Hemos venido caminando en el Retiro Virtual de Sanación y nos explicaba Gabriela Jacoba en una de las catequesis acerca de nuestro Niño Interior y cómo este por las experiencias con los padres o los cuidadores es herido.
Y en el video de una televisora nacional, la psicóloga Leidyn Aguilar desarrollando el tema : Las heridas de la infancia que se arrastran a la adultez, ella afirmaba que algunos hechos o episodios de nuestra infancia nos marcan para siempre y tienen repercusiones en la forma en la que vivimos, sentimos y nos relacionamos con los demás, especialmente en nuestra etapa adulta.
Entonces, a nuestro corazón le pasa como las vasijas que con los golpes se van agrietando y a través de esas grietas se va filtrando toda la acción que Jesús el Médico del Alma, como lo hemos aprendido a llamar, se va filtrando y nos llenamos de dolor, amargura, resentimiento, desgano y hasta odio.
Al inicio el sacerdote Juan Solana nos propuso conseguirnos una vasija y quebrarla para irla pegando durante el Retiro. Afirmó María Magdalena y yo le agregó y cada uno de nosotros, somos vasijas rotas y Jesús fue pegándola con su Amor y Misericordia y es lo que quiere hacer con nosotros.
En la Hora de Adoración del sábado, iniciamos con ese ejercicio en el que Paula (una de las colaboradoras del Retiro), después de una muy motivadora catequesis nos invitó con el fin de identificarnos con esa vasija que ha sido dañada y rota en pedazos, a tomar un pedazo de esa vasija y ponerle el nombre de alguna pérdida o herida, pero ahora se entrega en manos del Alfarero y del médico de Alma y cuerpo y que con su Gracia y su poder nos dará vida a nuestra vida.
Por eso quisiera comentarles, basada en un seminario con mi psicólogo Randall Urbina sobre la restauración de esas vasijas.
El texto en el que se basa este Seminario que les mecioné es Jeremías 18, 1-6: “Aquí viene una palabra que Yavé dirigió a Jeremías: “Levántate y baja a la casa del que trabaja la greda; allí te haré oír mis palabras. Bajé, pues, donde el alfarero que estaba haciendo un trabajo al torno. Pero el cántaro que estaba haciendo le salió mal, mientras amoldaba la greda. Lo volvió entonces a empezar, transformándolo en otro cántaro a su gusto. Yavé, entonces, me dirigió esta palabra: “Yo puedo hacer lo mismo contigo, pueblo de Israel; como el barro en la mano del alfarero, así eres tú en mi mano.”
Dios se presenta como el Alfarero y declara que nosotros somos el barro que Él trabaja con sus manos.
Dios que nos busca y nos escoge, no por nuestra condición expectable o por lo buenos que somos, nos elige porque El es un Buen Padre, nos ama y su Misericordia es eterna, El nos elige sabiendo que somos barro. Allí en nuestras circunstancias, cuando nos sentíamos heridos, traicionados, utilizados, abusados; en ese barro, El nos encontró y empezó a hacer la obra en nuestra vida.
En la mirada de amor del Alfarero. Cuando El nos miró, nos vio completos en su hijo amado, pasó por alto nuestra triste condición al vislumbrar su obra de arte terminada. “Este barro en mis manos se convertirá en una vasija de gloria”
El requisito: todos debemos reconocer que somo barro, de lo contrario el Alfarero no podrá trabajar con nuestra vida, El solo necesita un trozo de barro blando para hacer su obra maestra.
Jer 18, 3. La rueda es un símbolo de aquel lugar donde Dios trata con nosotros . El Señor nos moldea sobre la rueda. En este sentido la rueda representa la escúdela de Dios, todas aquellas circunstancias de nuestra existencia que Dios permite para bien de los que le aman Rom 8,28, para formar la imagen de Cristo.
Meditemos: ¿ Cuál es nuestra rueda?
Pues bien, cuando las vasijas se desgastaban en su uso, perdían su boca o su asa, por alguna razón, se apartaban y se dejaban de lado para ser llenadas de granos y ser ofrendadas. Varias veces al año, los levitas encargados del templo, tomaban todas las vasijas que habían sido presentadas como contenedores de ofrendas y las llevaban al Alfarero para que és las reparara. Y el alfarero empezaba a trabajar en ellas restaurándolas por medio de un proceso de cuatro fases:
Vaciado: Lo primero que hacía el Alfarero era vaciarlas de todo contenido que hubieran podido tener en su pasado. No podía quedar nada , debían estar absolutamente vacías. El secreto para ser llenado , es precisamente estar vacío. Proceso similar a la sanación interior, muchas veces el primer escalón en el proceso de restauración: el Señor empieza a trabajar en los contenidos interiores pasados y en la historia que nos marca.
Cepillado: luego de eliminar toda marca o residuo de contenidos pasados, el Alfarero desarrolla un proceso muy doloroso de cepillado, en el cual – por medio de un cepillo grueso o lijas ásperas- limpiaba la vasija de toda impureza externa e interna, proceso doloroso y humillante de cambio, de limpieza. Proceso en el cual el Alfarero confrontará su vida y su actitud, confrontará el por dónde usted va a seguir y empezará a limar todo aquello que impide que usted este liso, limpio y manejable.
Restauración: El Alfarero hacía una mezcla de barro y agua y formaba la boca o el asa nueva, Sin embargo, el barro (su yo) y el agua ( Espíritu Santo) no eran suficientes, debía salir al campo y buscar sanguijuelas que viven pegadas a otros animales chupando su sangre y mezclarlas con el barro y el agua. Esta sangre al coagular, endurecía y pegaba bien. La sangre de la salvación, la Sangre de Cristo. No hay restauración buena, completa, duradera sin la aceptación de Cristo como Salvador y Señor y acogerse a la justificación por su sangre en la Cruz.
Horneado. La vasija era puesta en el horno. ¿Cómo? Podría uno preguntarse, ¿Al horno de nuevo? ¿Comenzar de nuevo? No necesariamente, es solo la necesidad de probar si la restauración fue verdadera, buena, ajustada, o no. Y aparecen aquí las situaciones sanadoras, camino de sanación y restauración que consiste en recorrer muchas veces situaciones similares a aquellas que nos hirieron, escenarios que se asemejan a aquellos dolorosos y en los cuales probamos nuestra curación, enfrentándolos, viviéndolos de nuevo y pasando el horno de revivir aquello que ahora es solo pasado.
El alfarero sabe lo que necesita cambiar y sabe lo que puede remodelar. Sabe cuánto puede soportar su arcilla y cuántas veces puede rehacer su obra y darle nueva forma. Sabe cuánto puede estirarla y cuánto puede plegarla. Algunas vasijas se estropean de tal forma que el Alfarero necesita rehacerlas completamente.
No importa cuán arruinados lleguemos a estar, el Maestro Alfarero puede salvarnos. Ninguno de nosotros está fuera del alcance de la mano restauradora del Señor. Dios está siempre dispuesto a tomar nuestra vida deformada por el pecado, el maltrato y cualquier otra herida y remodelarla haciéndonos nuevas vasijas de su elección modelando su a Él le parece mejor.
La Bíblia está llena de hombres y mujeres que necesitaron una segunda oportunidad. Moisés mató a u hombre, pero Dios restauró a Moisés y lo hizo un dinámico y paciente conductor de toda una nación. Pedro negó a Jesús, pero volvió al Señor y el Señor lo transformó en una columna poderosa de la Iglesia. Saulo de Tarso anduvo asesinando y persiguiendo a los elegidos de Dios, pero Dios mismo lo llamó y le dio una segunda oportunidad. Cuando Sauma respondió al llamado de Dios y decidió creer que Jesús real el Cristo, el Hijo de Dios, se transformó su vida.
El Alfarero transformó a Saulo el asesino en otro vaso: el apóstol Pablo, de quien el Señor Jesús dijo: Instrumento escogido es este, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles y de reyes y de los hijos de Israel. Hch 9, 15.
Este vaso o vasija restaurada se transformó en un poderoso líder cristiano que escribió gran parte del Nuevo Testamento y llevó a la Iglesia cristiana hasta Europa.
Esta clase de transformaciones, sabemos, son posibles para cualquiera que abra su corazón a Jesucristo y coopere con el maestro Alfarero, como nos decía Gabriela Jacoba que cooperando con la Gracia deje a Jesús hacer el 99% y que cada uno haga el 100% de su 1%.
San Pablo en 2 Cor 5, 17, afirma que “si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” Dios se ocupa de dar segundas oportunidades, y el mundo en que vivimos está lleno de gente que necesita justamente eso. El Alfarero puede levantar la arcilla torcida y quebrada para restaurarla.
¿Quién de nosotros no quisiera borrar alguna imagen de su pasado y comenzar de nuevo? Esta es, precisamente, la clase de segunda oportunidad que Dios nos ofrece a cada uno, quienquiera que sea, donde sea que haya estado; todos hemos salido de la arcilla que puede malograrse en el camino.
Aunque algunos prefieren pensar que sido hechos con mejor material, solo las estatuas se hacen de mármol. Y el mármol es frío, plasmado para siempre en su forma, sin el aliento de la vida, sin oídos para oír ni voz para cantar. Solo la arcilla escogida por dios tiene el potencial para el cambio.
Como Dios es el Alfarero, puede tomar la arcilla en sus diestras manos, afirmar nuestro tembloroso cuerpo y transformarnos en una nueva obra.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Octubre 2021.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.