Comienzo con las palabras de Monseñor Javier Román para fin de año: “¿Cómo estuvo tu 2021?, ¿cómo te sentiste?, hace cuánto tiempo no te detenias a observar tu vida? ¿En que te equivocaste? ¿Por qué pasó tal situación?, ¿viste la mano de Dios en este año que culmina? ¿Hablaste con Èl Señor?
Cada Año Nuevo, me atrevo asegurar que todos estamos de acuerdo en esto, está acompañado de un lista de propósitos; buenas intenciones que pretendemos cumplir a lo largo del nuevo año para mejorar nuestra vida y ser mejores personas.
De dónde surge esta tradición?
Hace 4 mil años, en Babilonia se celebraba el año nuevo con un festival de 11 días en marzo. La gente solía hacer promesas a los dioses con la esperanza de ganar su buen favor y recibir bendiciones en el año entrante. En 1582, el papa Gregorio XIII marcó el 1 de enero como el inicio del año nuevo, de acuerdo con el calendario gregoriano vigente hasta la fecha. Sin embargo, la tradición de hacer resoluciones ha persistido.
De acuerdo con un estudio llevado a cabo por el psicólogo inglés Richard Wiseman, de la Universidad de Hertfordshire, el 52% de las personas entrevistadas se sienten seguras de cumplir sus resoluciones, pero únicamente el 12% realmente las logran.
Algunas de las reacciones son:
Evitación: El mecanismo de defensa de la evitación. El sujeto ha aprendido a huir de todas aquellas situaciones que le activan su patrón caracterizado por un fuerte malestar emocional. A este mecanismo de defensa los psicólogos le denominan evitación.
Cuando se evita algo una sensación de alivio refuerza la respuesta de evitación y se justifica con alguna explicación razonable que de lógica a la respuesta.
Con la evitación se disuade enfrentar aquellas situaciones incomodas y sus posibles consecuencias de acción, aunque parezca una forma de no hacer nada, es una decisión.
Al contrario, afrontar las situaciones que se presentan, aunque resulten difíciles, te darán momentos de superación por el mero hecho de intentarlo, generando mayor sensación de confianza y seguridad en ti mismo.
Procrastinación
Procrastinar consiste en posponer deliberadamente tareas importantes pendientes, a pesar de tener la oportunidad de llevarlas a cabo (se tiene el tiempo y la ocasión). Puede afectar a acciones (p. ej terminar un trabajo pendiente), conductas (p. ej posponer el dejar de fumar o el hacer ejercicio) y/o a la toma de decisiones.
Los procrastinadores crónicos son conscientes de las consecuencias que comporta su tendencia a posponer: proyectos personales y profesionales estancados, recargos económicos, problemas de salud, oportunidades perdidas, excusas por inventar, disculpas por pedir… También tiene un elevado coste interno, que suele consistir en sentimientos de inadecuación, frustración, reacciones de ansiedad y baja autoestima. A pesar de conocer el precio a pagar, no logran ponerse “en marcha”.
Auto Sabotaje
En psicología autosabotaje es la tendencia que tenemos a sabotear y a obstaculizar por nosotros mismos la consecución de nuestras metas, objetivos y/o logros por medio de automanipulaciones inconscientes. El autosabotaje ocurre de manera inconsciente y suele darse en momentos cruciales de cambio y de toma importante de decisiones principalmente por el mismo miedo que siente la persona a los futuros cambios.
Momentos y situaciones que implican mucha responsabilidad o cuando la persona debe tomar una decisión importante que implicará sí o sí algún tipo de cambio en su vida.
Sentir cierto miedo y vértigo en determinados momentos en los que es posible que el cambio aparezca es totalmente normal y sería extraño no experimentarlo. La cosa cambia y se complica cuando este miedo y ciertos pensamientos irracionales nos bloquean, nos incapacitan, nos estancan, nos hacen retroceder y avanzar sin conseguir nada nuevo.
Y es que la diferencia fundamental entre las personas que se autosabotean y las que no lo hacen es que estos últimos controlan esos miedos y no se dejan llevar por ellos.
Resistencia
La resistencia al cambio es un mecanismo de defensa que se promueve a través del miedo. Ante el temor de perder lo que tengo, me retraigo, me aparto, me alejo e intento pasar desapercibido para no perder lo que de algún modo ya he ganado.
Lo que sucede en realidad es que nos resistimos a las posibles consecuencias negativas del cambio, pues tenemos miedo a lo desconocido. Como seres inteligentes, cada uno analiza el cambio y sus consecuencias en los diferentes aspectos que componen su vida.
Si con la evaluación encontramos que los costos (pérdidas de cualquier tipo: económicas, morales, de uso o costumbre, etc.), son mayores que los beneficios (ganancias de cualquier tipo), surge la resistencia al cambio.
Victimismo
La víctima, de uno u otro modo, siempre está salvaguardada de la crítica ajena. Además, cuenta con la compasión y la comprensión de muchos, haga lo que haga. De hecho, quien se atreve a cuestionar los actos de una supuesta víctima pasa por insensible o desalmado.
El victimismo es, por tanto en muchos casos, una estrategia que representa más beneficios que problemas.
Esta condición permite contar con una especie de inmunidad por la cual todo lo que dicen es verdad, todo lo que hacen es bien intencionado, todo lo que piensan es legítimo. Ahora bien, en más de un caso, ese victimismo calculado, consciente o inconscientemente, encubre un claro chantaje
Esto nos genera, Culpa.
Cuando hacemos o decimos algo que otros consideran como inaceptable se activa en nosotros esa necesidad profundamente arraigada de aprobación externa que nos enseñaron desde niños.
La culpa puede por tanto definirse como esa incómoda sensación que se experimenta cuando se hace algo que sabemos dará lugar a la desaprobación de los que nos importan.
Es un subproducto de nuestras acciones en conflicto, ya sea con un código interno o con la moral impuesta externamente. El resultado de este conflicto se traduce en sentimientos de culpa.
Miedo a la Desaprobación
El miedo a la desaprobación o a decepcionar a quien amamos nos puede romper por la mitad en el momento menos pensado.
Para solucionar psicológicamente estos obstáculos, Limites
La trampa de la complacencia es una pendiente altamente resbaladiza en la que podemos caer de vez en cuando. Lo hacemos a menudo por un sentido básico de supervivencia: sin nos ajustamos a lo que otros esperan de nosotros tendremos su aceptación y por tanto nos sentiremos integrados. Y la integración, formar parte de un grupo social, ha sido para el ser humano a lo largo del tiempo algo esencial.
Todo ello es cierto, pero hay límites, hay alambradas que es necesario no sobrepasar. Ser camaleones sociales y dominar el arte de decir lo que los demás quieren escuchar doblega la identidad. Aparentar lo que otros quieren ver, retuerce nuestra dignidad y nos aboca a un sufrimiento silencioso en el que descuidarnos hasta límites patológicos y altamente peligrosos.
Tener objetivos que perseguir en el día a día es lo que nos hace movernos, y fijarse metas y luchar por ellas está íntimamente relacionado con el bienestar y la salud mental
Los objetivos son importantes no solo para nuestro bienestar emocional y desarrollo personal, sino que fijar objetivos contribuye positivamente a otras áreas de nuestra vida.
Para ser exitoso, recomienda escoger metas específicas, escribirlas y compartirlas con más gente, planear el tiempo que tardarán en cumplirse e ir monitoreando el progreso.
A continuación expondremos 10 consejos que te pueden ayudar:
1. Encuentra un objetivo realista pero desafiante
Los objetivos deben ser realistas porque de lo contrario pueden provocarnos una tremenda frustración. Por tanto, hay que conocer y analizar los recursos de los que se dispone a la hora de alcanzar la meta.
Ahora bien, los objetivos que nos fijamos deben ser desafiantes y deben suponer un reto para de esta manera mantenernos siempre motivados. Esto es posible conseguirlo a través de un proceso activo de pensamiento, es decir, gracias a la autorreflexión.
2. Impregna tu objetivo de emociones positivas
Cuando ya tengas tus objetivos en mente, haz una lista de las cosas positivas que obtendrás al alcanzarlos. Piensa en esas cosas que te motivan de la meta o cómo te sentirás cuando lo logres. Recordártelo a diario te va a ayudar a superar los momentos difíciles, que siempre los hay.
Por otro lado, algunas personas disfrutan recordando frases motivadoras.
3. Crea una representación visual de la escena
Además del punto anterior, también puedes crear una imagen visual del proceso y el resultado.
Esto te motivará para seguir adelante cada vez que lo veas.
4. Compártelo.
Es importante compartirlo con personas que te puedan ayudar en el cumplimento de tus objetivos.
5. Ten paciencia
Ahora es el momento de tener paciencia y seguir luchando. Puede que no todo salga como has deseado a la primera, pero debes seguir peleando por eso que tanto deseas. Una de las claves del éxito es levantarte tantas veces como te has caído. En los momentos malos, piensa que es normal que no todo salga a la perfección.
6. Desglosa tus metas
Muchas personas abandonan sus objetivos porque sus metas son demasiado altas. Por eso, es importante desglosar los objetivos en metas a corto, medio y largo plazo. Esto es clave para una correcta planificación y, además, las metas a corto y medio plazo pueden darte un extra de motivación y autoconfianza para seguir adelante y lograr el objetivo final.
7. Ponle fecha
Y claro, cuando ya has planificado el camino a seguir para conseguir las metas tanto a corto, medio o largo plazo, es momento de ponerles fecha. De esta manera te exigirás más a la hora de lograrlo, te servirá de feedback y te ayudará a seguir al pie del cañón.
8. Plásmalo en papel
Tener la idea en la cabeza de lo que quieres puede no ser suficiente para lograr tus objetivos. Ahora bien, aunque crear una representación visual de la escena puede ser muy útil, es mucho mejor si, además, lo plasmas todo en papel. De esta manera puedes desglosar las metas y seguir el calendario que has planificado.
9. Tómate 10 minutos cada día para recordarte lo increíble que será lograr tus metas
Ahora que ya tienes la escena visual y lo has plasmado todo en papel. Utiliza 10 minutos de tu día para recordarte lo que quieres y los pequeños logros que has ido consiguiendo con el tiempo. De esta manera estarás más cerca de conseguirlo.
10. Lleva a cabo una acción diaria
Esta bien recordarte cada día lo que quieres lograr, pero sin pasar de las ideas a la acción difícilmente lo lograrás. Para ello, márcate diariamente pequeños pasos para lograrlo y cúmplelos. Así alcanzarás tus metas antes de lo que crees.
Sin embargo dice un mensaje: Un año se va, otro viene pero como nos enseña el Salmo 36, la Misericordia de Dios para tu vida es para siempre.
También nos dice Monseñor en el mencionado comentario nos dice que el desafío es cómo comenzar a decir no a todo aquello que nos aparta de su amor. Solo con Dios es posible mantenerse con el ánimo de seguir adelante, de superar cada prueba, cada obstáculo, aprender en la vida a purificarnos, a retirar de nosotros lo que no sirve, lo que es excedente y quedarnos con lo esencial.
El Señor nos llama a mirar el pasado con gratitud, el presente con pasión y el futuro con esperanza.
Podremos entonces proponernos en este 2022 convertirnos en adoradores. «Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo», nos dice la Palabra de Vida de este mes que la estrella que apareció en el cielo de Judea constituye un signo de esperanza largamente esperado, es un don, un signo de la presencia amorosa de Dios para toda la humanidad. […] Los Magos nos revelan la unidad de todos los pueblos deseada por Dios. La estrella que resplandece para los Magos es para todos, encendida ante todo en lo profundo de la conciencia que se deja iluminar por el amor.
Honrar a Dios es fundamental para reconocernos ante Él tal como somos: pequeños, frágiles, siempre necesitados de perdón y misericordia y, por ello, sinceramente dispuestos a la misma actitud para con los demás. Este honor, debido solo a Dios, se expresa plenamente en la adoración.
¿Qué significa “adorar” a Dios? Es una actitud que se dirige solo a Él. Adorar significa decirle a Dios: “Tú eres todo”, es decir: “Eres el que es”; y yo tengo el inmenso privilegio de vivir para reconocerlo. […] significa también […]: “Yo soy nada”. Y no decirlo solo con palabras. Para adorar a Dios hace falta anu-larnos nosotros y hacer que triunfe Él en nosotros y en el mundo. […]
Para anular nuestra voluntad no tenemos más que cumplir su voluntad, que se nos indica en el momento presente. Para anular nuestros afectos desordenados basta con tener en el corazón el amor a Él y amar a nuestros prójimos compartiendo sus ansias, sus penas, sus problemas, sus alegrías. Si somos “amor” siempre, sin que nos demos cuenta seremos nada por nosotros mismos. Y viviendo nuestra nada, afirmamos con la vida la superioridad de Dios, que Él es todo, y así nos abrimos a adorar verdaderamente a Dios»
Ser adoradores del Señor, como los tres Reyes Magos, como veíamos en la liturgia del domingo, Fiesta de la Epifanía, conlleva tres actitudes: “levantar la vista”, “ponerse en camino” y “ver”, nos explica el Papa Francisco: la primera: «Levanta la vista en torno, mira» (Is 60,4). Es una invitación a dejar de lado el cansancio y las quejas, a salir de las limitaciones de una perspectiva estrecha, a liberarse de la dictadura del propio yo, siempre inclinado a replegarse sobre sí mismo y sus propias preocupaciones. Para adorar al Señor es necesario ante todo “levantar la vista”, es decir, no dejarse atrapar por los fantasmas interiores que apagan la esperanza, y no hacer de los problemas y las dificultades el centro de nuestra existencia. Eso no significa que neguemos la realidad, fingiendo o creyendo que todo está bien. No. Se trata más bien de mirar de un modo nuevo los problemas y las angustias, sabiendo que el Señor conoce nuestras situaciones difíciles, escucha atentamente nuestras súplicas y no es indiferente a las lágrimas que derramamos.
Esta mirada que, a pesar de las vicisitudes de la vida, permanece confiada en el Señor, genera la gratitud filial. Cuando esto sucede, el corazón se abre a la adoración.
Se trata de la adoración del discípulo que ha descubierto en Dios una alegría nueva, una alegría distinta. La del mundo se basa en la posesión de bienes, en el éxito y en otras cosas por el estilo, siempre con el “yo” al centro. La alegría del discípulo de Cristo, en cambio, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, cuyas promesas nunca fallan, a pesar de las situaciones de crisis en las que podamos encontrarnos. Y es ahí, entonces, que la gratitud filial y la alegría suscitan el anhelo de adorar al Señor, que es fiel y nunca nos deja solos.
La segunda es ponerse en camino. Antes de poder adorar al Niño nacido en Belén, los magos tuvieron que hacer un largo viaje. Escribe Mateo: «Unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”» (Mt 2,1-2). El viaje implica siempre una trasformación, un cambio. Después del viaje ya no somos como antes. En el que ha realizado un camino siempre hay algo nuevo: sus conocimientos se han ampliado, ha visto personas y cosas nuevas, ha experimentado el fortalecimiento de su voluntad al enfrentar las dificultades y los riesgos del trayecto. No se llega a adorar al Señor sin pasar antes a través de la maduración interior que nos da el ponernos en camino.
Con el paso del tiempo, las pruebas y las fatigas de la vida —vividas en la fe— contribuyen a purificar el corazón, a hacerlo más humilde y por tanto más dispuesto a abrirse a Dios. También los pecados, también la conciencia de ser pecadores, de descubrir cosas muy feas. “Sí, pero yo hice esto… cometí…” Si aceptas esto con fe y con arrepentimiento, con contrición, te ayudará a crecer. Dice Pablo que todo, todo, ayuda al crecimiento espiritual, al encuentro con Jesús; también los pecados, también. Y añade santo Tomás “Etiam mortalia”, aún los pecados más feos, los peores. Si tú lo afrontas con arrepentimiento, te ayudará en este viaje hacia el encuentro con el Señor y a adorarlo mejor.
Como los magos, también nosotros debemos dejarnos instruir por el camino de la vida, marcado por las inevitables dificultades del viaje. No permitamos que los cansancios, las caídas y los fracasos nos empujen hacia el desaliento. Por el contrario, reconociéndolos con humildad, nos deben servir para avanzar hacia el Señor Jesús. La vida no es una demostración de habilidades, sino un viaje hacia Aquel que nos ama. No tenemos que andar enseñando en cada momento de la vida nuestra credencial de virtudes. Con humildad, debemos dirigirnos hacia el Señor. Mirando al Señor, encontraremos la fuerza para seguir adelante con alegría renovada.
Y llegamos a la tercera expresión: ver. Levantar la vista, ponerse en camino, ver. El evangelista escribe: «Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» (Mt 2,11). La adoración era el homenaje reservado a los soberanos, a los grandes dignatarios. Los magos, en efecto, adoraron a Aquel que sabían que era el rey de los judíos (cf. Mt 2,2). Pero, de hecho, ¿qué fue lo que vieron? Vieron a un niño pobre con su madre. Y sin embargo estos sabios, llegados desde países lejanos, supieron trascender aquella escena tan humilde y corriente, reconociendo en aquel Niño la presencia de un soberano. Es decir, fueron capaces de “ver” más allá de la apariencia. Arrodillándose ante el Niño nacido en Belén, expresaron una adoración que era sobre todo interior: abrir los cofres que llevaban como regalo fue signo del ofrecimiento de sus corazones.
Para adorar al Señor es necesario “ver” más allá del velo de lo visible, que frecuentemente se revela engañoso. Herodes y los notables de Jerusalén representan la mundanidad, perennemente esclava de la apariencia. Ven pero no saben mirar ―no digo que no crean, sería demasiado― pero no saben mirar porque su capacidad es esclava de la apariencia y en busca de entretenimiento. La mundanidad sólo da valor a las cosas sensacionales, a las cosas que llaman la atención de la masa. En cambio, en los magos vemos una actitud distinta, que podríamos definir como realismo teologal ―una palabra demasiado “alta”, pero podemos decir así, un realismo teologal―. Este percibe con objetividad la realidad de las cosas, llegando finalmente a la comprensión de que Dios se aparta de cualquier ostentación. El Señor está en la humildad, el Señor es como aquel niño humilde, que huye de la ostentación, que es el resultado de la mundanidad. Este modo de “ver” que trasciende lo visible, hace que nosotros adoremos al Señor, a menudo escondido en las situaciones sencillas, en las personas humildes y marginales. Se trata pues de una mirada que, sin dejarse deslumbrar por los fuegos artificiales del exhibicionismo, busca en cada ocasión lo que no es fugaz, busca al Señor. Nosotros, por eso, como escribe el apóstol Pablo, «no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno» (2 Co 4,18).
El martes 4 de enero el nos decía le sacerdote en la Homilía que estos días la liturgia nos quiere dar un plan para nuestro proyecto de vida para este 2022, hoy concretamente sentir compasión, ser solidarios y compartir con los más necesitados
Bibliografía
https://www.muyinteresante.com.mx/preguntas-y-respuestas/proopistos-ano-nuevo-donde-vienen/
http://www.nicolasmorenopsicologo.com/psicologos-granada/los-mecanismos-psicologicos-de-defensa/
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https://www.ipade.mx/2018/08/27/la-resistencia-al-cambio-como-afrontarla/
https://psicopedia.org/5200/psicologia-de-la-culpa-por-que-me-siento-culpable/
https://psicologiaymente.com/coach/consejos-lograr-tus-objetivos
Monseñor Javier Román Arias, Mensaje 31 de diciembre 2021. Facebook
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Enero 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.