https://youtu.be/Y_Jdc0kqqRU
- Is 50, 4-7
- Sal 21
- Flp 2, 6-11
- Lc 22, 14-23, 56
Esta celebración, es la mezcla de elementos triunfantes y dolorosos que se fueron gestando en la historia de la Salvación del ser humano que debería acelerarse nuestro corazón, secarse nuestra boca, y contener la respiración ante el misterio para poder escuchar atentamente el grito desde la eternidad de Dios nuestro Padre en su Hijo entregado, sin embargo, es tan fácil distraerse que casi da miedo perdernos de este Misterio del que depende totalmente nuestro pasado, presente, futuro.
Y es que hoy estamos invitados a aclamar con nuestros Ramos cuando llegue a Jerusalén; y durante la semana, seguirlo en Jerusalén y caminar por sus calles alambicadas, unirnos al grupo de gente que va con Jesús, dormir y comer en Betania, pasar el día en Jerusalén, escuchar con atención lo que dice Jesús, contemplar lo que hace…
Ir con Él queriendo vivir esta semana como Él la vivió: anclado en Dios. Así, cada detalle de lo que ocurre en esta semana contiene en sí un retazo de este anclaje y está saturado del misterio de la muerte y del misterio de la vida. Nada queda fuera de este esquema ni tan siquiera el propio Jesús.
En el Domingo de Ramos, la liturgia nos propone dos momentos importantes: al inicio de la Eucaristía en la que se revive la entrada bulliciosa, con cantos, con alegría, con fiestas, con vivas y oles de Jesús en Jerusalén. Es importante leer este pasaje porque el Evangelio es su continuación y segundo momento importante de este domingo de Ramos.
La primera lectura tomada del libro profeta Isaías tiene ciertamente el objetivo de mostrar que lo que anunció el profeta Isaías en el s.V a.C. tuvo su cumplimiento en Jesús. Estas palabras tal y como las leemos nosotros, las leyó Jesús. Estas mismas palabras fueron luz para Jesús para comprender su propia misión esencial. Jesús asumió que su misión era llevar a plenitud estas palabras del profeta Isaías.
El Salmo compara el regresos des destierro con un condenado a muerte que vuelve a la vida. Es la plegaria de quien sabe que Dios no le abandonara nunca.
La segunda lectura contiene una de las primeras descripciones de la persona de Jesús como Dios. El problema para los primeros cristianos se encontraba en reconocer en Jesús al mismo Dios puesto que lo conocieron en la carne, es decir, vivieron con él; lo escucharon hablar no sólo de lo divino sino también de lo humano; lo vieron reírse de las cosas cotidianas de la vida, lo vieron enfadarse, lo vieron serio, lo vieron preocupado, lo vieron enfermo… Los primeros cristianos conocieron su finitud y, por consiguiente, era prácticamente imposible reconocer al Infinito en aquella finitud tan evidente.
Cuando Pablo escuchó por primera vez este cántico, que hoy leemos, de los labios de los que conocieron a Jesús, describiendo precisamente la persona de Jesús, quedó ciertamente tocado interiormente. Aquel himno entró en la persona de Pablo, lo arrebato
Una vez que uno reconoce en Jesús a propio Dios, uno se da cuenta de que en las palabras de Jesús es Dios quien habla; en las acciones de Jesús es Dios quien actúa. Y cuando nos damos cuenta que podemos escuchar, ver, imaginar, recrear a Dios por medio de Jesús, entonces con Pablo quedamos maravillado porque sabemos que hemos sido transformados, también nosotros, por como afirma el Papa Francisco, “un Rey que, con su palabra, con su ejemplo y con su vida inmolada en la Cruz, nos ha salvado de la muerte, e indica —este rey— el camino al hombre perdido, da luz nueva a nuestra existencia marcada por la duda, por el miedo y por la prueba de cada día. Pero no debemos olvidar que el reino de Jesús no es de este mundo. Él dará un sentido nuevo a nuestra vida, en ocasiones sometida a dura prueba también por nuestros errores y nuestros pecados, solamente con la condición de que nosotros no sigamos las lógicas del mundo y de sus reyes.”
Jesús, como hemos leído en el texto de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, llega a Jerusalén como rey mesiánico, humilde y pacífico, en actitud de servicio y no como un rey temporal que usa y abusa de su poder. La cruz es el trono desde donde reina (no le falta la corona real), amando y perdonando. En efecto, el Evangelio de Lucas se puede resumir diciendo que revela el amor de Jesús manifestado en la misericordia y el perdón.
Este perdón y esta misericordia se muestran durante toda la vida de Jesús, pero de una manera eminente se hacen sentir cuando Jesús es clavado en la cruz. ¡Qué significativas resultan las tres palabras que, desde la cruz, escuchamos hoy de los labios de Jesús!:
—Él ama y perdona incluso a sus verdugos: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
—Al ladrón de su derecha, que le pide un recuerdo en el Reino, también lo perdona y lo salva: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).
—Jesús perdona y ama sobre todo en el momento supremo de su entrega, cuando exclama: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).
Ésta es la última lección del Maestro desde la cruz: la misericordia y el perdón, frutos del amor. ¡A nosotros nos cuesta tanto perdonar! Pero si hacemos la experiencia del amor de Jesús que nos excusa, nos perdona y nos salva, no nos costará tanto mirar a todos con una ternura que perdona con amor, y absuelve sin mezquindad.
Bibliografia:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- https://oracionyliturgia.archidmadrid.org/2022/04/10/contemplando-la-pasion/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/
- https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy.html
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Abril 2022
“ Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.” (Marcos 16, 15) https://ciudadnueva.com.ar/abril-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.