- Is 52, 13- 53,12 o bien Heb 10, 12-23
- Sal 39
- Lc 22, 14-20
Jesucristo es el mediador entre Dios y los hombres. Él es el único sacerdote. Los demás participamos de su sacerdocio, tanto el común de todos los fieles como el ministerial de los que reciben el sacramento del Orden. El sacerdocio de la Antigua Ley prefiguraba el de Cristo. Jesús es el que ofrece de forma eficaz al Padre y nos reconcilia con Él. También es víctima, porque se ofrece a sí mismo y lo hace de una forma perfecta. Sacerdote, Víctima y Altar.
Uno de los textos clásicos de esta fiesta, es este hermoso pasaje de los Hebreos que refiere claramente a Jesús, quien con su sacrificio se convierte en víctima, sacerdote y altar. Este texto, en el momento de su escritura fue muy importante, ya que los judíos pensaban que era necesario seguir ofreciendo sacrificios por los pecados. El Autor de esta carta nos dice que ya Jesús pagó completamente por ellos, que él, por medio de su sacrificio en la cruz, se ofreció gratuitamente al Padre para que todos los hombres fueran perdonados por su sangre derramada en su pasión.
Dado que Jesús es Dios, su sacrificio se convierte en algo pleno y perfecto, y perdura por los siglos, siendo así que ya no necesitamos ningún otro sacrificio. En virtud de nuestra humana fragilidad, Dios quiso que, este sacrificio eterno y perfecto, fuera no solo recordado sino que se mantuviera en el Pueblo con el fin de introducirlo en el ambiente del misterio que se mueve en “su tiempo” en el maravilloso kairos de Dios. Es por eso que, cada vez que se celebra la Eucaristía, misteriosamente nos trasladamos al Clavario para entrar en la dinámica maravillosa de la eternidad de Dios. Jesús ahora, por medio del sacerdote, realiza la ofrenda de sí mismo, ya que en ese momento es el mismo Cristo, pues el sacerdote actúa “in persona Christi”, para continuar en una dinámica perenne el misterio del Calvario y, con ello, nuestra propia redención.
Esto debe llevarnos, por un lado, a valorar el misterio de la Eucaristía que nos transporta místicamente en el tiempo al momento en que Jesús nos redime por su sangre; pero, por otro lado, nos lleva a valorar la acción sacerdotal que se lleva a cabo en el altar por medio de nuestros sacerdotes. Es realmente digno de alabanza el don de Dios que ha querido que un simple mortal, como lo es el sacerdote, pueda en ese momento revestirse de eternidad y transportarse &eeacute;l y toda la comunidad al momento más importante de toda la creación. Demos, pues, gracias a Dios que nos ha salvado, que nos continua salvando y que nos permite participar misteriosamente de esta obra, en el mismo momento en que ocurre.
Afirma el Papa Francisco: “Palabra y pan en la mesa se vuelven una cosa, como en la última cena cuando todas las palabras de Jesús, todos las señales que había hecho se condensaron en el gesto de partir el pan y de ofrecer un cáliz, anticipación del sacrificio de la cruz, y en esas palabras: ‘Tomad y bebed este es mi cuerpo, tomad y bebed esta es mi sangre’.
El gesto de Jesús realizado en la última cena es el agradecimiento extremo al Padre por su amor y misericordia. Agradecimiento en griego se dice eucaristía, y por eso el sacramento se llama eucaristía. Es el supremo agradecimiento al padre que nos amó tanto al punto de darnos a su Hijo por amor. Por esto el término eucaristía resume este gesto de Dios y del hombre juntos. Gesto de Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre.”
Isaías nos presenta a Dios que pregunta: “¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? El profeta se muestra disponible. Aquí estoy, mándame. De muchas maneras habló Dios, antiguamente a nuestros padres. Ahora lo ha hecho por medio de su Hijo. Esta palabra es definitiva. Lo es por lo que comunica y realiza. Ya no hay otra que se pueda pronunciar. Lo es por lo que enseña, propone y sostiene. Y aquí es donde entramos nosotros: somos enseñados por él al tiempo que está junto a nosotros para sostenernos en la misión.
Una y otra vez, repetimos esta respuesta en el salmo: “Aquí estoy Señor para hacer tu Voluntad.” No está demás considerarlo como parte de la función sacerdotal que Jesús inaugura. El sacrificio eterno, único, ofrecido por él, donde es al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar, recoge lo que ha sido la ofrenda de sí mismo, desde el instante mismo en que responde: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. El pastor bueno da la vida por sus ovejas, hemos escuchado en el contexto pascual. Y en su dedicación pastoral, va dando la vida hasta que, subido en la cruz, su mirada alcanza a todos los dispersos y los reúne. Por descubrirte mejor, cuando balabas perdida, en un árbol entregó su vida. Es la mejor lección y el don definitivo que entrega a cada ser humano.
Los versículos del capítulo 17 del evangelio de San Juan, nos presentan a Jesús, antes de comenzar su Pasión, elevando una oración en favor de los que tiene a su lado: Te ruego por ellos…, por estos que tú me diste. Con todas sus debilidades, los conoce bien, por eso los tiene presentes en ese momento, porque están expuestos a una dura prueba y la flaqueza humana, precisa de este auxilio. Considero que así ruega por nosotros. Conoce nuestras debilidades y la buena voluntad que tenemos. También nuestros miedos cuando todo se complica. La vida humana es complicada. Somos conscientes de ello. No hace falta señalarlo a cada uno, sino invitar a reconocerse débiles y necesitados de este auxilio que Jesús ofrece y buscarlo.
Nos ha dado su palabra. Una palabra comunicadora de vida, de aliento, rica en enseñanza y poderosa para sostener a quien la recibe. No olvidemos que la promesa del Espíritu, permite a los que le reciben, recordar sus enseñanzas y avanzar en el conocimiento de lo enseñando. Usa tu memoria y tu entendimiento. Recuerda lo que él te ha enseñado y profundiza aplicando tu entendimiento. Verás entonces que tu voluntad renovada por él se adhiere, naturalmente a la verdad conocida.
Esa tarea la tienes que hacer tú. Nadie puede hacerla por ti, porque solamente tú conoces lo íntimo de ti mismo. Recuerda: “Yo les he dado tu palabra”. Y en esa palabra había vida y esa vida es la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.
Bibliografía
- El Folleto La Misa de Cada Día
- https://es.catholic.net/op/articulos/17933/cat/330/haced-esto-en-recuerdo-mio.html#modal
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/06/09/jesucristo-sumo-y-eterno-sacerdote/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes de Junio 2022
«Tú eres mi Señor, mi bien, nada hay fuera de ti» (Sal 16, 2) https://www.focolare.org/espana/es/news/category/parola-di-vita/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.