Hoy quisiera hablarles queridos lectores acerca de un sentimiento que nos afecta a muchos y no le prestamos la importancia que requiere. El semiento de inadecuación, el cual implica algunas dificultades o carencias en las siguientes áreas:
- Autoconcepto bien definido.
- Autoeficiencia
- Sentido de pertenencia hacia el ambiente cotidiano.
- Seguridad de poder procurarse sus necesidades y de poseer apoyo en este ambiente.
Usualmente, las personas que sienten un sentimiento de inadecuación sienten una inmensa inseguridad ante el ambiente en el que se encuentran, bailan indecisos en los pasillos sin saber que hacer o dónde ponerse, mucho menos qué decir o qué callar.
Y es que necesitamos estar completamente seguro de quién soy y cuáles son las características de mi persona para poder cotejar éstas con el ambiente cotidiano y poder luego determinar si concuerdan.
Sin embargo, no basta con saber quiénes somos, también hace falta poder contar con que nuestras habilidades sean adecuadas a los requisitos que la vida y el ambiente nos exigen.
Cuando nuestro autoconcepto es muy desfavorecedor no creemos que podamos ser capaces de conseguir completar nuestras necesidades debido a que no se confía en las capacidades propias.
Se puede tener claro un autoconcepto pero si no se confía en las propias habilidades no se puede mover con seguridad, debido a que desconfía de sí mismo.
Si tenemos la sensación de que el ambiente no es amable, ni cordial, ni nos apoya y que se confabula en nuestra contra, no podemos desarrollar un sentido completo de adecuación.
Muchas personas que tienden a ser muy sensibles socialmente, o desconfiadas en extremo, no pueden confiar en los que le rodean, ni en su capacidad de lidiar con las contrariedades. Esto los mantiene siempre en estado de alerta y, de esta manera, nadie se mueve seguro en su cotidianidad.
Esto nos lleva a meditar en la figura de Pedro, quien recordamos hoy en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo. Sabemos que tenía, lo que podríamos denominar, personalidad resistente y que trató de decirle a Jesús lo que debía hacer. Podemos inferir esto de sus acciones y comentarios en los siguientes pasajes; El lavado de los pies de los discípulos (Jn 13:2-11) o en Mateo 16:20 “Entonces Pedro lo llevó a un lado y comenzó a reprenderlo: “¡Dios no lo quiera, Señor! Nunca te sucederá algo así ”. Otro ejemplo de esta personalidad es cuando Pedro corta la oreja de Malco con su espada (Jn 18:10) ante la aprehensión de su Maestro.
Como resultado de dicha característica de personalidad, Pedro fue reprendido varias veces por su Maestro: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” (Mateo 14:31), también; “Se volvió y le dijo a Pedro: ¡Apártate de mí, Satanás! Eres un obstáculo para mí. No estás pensando como Dios lo hace, sino como lo hacen los seres humanos” (Mateo 16:23). Otro ejemplo de esto sería la respuesta de Jesús alas acciones de Pedro en el Jardín del Getsemaní; “¡Guarda tu espada! ¿No beberé la copa que el Padre me ha dado?” (Jn 18, 11). Incluso después de la muerte y resurrección de nuestro Señor, Pedro fue reprendido por Pablo “Y cuandoCefas vino a Antioquía, me opuse a él porque estaba claramente equivocado” (Gálatas 2:11)
¿Qué vemos? ¿Un hombre de gran integridad? ¿Un hombre de altos estándares? ¿Un hombre sin error? ¿Un hombre de congruencia? ¿Un hombre sin miedo?. Nada de lo anterior es cierto para Pedro, al menos no de manera absoluta. Pedro mostró no solo miedo, sino también evitación, incongruencia y negación.
Lo que vemos pues, no es un hombre de perfección, sino solo un hombre. Un simple ser humano, lleno de fallas, sombras y miedos. Un hombre alejado de la virtud en más de una ocasión. Un hombre que traicionó a supropio Maestro, sus propios principios. Un hombre que a veces le tenía más miedo a los humanos que a Dios.
Pues bien, nos habla el Papa Francisco hoy de Pedro, el pescador de Galilea, y afirma que fue liberado ante todo del sentimiento de inadecuación y de la amargura del fracaso, y esto ocurrió gracias al amor incondicional de Jesús. Aunque era un pescador experto, varias veces experimentó, en plena noche, el amargo sabor de la derrota por no haber pescado nada y, ante las redes vacías, tuvo la tentación de abandonarlo todo. A pesar de ser fuerte e impetuoso, a menudo se dejó llevar por el miedo. Sin embargo, Jesús lo amó gratuitamente y apostó por él”
En este sentido, el Papa destacó que pese a las debilidades de Pedro, el Hijo de Dios no lo abandona, más bien, “lo anima a no rendirse, a echar de nuevo las redes al mar, a caminar sobre las aguas, a mirar con valentía su propia debilidad, a seguirlo en el camino de la cruz. De este modo lo liberó del miedo, y lo llamó precisamente a él para que confirmara a sus hermanos en la fe”.
Como hemos escuchado en el Evangelio Mt 16, 13-19 -añadió Francisco- a él le dio las llaves para abrir las puertas que conducen al encuentro con el Señor y el poder de atar y desatar: atar los hermanos a Cristo y desatar los nudos y las cadenas de sus vidas.
Para el Pontífice, todo esto fue posible porque ―como nos dice Hch 12, 1-11― Pedro fue el primero en ser liberado: “Es una nueva historia de apertura, de liberación, de cadenas rotas, de salida del cautiverio que encierra. Pedro tuvo la experiencia de la Pascua: el Señor lo liberó”.
Como Pedro, continúa el Pontífice, estamos llamados a liberarnos de la sensación de derrota ante nuestra pesca, a veces infructuosa; a liberarnos del miedo que nos inmoviliza y nos hace temerosos, encerrándonos en nuestras seguridades y quitándonos la valentía de la profecía.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.