?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.
- Sir 47, 2-13
- Sal 17
- Mc 6, 14-29
Hoy la Liturgia nos lleva a meditar sobre el bien y el mal, sobre el pecado y el arrepentimiento, acerca de la actitud de de dos reyes que tuvieron gran poder y que cometieron un pecado que trajo grandes consecuencias.
Veamos, en el Evangelio se nos habla del rey llamado Herodes que cometió el pecado de liarse con la mujer de su hermano. La cosa no habría tenido mayor importancia si no fuera porque en aquel entonces vivía el mayor profeta en la historia del pueblo elegido. Se llamaba Juan y le apodaban “el bautista” porque predicaba el arrepentimiento y administraba el bautismo por agua para el perdón de los pecados. El bueno de Juan no tenía pelos en la lengua y acusaba al rey de ser un adúltero. Y eso al rey no le hacía ni pizca de gracia. El final de esa historia lo conocemos. El profeta acabó con la cabeza cortada y el rey siguió viviendo en pecado.
Pero como hemos venido reflexionando con la historia de David; Herodes no fue el primer rey de Israel que había pecado con mujeres. El mismísimo rey David cayó en adulterio con Betsabé y, aún peor, para tapar las consecuencias de su primer pecado -ella se quedó preñada-, cometió un crimen aun más horrendo al ordenar que pusieran al marido de su amante en primera línea de batalla para que le mataran. Entonces también hubo un profeta, llamado Natán, que fue a acusarle de adúltero y asesino, pero la reacción de David no fue la misma que la de Herodes. El hijo de Isaí se arrepintió de su pecado y Dios le perdonó y cambió totalmente su vida.
Estamos pues, ante un mismo pecado, una misma denuncia profética y dos resultados distintos. En un caso, el profeta muere por ser fiel a la verdad. En el otro, el pecador se salva tras escuchar al profeta.
Esto nos lleva a plantearnos la lucha entre el bien y el mal, lucha de todos y de todos los días. Afirma el Papa Francisco:…”incluso los santos sienten esta guerra dentro de sí mismos”. Es “una ley para todos”, “una guerra cotidiana”.
Es una lucha entre el bien y el mal; pero no un bien abstracto y un mal abstracto: entre el bien que el Espíritu Santo nos inspira a hacer y el mal que el mal espíritu nos inspira a hacer. Es una lucha. Es una lucha de todos nosotros. Si alguno de nosotros dijera: “Pero, yo no siento esto, soy bienaventurado, vivo en paz, no siento….”, yo diría:”No eres bienaventurado: estás anestesiado, no entiendes lo que pasa.
La lucha, explica Francisco, “está siempre entre la gracia y el pecado, entre el Señor que quiere salvarnos y sacarnos de esta tentación y el mal espíritu que siempre nos derriba”, para “vencernos”. La invitación del Papa es, pues, a preguntarnos si cada uno de nosotros es “una persona de la calle que va y viene sin darse cuenta de lo que está sucediendo” y si nuestras decisiones vienen “del Señor” o son dictadas por nuestro “egoísmo”, por “el diablo”.
Es importante saber qué está pasando dentro de nosotros. Es importante vivir un poco dentro, y no dejar que nuestra alma sea un camino por el que pasan todos. “¿Y esto cómo se hace padre? Antes de que acabe el día, tómate dos o tres minutos: ¿qué ha pasado hoy que es importante dentro de mí? Oh, sí, tuve un poco de odio allí y hablado mal allí; hice aquella obra de caridad… ¿Quién te ayudó a hacer estas cosas, tanto las buenas como las malas? Y hacernos estas preguntas, para saber qué está pasando dentro de nosotros. A veces, con esa alma habladora que todos tenemos, sabemos lo que pasa en el barrio, lo que pasa en la casa del barrio, pero no sabemos lo que pasa dentro de nosotros.”
La Palabra de vida de este mes (ver abajo), nos dice que debemos reconocer nuestra debilidad, los límites y las fragilidades como punto de partida para entrar en relación con Dios y participar con él en la tarea más grande, la fraternidad universal, y el salmista nos dice que el camino del Señor es perfecto y nos habla de su fidelidad, entonces acojámonos en El y hallaremos defensa. Bendito sea Dios, mi salvador.
Mes de Febrero
Intención de oración universal
Escuchar los gritos de los migrantes.
Recemos para que el clamor de los hermanos migrantes víctimas del tráfico criminal sea escuchado y considerado.
Palabra de Vida .
“Creo, ayúdame porque tengo poca fe’” (Marcos 9, 24)
El Evangelio presenta una paradoja: reconocer nuestra debilidad, los límites y las fragilidades como punto de partida para entrar en relación con Dios y participar con él en la tarea más grande, la fraternidad universal.
Dios confía en el hombre y no actúa sino con su contribución, su libre sí.
Creer y sentirse mirados y amados por Dios es saber que toda oración nuestra, toda palabra o gesto, todo advenimiento triste, alegre o indiferente, toda enfermedad… todo es visto por Dios. Y si Dios es amor, la confianza en él es la lógica consecuencia.
Y luego, a fuerza de amar, nuestra fe se volverá inquebrantable, muy sólida. No solo creeremos en su amor, sino que lo sentiremos de manera tangible en nuestro ánimo y veremos realizarse ‘milagros’ a nuestro alrededor”.
https://ciudadnueva.com.ar/febrero-2020/
Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:
"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.