Hola mis queridos lectores siguiendo con el artículo que les he venido mencionando, la lección para el día de hoy es:
La adhesión a la vida en Dios trae salvación
Y sucederá que si obedeces diligentemente al Señor tu Dios, cuidando de cumplir todos sus mandamientos, el Señor tu Dios te pondrá en alto sobre todas las naciones de la tierra. Y todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán, si obedeces al Señor tu Dios» Dt. 28,1-2.
Este pasaje nos presenta una bendición real, mucho más valiosa que riquezas o salud, es la bendición de contar con la cercanía de Dios en nuestras vidas.
Al obedecer al Señor, al buscar cumplir su voluntad, no solo afianzamos nuestro amor por Él, sino que cumplimos el propósito por el cual fuimos creados.
Nosotros no somos el pueblo de Israel en tiempos de Moisés, pero tenemos algo que Israel no tuvo en su tiempo, un líder, patriarca y rey más grande que el mismo Moisés: ¡Jesús!
La entrega abnegada de Cristo posibilita nuestra obediencia y adhesión a la voluntad de Dios.
Aunque quisiera aclarar aquí un asunto trascendental en esta meditación: Nunca quedará descubierto el enigma del mundo. El envés y la patraña no están a nuestro alcance. Por mucho que vivamos una caridad inflamada y seamos capaces de pasar noches en vela dando conversación a los enfermos, nunca podremos saber por qué existe el mal en la raíz de nuestras relaciones, por qué el dolor se entromete, por qué nuestras ansiedades ordinarias no nos dejan establecer vínculos con serenidad.
Entonces, si crees que por ser cristiano se te va a regalar un mapa explicativo de todo, vas a llevarte decepciones. Nuestra misión es fiarnos de Dios sin tratar de entender la raíz del mal, y saber que el trigo y la cizaña nos acompañarán toda la vida hasta que entreguemos el último suspiro. No ver, no tener otra luz ni otra guía sino la que arde en el corazón, como dejó escrito san Juan de la Cruz.
Y cuando leemos el evangelio del sembrador,(Lc 8, 4-15), parece que el que lleva las semillas en la mano las lanza al azar. Unas caen allí, otras más lejos, no parece que funcione un esquema de distribución racional. La semilla cae donde cae. ¿Por qué me ha tocado vivir en un país que tiene mucho que mejorar pero cosas maravillosas, y no en un pueblo perdido de Afganistán, donde siempre los pastunes talibanes habrían acosado a mi familia? O en Haití donde la pobreza y la inestabilidad política es cada día más grandes, o en… No lo sabemos. ¿Por qué he nacido en una cultura de sustrato cristiano y no en una familia jainista? Entonces no habría buscado a un Dios personal, sino un estado de purificación del alma sin la necesidad de ninguna divinidad con rostro y biografía.
No lo sabemos, y el mucho preguntarnos por la raíz nos deja sin flores ni frutos. Es casi igual que el enamorado obstinado que le pregunta a la enamorada, ¿pero por qué tienes los ojos verdes y esa nariz un poco ladeada a la izquierda?, ¿por qué eres así?
Acepta que tú eres tú, ¿me sigues? Con toda tu tradición a cuestas y en la porción de tierra donde te ha tocado respirar. Y a partir de ahí, ten la obstinación por la búsqueda de la verdad de un san Agustín. ¿Quieres dar fruto?, antes de ponerte a actuar, espera, conoce la división que anida en tu corazón, los constantes pensamientos contrarios que no te dejan tomar un camino. Sé una persona lucida con tu fragilidad. Necesitas encontrar solución al problema de tu división interior, por eso nunca te darás a ti mismo la explicación de tu vida. Espera en Dios que, como un hambriento, vendrá a tu lado si a tiempo le pones cerca unas migas de pan. Dios se contenta con un poco de atención. Deja que Él te descubra las claves de tu propia interioridad para que puedas entender un poco qué es eso de amar a los demás.
Permanece en el umbral de la oración, a la espera de una mirada de lo alto. No seas como los malos escritores, a quienes se les ocurre una palabra y en seguida la pasan a limpio y con ella montan su novela mediocre. Espera y rebusca la palabra mejor. ¿Por qué la prisa? La tierra buena en la que creces necesita tu lentitud. Decía Simone Weil que actuar no es difícil. Actuamos siempre demasiado y nos expandimos sin cesar en actos desordenados. Así, la tierra buena nunca llega a ser fecunda para las plantas y los árboles, demasiada anarquía para un crecimiento seguro. Callar es la única virtud para conseguir la presencia de Dios.Y entonces… actúa.
Hoy voy a terminar esta meditación no con una oración sino con un fragmento de un artículo de Lizeth Castro que me llegó al alma y lo quiero compartir con ustedes, dice así: …”hace poco entendí que yo esperaba un Dios de fábula que pega cuatro gritos, saca el luminoso látigo y lo revienta contra el piso, y todo, temblando de miedo, le obedece.
Y sucedió lo que te quiero contar. Hace poco, llegué, no sé cómo, adonde vive el silencio. Muy dentro de mí. Y ahí, en el silencio, empezó el milagro. El susurro de Dios.
Todo ruido se quitó. Lo difícil seguía siendo difícil, pero en la paz del silencio, entendí que todo pasa. El caos sigue, pero en la paz del silencio, entendí que se llegará a ordenar.
El susurro de Dios, del Dios guerrero, es una Voz llena de amor. Yo la quería enojada y soberbia. La quería humana, miserablemente humana, iracunda, llena de ego, altanera, vanidosa, hinchada y arrogante, porque es Dios y si yo fuera Dios… por algo no lo soy.
El susurro de Dios es contundente, transformador. No ocupa aspavientos.
Vale por sí solo, penetra impecable y toca el alma, justo adonde debe ir.
Yo quería que la voz le ordenara a todo, que volviera a la calma. Y no. Su susurro me ordenó a mí, calmarme. Eso era lo que yo necesitaba.
Por eso, todo sigue moviéndose, nada da tregua. Y no hay problema. Porque resuena en mi corazón el susurro pacífico del Dios que me sostiene en la batalla, poderoso, divinamente sosegado, que me ordena calmarme como paso previo para el triunfo.”
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Setiembre 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.