https://youtu.be/mhcjEGUC4mQ
- Jb 9, 1-12. 14-16
- Sal 87
- Lc 9, 57-62
”El corazón de Dios es sabio y su fuerza es inmensa”, nos dice el texto de la primera lectura. Esta reflexión de Job nos ilumina sobre la correcta perspectiva de Dios con respecto al hombre: él es Dios y yo un simple mortal. ¿Cuántas veces nos pensamos más inteligentes, prudentes y justos que Dios? Por momentos se nos olvida que Dios es Dios, que él lo sabe todo, que él lo puede todo.
Y es que si tuviéramos eso claro, no le pondríamos excusas ante su llamada a seguirle, como hicieron algunos en el pasaje del evangelio y lo hacemos nosotros.
Hemos visto como Job no entendía el mal que le había sobrevenido, porque había vivido en la bondad y la justicia y en la obediencia a Dios. Y, además, sus principales amigos le pedían que se encarase con Dios para que le explicase cómo permitía tantos males a un hombre justo. La primera respuesta de Dios, que es la que vemos en la lectura de hoy, acudiendo a su gran poder. Dios es poderoso, y Job no acaba de entender todo su actuar y todo su poder. Job queda apaciguado, pide perdón a Dios si se ha excedido en sus quejas y sabemos que Dios vuelve a restituirle todos los bienes que había perdido.
Así también, en el evangelio de hoy vemos a tres aspirantes a seguir a Jesús, con sus matices y circunstancias personales. Jesús no se lo pone fácil. Les exige que le sigan a él radicalmente, el que “no tiene dónde reclinar la cabeza”, y que proclamen la buena noticia del Reinado de Dios. Todas las otras condiciones de sus posibles seguidores, las razones familiares o de otro tipo, caen por tierra. Jesús es consciente de que da mucho más de lo que le puedan ofrecer aquellos que le sigan. Les ofrece disfrutar de su amistad, disfrutar de todo un Dios Padre que, hagamos lo que hagamos, nos espera todas las tardes para estrecharnos en sus amorosos brazos… disfrutar de su luz que disipa nuestras tinieblas, regalarnos la vida de total felicidad después de nuestra muerte. Quien sigue de verdad a Jesús sale ganando.
Hoy la liturgia, y muy especialmente el Evangelio nos invita a reflexionar, con mucha claridad y no menor insistencia, sobre un punto central de nuestra fe: el seguimiento radical de Jesús. «Te seguiré adondequiera que vayas» (Lc 9,57). ¡Con qué simplicidad de expresión se puede proponer algo capaz de cambiar totalmente la vida de una persona!: «Sígueme» (Lc 9,59). Palabras del Señor que no admiten excusas, retrasos, condiciones, ni traiciones…
Así es Jesús, imparable. Le mueve el deseo de hacer la voluntad del Padre hasta el final y nada ni nadie le puede detener. Su amor le quema en el corazón y le urge en todas sus acciones. Es un fuego que avanza sin que nada le pueda apagar.
Por eso todo el que quiera seguirle o todo al que él llame para formar parte del grupo de sus discípulos tiene que saber desprenderse de todo para elegirle solo a él. Porque él dejó lo que más quería en este mundo, a su madre en Nazaret para marcharse y predicar en todas las aldeas y ciudades. Porque no tenía ya casa propia donde habitar y estaba siempre saliendo al encuentro de los hombres en el camino. Por eso el que quiere seguirle a donde quiera que vaya debe saber que no se llega a la meta con Jesús aquel que no abraza a Jesús y vive no solo con él sino con él y como él, es decir, haciéndose pobre, para vivir dependiendo plena y exclusivamente de la providencia que es otro nombre para referirse a la paternidad de Dios. Solo se reclina la cabeza en el corazón de Dios. Ahí se reclina la cabeza y se encuentra el verdadero descanso.
“Jesús, afirma el Papa Francisco, dice también a sus discípulos, encargados de precederle en el camino hacia Jerusalén para anunciar su paso, que no impongan nada: si no hallan disponibilidad para acogerle, que se prosiga, que se vaya adelante. Jesús no impone nunca, Jesús es humilde, Jesús invita. Si quieres, ven. La humildad de Jesús es así. Él invita siempre, no impone.”
La vida cristiana es este seguimiento radical de Jesús. Radical, no sólo porque toda su duración quiere estar bajo la guía del Evangelio (porque comprende, pues, todo el tiempo de nuestra vida), sino -sobre todo- porque todos sus aspectos -desde los más extraordinarios hasta los más ordinarios- quieren ser y han de ser manifestación del Espíritu de Jesucristo que nos anima. En efecto, desde el Bautismo, la nuestra ya no es la vida de una persona cualquiera: ¡llevamos la vida de Cristo inserta en nosotros! Por el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones, ya no somos nosotros quienes vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros. Así es la vida cristiana, porque es vida llena de Cristo, porque rezuma Cristo desde sus más profundas raíces: es ésta la vida que estamos llamados a vivir.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=28-09-2022
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/09/28/un-tren-que-no-para/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://es.catholic.net/op/articulos/8028/cat/331/jesus-no-tiene-donde-reclinar-la-cabeza.html#modal
Palabra de Vida Mes de Setiembre 2022
“Siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible” (1 Corintios 9, 19) https://ciudadnueva.com.ar/setiembre-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Setiembre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.