Primer regalo. La Eucaristia
Este hecho se produce cuando Jesús toma el pan, lo parte y lo reparte entre los comensales diciendo: “Tomad y comed todos de él, porque este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros”. A continuación toma un cáliz lleno de vino y dice: “Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados” y para guiarnos en el camino de la salvación. Y concluyó: “Haced esto en conmemoración mía”. Esta última frase es interpretada por la Iglesia como la institución del Orden Sacerdotal, otro de los siete sacramentos. Por eso festejamos a todos los valientes que dijeron sí, un sí de corazón como el de María a vivir una vida consagrada a Jesús y la vida sacerdotal
Todos estamos invitados a celebrar la cena instituida por Jesús. Esta noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Revivamos este gran don y comprometámonos a servir a nuestros hermanos.
Segundo regalo en el lavatorio de los pies.
En los espíritus incultos la acción ejerce mayor poder que la palabra. Jesús se apronta para repetir, bajo la especie simbólica de un servicio humillante, una de sus enseñanzas capitales. “Levántase de la mesa, —narra Juan— quítase los vestidos y tomando un lienzo se lo ciñe. En seguida echa agua en una jofaina y comienza a lavar los pies de los discípulos y a enjuagarlos con el lienzo de que estaba ceñido”.
Solamente una madre o un esclavo habrían podido hacer lo que hizo Jesús aquella noche. La madre a sus hijos pequeñitos y a nadie más; el esclavo a sus patrones y a nadie más. La madre, contenta, por amor; el esclavo, resignado, por obediencia. Pero los Doce no son ni hijos ni patrones de Jesús. Hijo del Hombre y de Dios, él reúne en sí una doble filiación que lo eleva por encima de todas las madres terrenales. Rey de un Reino futuro, pero más legítimo que todas las monarquías, es el patrón no reconocido aún, de todos los patrones.
Y, sin embargo, está contento con lavar y enjuagar esos veinticuatro pies callosos y mal olientes, con tal de esculpir en los corazones reacios, inflados todavía de orgullo, la verdad que su boca ha repetido en vano, durante tanto tiempo: “Quien se ensalza será humillado, quien se humilla será ensalzado”.
Acabado de lavar los pies tomó sus vestidos, y sentándose de nuevo a la mesa les dijo: “¿Sabéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, Señor y Maestro, os he lavado a vosotros los pies, también vosotros debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque os he dado el ejemplo, para que como yo he hecho con vosotros así lo hagáis vosotros. En verdad, en verdad os digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol mayor que quien le envía. Pues que sabéis esto, seréis bienaventurados si lo hacéis”.
Tercer regalo en Mandamiento del Amor
Porque Jesús no ha dejado solamente un recuerdo de condescendiente humildad, sino un ejemplo de amor perfecto. “Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os amé”. “Ningún amor mayor que el de aquel que da su vida por sus amigos; y vosotros sois mis amigos si hacéis las cosas que os mando”.
Pero en ese acto, tan profundo en la aparente servidumbre, encerrábase también un sentido de purificación además que de amor. “El que está lavado no tiene necesidad de lavarse sino los pies: pues está limpio en lo demás. Y limpios estáis vosotros, pero no todos”.
Los Once a despecho de la sorda naturaleza, tenían un tal cual derecho al beneficio del lavado de los pies. Por semanas y meses esos habían recorrido los polvorientos, los fangosos, los inmundos senderos de Galilea, por seguir a Aquel que daba la vida. Y después de su muerte deberán caminar años y años por senderos más largos, más desconocidos, en países de los cuales ahora no saben ni siquiera el nombre. Y el lodo extranjero ensuciará, a través del calzado, los pies de aquellos que irán, como peregrinos y forasteros, a repetir el llamamiento del Crucificado.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.