por senderos turísticos de montaña. No hay que irse a horizontes lejanos donde tocan extraños tambores. Es un camino de fe para ver las pequeñas realidades de nuestra vida; de la manera en que las expresamos.
Somos, siguiendo a Abrahán, hombres y mujeres de fe, porque vemos con otros ojos. Ojos que se nos han regalado. Que el Señor nos dona. Para que veamos la realidad de nuestra vida. Para que vivamos la gran aventura de juzgar de la manera misericordiosa en que nosotros seremos juzgados. Unos ojos, pues, que ven otro mundo, otros colores. Que viven de otras sensaciones. Porque, también ellos, ojos de fe.
Así, se nos abre delante un mundo nuevo. Una tierra nueva y un cielo nuevo. Por eso, abiertos nuestros ojos de fe, podremos cantar con el salmo la dicha de que es el Señor quien nos ha elegido como su pueblo, como su heredad. Nuestros ojos, ahora, verán con mirada de Dios.
Y el Papa Francisco al comentar el evangelio de hoy nos indica: “La corrección fraterna es un acto para curar el cuerpo de la Iglesia. Hay un agujero, ahí, en el tejido de la Iglesia que es necesario coser de nuevo… Si no eres capaz de hacerlo con amor, con caridad, en la verdad y con humildad, se comete una ofensa, una destrucción del corazón de la persona, se hace un chismorreo más, que hiere y te convierte en un ciego hipócrita, como dice Jesús. ‘Hipócrita; quita primero la viga de tu ojo…’ ¡Hipócrita! Reconoce que eres más pecador que el otro, pero que tú, como hermano debes ayudara corregir al otro.”
Palabra de Vida Mes de Junio 2021
““No son los que me dicen: ‘Señor, Señor’, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mateo 7, 21) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida
Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:
"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.