?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.
- 2 Sam 18, 9-10. 14. 24-25, 30-19. 3
- Sal 85
- Mc 5, 21-43
La lectura de estos días de Samuel ha venido llevándonos a través del proceso de vida de David,a profundizar en los caminos de Dios. David de pastor se convierte en rey y un rey poderoso, y por dejarse seducir por la tentación, cae en el pecado y entonces debe asumir las consecuencias que le complican la vida con problemas, dolores y angustias. Uno de ellos es su hijo Absalón; hoy meditamos acerca de su muerte y el dolor que esto causa en David, su padre.
Pero, por encima de estos sucesos, de todo problema familiar o político, la Palabra de Dios quiere mostrarnos la constante providencia de Dios a lo largo de toda la historia de la salvación; la historia sigue adelante marcada por las promesas de Dios, que no sólo subsisten, sino que prevalecen más allá de los despropósitos humanos. Pero sólo podremos interpretarlo así gracias a la fe.
Esa fe del jefe de la Sinagoga, Jairo, o de la mujer con flujo de sangre que nos habla el evangelio de hoy.
El Papa Francisco nos lo explica: “…Jairo, el jefe de la Sinagoga, era una persona importante, pero ante la enfermedad de la hija no tiene vergüenza en arrojarse a los pies de Jesús: “Mi hijita está muriendo, ven a imponerle las manos, para que se salve y viva”. No tiene vergüenza, no piensa en lo que podrán decir los otros, porque es un padre
Para él, lo más importante es la hija. No existe otra cosa. La única cosa importante. Nos hace pensar a la primera cosa que nosotros decimos a Dios, en el Credo: “Creo en Dios Padre…”. Nos hace pensar en la paternidad de Dios. Dios es así con nosotros…”
El elemento que hace posible la acción de Dios, incluso de manera extraordinaria, es la fe. Pero tiene que ser una fe como la que nos muestra el evangelio de hoy.
Una fe que desafía todo y se lanza a tocar a Jesús; o en el caso de los padres de la niña, quienes, no obstante la evidencia de la muerte de la niña, dejan que Jesús haga las cosas a su manera. Creer significa confiar aun ante la evidencia contraria; creer significa tomar los riesgos de ser criticados, creer es actuar.
Eso es posible que si nos dejamos seducir por la mirada de Jesús.
El Santo Padre animó a no tener miedo de cruzar la mirada con la de Jesús: “avanzo, camino delante, fijo la mirada en Jesús y, ¿qué es lo que encuentro? ¡Que Él ha fijado su mirada en mí! Y eso me hace sentir un gran estupor. Es el estupor del encuentro con Jesús. ¡Pero no tengamos miedo! No tengamos miedo, al igual que no tuvo miedo aquella mujer de tocar su manto. ¡No tengamos miedo! Corramos por ese camino, con la mirada siempre fija en Jesús y nos encontraremos con esa bella sorpresa: Nos llenará de estupor porque el mismo Jesús ha fijado su mirada en mí”.
Recordemos que la Palabra de Vida de este mes: Creo, ayúdame porque tengo poca fe’” (Marcos 9, 24), nos indica “que a fuerza de amar, nuestra fe se volverá inquebrantable, muy sólida. No solo creeremos en su amor, sino que lo sentiremos de manera tangible en nuestro ánimo y veremos realizarse ‘milagros’ a nuestro alrededor”
Entonces ante todo aquello que signifique muerte en nuestra vida espiritual, dejándonos tomar de la mano del Señor que nos levanta, digamos con el Salmista: “Protégeme, Señor, porque te amo. Puesto que eres clemente, y todo amor con quien tu nombre invoca, escucha mi oración y a mi suplica da respuesta pronta.
Mes de Febrero
Intención de oración universal
Escuchar los gritos de los migrantes.
Recemos para que el clamor de los hermanos migrantes víctimas del tráfico criminal sea escuchado y considerado.
Palabra de Vida .
“Creo, ayúdame porque tengo poca fe’” (Marcos 9, 24)
El Evangelio presenta una paradoja: reconocer nuestra debilidad, los límites y las fragilidades como punto de partida para entrar en relación con Dios y participar con él en la tarea más grande, la fraternidad universal.
Dios confía en el hombre y no actúa sino con su contribución, su libre sí.
Creer y sentirse mirados y amados por Dios es saber que toda oración nuestra, toda palabra o gesto, todo advenimiento triste, alegre o indiferente, toda enfermedad… todo es visto por Dios. Y si Dios es amor, la confianza en él es la lógica consecuencia.
Y luego, a fuerza de amar, nuestra fe se volverá inquebrantable, muy sólida. No solo creeremos en su amor, sino que lo sentiremos de manera tangible en nuestro ánimo y veremos realizarse ‘milagros’ a nuestro alrededor”.
https://ciudadnueva.com.ar/febrero-2020/
Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:
"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.