Estoy convencido de que el Señor se acerca a mi de muchas maneras y de que, si no percibo más su llamada constante a seguirle más, es por la actitud, quizás ya hábito, que tengo.
Jesús lo restituyó a su madre”. Y ésta es nuestra esperanza
Todos nuestros seres queridos que se han ido, todos el Señor los restituirá a nosotros y con ellos nos encontraremos juntos y esta esperanza no decepciona.
La cruz cristiana no es un utensilio de la casa o un adorno para llevar, sino la cruz cristiana es un recordatorio del amor con que Jesús se sacrificó para salvar a la humanidad del mal y del pecado
El mundo necesita “ver” como el ciego del camino y hemos de llevarlo ante Jesús con profunda humildad, sin prejuicios y, por supuesto, sabiendo que Él y solo Él puede salvarlo.
Si en nuestro corazón no hay misericordia, la alegría del perdón, no estamos en comunión con Dios, incluso si observamos todos los preceptos, porque es el amor el que salva, no la sola práctica de los preceptos.
Despójense del viejo yo y revístanse del nuevo yo. Las bienaventuranzas nos ayudan a caer en la cuenta de la “inversión de valores” que Jesús introduce en nuestra vida.
Nos dice el el Papa Francisco: …”Pidamos a Jesús: “Reza por mí, Señor, Tú eres el intercesor”. Él reza por mí; reza por todos nosotros y reza con coraje porque hace ver al Padre el precio de nuestra justicia: Sus llagas. Pensemos tanto en esto y demos gracias al Señor.
Como creyentes nos toca examinar el peso que la ley tiene en nuestras vidas. Jesús no se opone a su cumplimiento, ¡faltaría más!, pero coloca las cosas en su sitio.