https://youtu.be/U4QiH7YXTFE
- Ef 2, 19-22
- Sal 26
- Jn 20, 24-29
Hoy que celebramos la Fiesta de Santo Tomás, la liturgia invita a fortalecer la fe y la fidelidad en el Señor y a descubrir su presencia en cada espacio del día. Y es que todos los hombres somos grandes y, a la vez, débiles. Es nuestra condición y nuestra gran paradoja. En el terreno de la fe se repite esta contradicción. Lo vemos en el apóstol Santo Tomás, quien fue grande al responder afirmativamente a la llamada de Jesús: “Te seguiré donde quiera que vayas”. Y fue débil, en ciertos momentos, al no creer a Jesús, en sus palabras que anunciaban su resurrección.
También nosotros generosamente, con un buen corazón, le dijimos al Señor que le queríamos seguir hasta la muerte: “Te seguiré donde quiera que vayas”. Pero ante esta sociedad descristianizada, en la que Jesús parece que ha muerto y no resucitado, nosotros, como Santo Tomás, hombres débiles y de poca fe, le pedimos una presencia clara y manifiesta, que nos muestre que ha resucitado, que no se esconda tanto… que tengamos una respuesta clara y rotunda a los que todo el día nos siguen preguntando con ironía “¿dónde está tu Dios?
Una definición práctica de duda es “carecer de confianza, considerar algo improbable”. La primera expresión de duda en la Biblia está en Génesis 3, cuando Satanás tentó a Eva. Para que no pensemos que podemos echar toda la culpa a Satanás, la Biblia nos hace plenamente responsables de nuestras propias dudas. Cuando el ángel del Señor visitó a Zacarías y le dijo que tendría un hijo (Lucas 1:11-17), dudó de la palabra que se le había dado. Lógicamente, supuso que él y su esposa eran demasiado viejos para tener hijos, y como respuesta a su duda, el ángel le dijo que se quedaría mudo hasta el día en que se cumpliera la promesa de Dios (Lucas 1:18-20). Zacarías dudó del poder de Dios para vencer los obstáculos naturales – muchas personas hoy en día comparten la misma duda. Cada vez que permitimos que la razón humana opaque la fe en Dios, el resultado es la duda
El escéptico más famoso de la Biblia fue Tomás, que declaró que no creería que el Señor había resucitado a menos que pudiera ver y tocar al propio Jesús (Juan 20:25-29). Cuando más tarde vio a Jesús y creyó, fue reprendido suavemente: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Hebreos 11:1 dice: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Podemos tener confianza incluso en las cosas que no podemos ver, porque Dios ha demostrado ser fiel, verdadero y capaz.
Y Jesús, si mantenemos los ojos de la mente y del corazón abiertos, de una u otra forma, de mil maneras, a través de su palabra, a través de los sacramentos, a través de los hermanos, a través de los acontecimientos… saldrá de nuevo a nuestro encuentro y nos mostrará sus llagas de muerte y de resurrección. “Mete tu mano en mi costado”. Y nuestro corazón volverá a confesar por enésima vez: ¡Señor mío y Dios mío!
Afirma el Papa Francisco: “ Tomás era un testarudo! Pero el Señor —comentó— quiso precisamente a un testarudo para hacernos entender algo más grande. Tomás, al ver al Señor, no dijo: “Es verdad, el Señor resucitó”. No. Fue más allá, y dijo: “Señor mío y Dios mío”. Es el primero de los discípulos en confesar la divinidad de Cristo tras la resurrección».
De esta confesión —explicó el Obispo de Roma— se comprende cuál era la intención del Señor respecto a Tomás: partiendo de su incredulidad le llevó a afirmar su divinidad. «Y Tomás —dijo el Papa— adora al Hijo de Dios.
«Tomás es importante para nosotros, al menos por tres motivos: primero, porque nos conforta en nuestras inseguridades; en segundo lugar, porque nos demuestra que toda duda puede tener un final luminoso más allá de toda incertidumbre; y, por último, porque las palabras que le dirigió Jesús nos recuerdan el auténtico sentido de la fe madura y nos alientan a continuar, a pesar de las dificultades, por el camino de fidelidad a Él» (Benedicto XVI)
Esto nos lleva a entender el texto de la primera lectura, el que nos deja ver desde el inicio dos elementos fundamentales de nuestra relación con Dios y de nuestro destino final. Somos “conciudadanos de los santos”, es decir, ya vivimos en el cielo; nuestra vida está destinada a ser SANTA. Por eso no podemos conformarnos con menos pues estamos llamados a vivir eternamente en el cielo, en donde éste, es sólo la prolongación de nuestra vida en la tierra vivida en el amor de Jesús y a través de su Evangelio. Por otro lado, y quizás de manera aún más importante, resalta el hecho de nuestra filiación divina, pues somos “miembros de la familia de Dios”. Cada vez que pienso en esto no puedo salir de mi asombro al pensar que soy hijo de Dios, que Dios es mi padre y que Jesús es mi hermano, que María es mi madre y que en esta familia también yo soy importante. Qué maravilla saber que nuestro Padre nos ama y ha creado para nosotros todo cuanto existe, que nos lo ha dado como regalo, y que sólo espera la oportunidad de regalarnos su paz y su alegría para que seamos inmensamente felices en este mundo, y un día abrazarnos en el cielo junto con los demás miembros de esta increíble familia.
Continua el Pontifice, …”Pero para adorar, para encontrar a Dios, al Hijo de Dios, tuvo que meter el dedo en las llagas, meter la mano en el costado. Este es el camino». Y se preguntó: «¿Cómo puedo hoy encontrar las llagas de Jesús? Yo no las puedo ver como las vio Tomás. Las llagas de Jesús las encuentro haciendo obras de misericordia. Esas son las llagas de Jesús hoy».
No es suficiente —añadió el Papa— constituir «una fundación para ayudar a todos», sería sólo un comportamiento filantrópico. En cambio —dijo— «debemos tocar las llagas de Jesús, debemos acariciar las llagas de Jesús. Debemos sanar las llagas de Jesús con ternura». «Lo que Jesús nos pide hacer con nuestras obras de misericordia —concluyó el Pontífice— es lo que Tomás había pedido: entrar en las llagas»
El remedio para la duda es la fe, y la fe viene por oír la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Dios nos dio la Biblia como testimonio de Sus obras en el pasado, para que tengamos una razón para confiar en Él en el presente. “Me acordaré de las obras del Señor; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas” (Salmo 77:11). Para que tengamos fe en Dios, debemos estudiar para conocer lo que Él ha dicho. Una vez que comprendemos lo que Dios ha hecho en el pasado, lo que nos ha prometido para el presente y lo que podemos esperar de Él en el futuro, podemos actuar con fe en vez de dudar.
Por intercesión de Santo Tomás, como nos dice la Oración de los Fieles, oremos diciendo: Para que la crisis y la incertidumbre de fe, encuentren una respuesta adecuada en cada persona. Fortalece la fe de tu pueblo Señor porque, como nos dice el Salmista, “grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre”.
“Que la Gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la Comunión de Espíritu Santo, estén siempre con ustedes.” Ef 13,13
Fuentes:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- https://www.gotquestions.org/Espanol/Biblia-duda.html
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2013/documents/papa-francesco_20130703_tocar-llagas.html
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=03-07-2023
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Julio 2023
“Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque solo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa.” (Mateo 10, 42) https://ciudadnueva.com.ar/julio-2023
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.