https://youtu.be/fwke5xrFrsE
- Hch 2, 14. 36-41
- Sal 22
- 1 Pe 2, 20-25
- Jn 0, 1-10
En el IV domingo de pascua la liturgia pone el acento en Jesús resucitado, el Maestro y el Pastor bueno, que manifiesta el camino que nos lleva a la verdadera Vida. Se trata el camino del amor, del servicio, del cuidado de los más débiles, de la compasión, de la misericordia. Estamos invitados a vivir como comunidad cristiana reproduciendo su Evangelio en cada una de nuestras vidas para transparentarlo a través de nuestra entrega y servicio generoso. El proyecto es para todos los seguidores de Jesús; cada uno desde nuestra propia situación, estilo de vida y contexto en que nos encontramos.
Pastor y rebaño son ya desde antiguo figuras que explicaban la relación de Dios con su pueblo Israel. El Salmo dice: «El Señor es mi pastor; nada me falta» (Sal 23,1). El Señor, el Pastor, es Dios.
En el Antiguo Testamento pastores son llamados también aquellos que Dios elige para apacentar a su pueblo.
Recurriendo a la comparación del pastor y sus ovejas, el Señor establece la diferencia entre quienes entran por la puerta del redil y quienes escalan por otro lado. Se compara a sí mismo con el pastor que entra y sale por la puerta, aunque no identifica a quienes se refiere cuando habla de aquellos “ladrones y bandidos” que saltan el muro.
Para entender mejor la comparación usada por el Señor, conviene describir brevemente esta realidad pastoril. Luego de pastar durante el día las ovejas eran reunidas en el corral o redil para pasar la noche. Los rediles reunían ovejas de uno o más rebaños. El cerco de cada redil estaba hecho de piedras, y una puerta permitía el tránsito de las ovejas hacia su interior o exterior. La puerta era sumamente estrecha, de modo que se podía contar fácilmente en número de ovejas que entraban o salían del redil. Por la noche un solo pastor permanecía en vela para proteger a las ovejas de los depredadores y de los ladrones. Al llegar el nuevo día cada pastor venía por sus ovejas, abría la puerta y llamaba a sus ovejas. Éstas, al reconocer la voz de su propio pastor, se agolpaban en la puerta y salían de una en una mientras su pastor las iba contando. Las ovejas nunca acuden al llamado de otra persona que no sea su propio pastor, salvo que estén enfermas. A veces el pastor llamaba a cada una por el nombre que cariñosamente le había puesto, acudiendo cada cual al llamado de su nombre. Una vez reunidas todas las ovejas el pastor las llevaba a apacentar, marchando él por delante.
Los términos de la comparación eran familiares para aquellos que escuchaban al Señor. El mensaje era claro: quienes reconocían al Señor como Pastor supremo, no debían prestar sus oídos a los “ladrones y bandidos”. El Señor advierte a sus discípulos para que se guarden de todos aquellos que con discursos engañosos terminan apartándolos de la Vida verdadera.
En un segundo momento el Señor pasa a compararse a sí mismo con la puerta del redil: «Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos». Las ovejas no pueden formar parte del redil más que pasando por esta puerta. Al identificarse a sí mismo con la puerta el Señor Jesús da a entender su función mediadora única: sólo Él abre el acceso a la participación en la vida divina.
Entra por esta “puerta” y «se salva» quien cree en Él, que Él es el enviado del Padre. La salvación que Él ofrece consiste en que en Él el creyente tiene vida eterna, como nos lo ha venido diciendo.
En efecto, el Señor Jesús ha venido, como dice Él mismo, para que aquellos que lo escuchan y lo siguen «tengan vida y la tengan en abundancia». Se trata de la vida eterna, que el Señor de la Vida comunica a los creyentes (ver Jn 3,16.36; 5,40; 6,33.35.38; etc.).
«Esta es la puerta del Señor, los justos entrarán por ella» (Sal 118,20). Jesucristo es la puerta de acceso a la casa del Padre. Esta entrada ha sido abierta para todo ser humano mediante su sacrificio en la Cruz: «Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas los han curado» (2ª. lectura). De este modo Dios ha hecho volver a las ovejas descarriadas «al pastor y guardián de sus vidas».
Mas no bastaba su muerte en Cruz: si Cristo no hubiera resucitado, tampoco habríamos sido rescatados. Es por su muerte y resurrección que el Señor Jesús trae la vida nueva a sus ovejas. En esta vida divina es introducido el creyente por el Bautismo (1ª. lectura). Al recibir este sacramento el creyente pasa por la puerta, que es Cristo, para formar parte del rebaño de Cristo, que es su Iglesia. El don de la vida nueva recibida por el Bautismo implica, por parte de las ovejas de Cristo, vivir no ya para el pecado sino para la justicia, siguiendo las huellas y el ejemplo de Aquél que es su supremo Pastor.
Afirma el Papa Francisco: “«¡Es así fácil la vida cristiana! Jesús es la puerta; él nos guía por el camino y nosotros conocemos su voz en las bienaventuranzas, en las obras de misericordia y cuando nos enseña a decir “Padre”». Y añadió una oración: Que el Señor nos haga comprender esta imagen de Jesús, este icono: el pastor, que es puerta, indica el camino y nos enseña a escuchar su voz”.
¡Felices Pascuas de Resurrección!
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/29-3-2016/
- https://evangeliodominical.org/
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2016/documents/papa-francesco-cotidie_20160418_direccion-obligatoria.html
Palabra de Vida Mes de Abril 2023
“ Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.” (Col 3,2) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.