https://www.youtube.com/watch?v=ntx5bhEYde0
- Gen 23, 1- 4. 19; 24, 1-8. 62-67
- Sal 105
- Mt 9, 9-13
Hoy la liturgia nos muestra como para el Señor lo importante es hacernos sentir su Misericordia.
En la lectura del Génesis nos ha ido guiando a través de la dureza del desierto para la vida humana a la solicitud de un Dios que se manifiesta haciendo posible lo que a nuestros ojos no parece. No era posible que Sara concibiera a edad tan avanzada, tampoco que llegase hasta Isaac, su deseado hijo, una mujer procedente de la región de Aram-Naharaim, de dónde procedía Abrahán. Rebeca llegó acompañada por el viejo siervo que vio en ella las bondades de la que merecía ser la esposa del hijo de su señor.
Esto nos enseña que aunque todos atravesamos áridos desiertos, dificultades en las que experimentamos nuestros propios límites y nuestra extrema fragilidad, del Señor recibimos la gracia y el consuelo.
“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”, decimos con el Salmista.
En el evangelio nos dice: “Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió». Con estos sencillos trazos, el apóstol y evangelista san Mateo nos describe el momento más importante y decisivo de su vida: su vocación. Con un pudor exquisito, pero trasluciendo una profundidad admirable, nos abre al misterio de su llamada por parte de Jesús. Cada detalle había sido grabado a fuego en su memoria. Dejemos que nos desvele su contenido nuestro gran amigo Benedicto XVI: «En hebreo, el nombre de Mateo significa «don de Dios». El primer Evangelio canónico, que lleva su nombre, nos lo presenta en la lista de los Doce con un apelativo muy preciso: “el publicano”. De este modo se identifica con el hombre sentado en el despacho de impuestos, a quien Jesús llama a su seguimiento: “Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: Sígueme. Él se levantó y le siguió” . (…) Para imaginar la escena basta recordar el magnífico lienzo de Caravaggio, que se conserva aquí, en Roma, en la iglesia de San Luis de los Franceses.
Los Evangelios nos brindan otro detalle biográfico: en el pasaje que precede a la narración de la llamada se refiere un milagro realizado por Jesús en Cafarnaúm, y se alude a la cercanía del Mar de Galilea, es decir, el Lago de Tiberíades. De ahí se puede deducir que Mateo desempeñaba la función de recaudador en Cafarnaúm, situada precisamente “junto al mar”, donde Jesús era huésped fijo en la casa de Pedro.
Basándonos en estas sencillas constataciones que encontramos en el Evangelio, podemos hacer un par de reflexiones. La primera es que Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre que, según la concepción de Israel en aquel tiempo, era considerado un pecador público. En efecto, Mateo no sólo manejaba dinero considerado impuro por provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que además colaboraba con una autoridad extranjera, odiosamente ávida, cuyos tributos podían ser establecidos arbitrariamente. Jesús no excluye a nadie de su amistad. Es más, precisamente mientras se encuentra sentado a la mesa en la casa de Mateo, respondiendo a los que se escandalizaban porque frecuentaba compañías poco recomendables, pronuncia la importante declaración: “No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. La buena nueva del Evangelio consiste precisamente en que Dios ofrece su gracia al pecador.
A este respecto, san Juan Crisóstomo hace un comentario significativo: observa que sólo en la narración de algunas llamadas se menciona el trabajo que estaban realizando esas personas. Pedro, Andrés, Santiago y Juan fueron llamados mientras estaban pescando; y Mateo precisamente mientras recaudaba impuestos. Se trata de oficios de poca importancia —comenta el Crisóstomo—, “pues no hay nada más detestable que el recaudador y nada más común que la pesca” (In Matth. Hom.: PL 57,363). Así pues, la llamada de Jesús llega también a personas de bajo nivel social, mientras realizan su trabajo ordinario.
Hay otra reflexión que surge de la narración evangélica: Mateo responde inmediatamente a la llamada de Jesús: “Él se levantó y lo siguió”. La concisión de la frase subraya claramente la prontitud de Mateo en la respuesta a la llamada. Esto implicaba para él abandonarlo todo, en especial una fuente de ingresos segura, aunque a menudo injusta y deshonrosa. Evidentemente Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir realizando actividades desaprobadas por Dios.
Se puede intuir fácilmente su aplicación también al presente: tampoco hoy se puede admitir el apego a lo que es incompatible con el seguimiento de Jesús, como son las riquezas deshonestas. En cierta ocasión dijo tajantemente: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme” (Mt 19,21). Esto es precisamente lo que hizo Mateo: se levantó y lo siguió. En este “levantarse” se puede ver el desapego de una situación de pecado y, al mismo tiempo, la adhesión consciente a una existencia nueva, recta, en comunión con Jesús» (Benedicto XVI, Audiencia general 30-08-2006).
No podemos olvidar tampoco que el lema del Papa Francisco: miserando atque eligendo –le miró con misericordia y le eligió–, está tomado de unas palabras de san Beda el Venerable que comenta también esta escena: «Lo vio no tanto con los ojos corporales, cuanto con la mirada interna de su misericordia. Jesús vio entonces al publicano y, porque le miró con misericordia y le eligió –miserando atque eligendo–, le dijo: “Sígueme”. “Sígueme”, que quiere decir: “Imítame”» (Hom. 21: CCL 122,149-151).
”No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”
Jesús miró a Mateo en su verdad profunda y, sin necesidad de reproche alguno, la mirada misericordiosa de Jesús alcanzó su intimidad, ese lugar reservado por Dios en lo profundo de todo ser humano. No tuvo que insistir mucho para que lo siguiera.
Entre los ‘indeseables’ del mundo, hay muchos corazones preparados desde la eternidad para acoger el mensaje de Jesús. No sé si hay tantas miradas misericordiosas que se hacen cargo de sus heridas interiores sin juzgar, con el sincero deseo de sanarlas con la ayuda de la gracia.
Jesucristo es el rostro visible de la misericordia del Padre. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro.
”Que la Gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la Comunión del Espíritu Santo, estén siempre con ustedes.” Ef 13,13.
Fuentes:
- Folleto La Misa de Cada Día
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/07/07/le-miro-con-misericordia-y-le-eligio/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=07-07-2023
Palabra de Vida Mes de Julio 2023
“Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque solo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa.” (Mateo 10, 42) https://ciudadnueva.com.ar/julio-2023
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.