El misterio del Corazón de Cristo, se abre a través de las heridas del cuerpo; se abre el gran misterio de la piedad, se abren las entrañas de Misericordia de nuestro Dios (San Bernardo, Sermo 61, 4; PL 183, 1072).
Cristo dice en la liturgia de esta Solemnidad: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29).
Quizá una sola vez el Señor Jesús nos ha llamado con sus palabras al propio corazón. Y ha puesto de relieve este único rasgo: “mansedumbre y humildad”. Como si quisiera decir que sólo por este camino quiere conquistar al hombre; que quiere ser el Rey de los corazones mediante “la mansedumbre y la humildad”. Todo el misterio de su reinado está expresado en estas palabras. La mansedumbre y la humildad encubren, en cierto sentido, toda la “riqueza” del Corazón del Redentor, sobre la que escribió San Pablo a los efesios. Pero también esa “mansedumbre y humildad” lo desvelan plenamente; y nos permiten conocerlo y aceptarlo mejor; lo hacen objeto de suprema admiración.
Afirma el Emérito Benedicto XVI: “Toda persona necesita un “centro” para su propia vida, un manantial de verdad y de bondad al que recurrir ante la sucesión de las diferentes situaciones y en el cansancio de la vida cotidiana.
Cada uno de nosotros, cuando se detiene en silencio, necesita sentir no sólo el palpitar de su corazón, sino, de manera más profunda, el palpitar de una presencia confiable, que se puede percibir con los sentidos de la fe y que, sin embargo, es mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo.
Anselm Grüm en su libro el Amor que Sana, nos indica que todo amor nos remite al poder del amor qué hay en nosotros, que Dios ha derramado con la creación en nuestro corazón y que nos ha regalado a los cristianos de un modo nuevo en el Espíritu Santo como don de gracia.
Dios ha derramado su amor en nuestro corazón. Nadie puede arrebatarnos este amor. Tampoco pueden destruirlo las experiencias que hayamos tenido con otras personas que nos han decepcionado y herido con su amor. Porque es, en definitiva, un amor divino, un amor que quiere conducirnos a la unión mística con Dios.
Hoy la Iglesia nos invita a una Jornada de Oración por la santificación de los sacerdotes. Una de las promesas del Sangrado Corazón de Jesús a Santa María Margarita de Alacoque: “Daré a los sacerdotes y a todos aquellos que se ocupan de la salvación de las almas, el don de tocar los corazones más endurecidos”.
La conversión de un pecador ocurre a veces por gracias extraordinarias. Dios nunca va a forzar a la libre voluntad de un ser humano. Pero Él puede otorgar gracias con las cuales impulsa al pecador a vencer la actitud rebelde que tienen las almas pecadoras más obstinadas. Esto, entonces, es lo que ocurre en el caso de los sacerdotes que están animados con gran devoción al Sagrado Corazón.
Benedicto XVI nos invitaba a todos y cada uno de nosotros a renovar en el mes de junio y siempre nuestra propia devoción al Corazón de Cristo. Y recomienda como uno de sus caminos más privilegiados para revitalizar esta devoción al Corazón de Cristo valorar y practicar también la tradicional oración de ofrecimiento del día y teniendo presentes las intenciones que él mismo propone a toda la Iglesia.”
Oremos.
Oh Corazón Divino de Jesús yo te ofrezco por medio del Corazón Inmaculado de María Madre de la Iglesia, en unión al Sacrificio Eucarístico, las oraciones y las acciones, las alegrías y los sufrimientos de este día. Te lo ofrezco en reparación de los pecados, por la salvación de todos los hombres, y bajo la gracia del Espíritu Santo para la mayor Gloria de Dios Padre. Amén
¡Sagrado Corazón de Jesús en vos confío porque se que me amas!
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.