?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.
- 2 Re 4, 8-11.14
- Sal 88
- Rom 6, 3-4. 8-11
- Mt 10, 37-42
La liturgia de hoy nos exhorta a confiar en el Señor. Permaneciendo en el esplendor de la verdad., podremos vivir como auténticos discípulos del Señor, sabiendo que quien lo consigue recibe del El, más e lo que deja.
Así nos lo muestra la primera lectura, en la que el Señor muestra toda su generosidad en quien abre su corazón al que lo necesita. Nosotros debemos escudriñar en la ciénaga humana, para ser útiles a la humanidad y, como Eliseo, el profeta de la compasión, pasar por el mundo haciendo el bien porque es inconcebible una actitud profética sin compromiso social.
Dar de forma voluntaria produce buenos resultados. La Biblia dice: “Que cada uno haga tal como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).
Dios espera que quienes lo adoramos demos de corazón (Santiago 1:27). Si ayudamos a los necesitados, estamos colaborando con Dios, y él se considera en deuda con nosotros por nuestros actos de generosidad (Proverbios 19:17). La Biblia dice que Dios nos recompensará (Lucas 14:12-14).
Y lo confirma el evangelio: “Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado» (Mt 10, 40)
Palabra de vida de este mes y que nos insta a acoger al otro, al distinto a nosotros, es la base del amor cristiano. Es el punto de partida, el primer peldaño para construir esa civilización del amor, esa cultura de comunión a la que Jesús nos llama sobre todo hoy.
En esta última parte del discurso misionero, nos explica el Papa Francisco, “Jesús subraya dos aspectos esenciales para la vida de un discípulo misionero: el primero, que su vínculo con Jesús es más fuerte que cualquier otro vínculo; el segundo, que el misionero no se trae a sí mismo, sino a Jesús, y a través de Él el amor del Padre celestial. Estos dos aspectos están conectados, porque cuanto más Jesús está en el centro del corazón y de la vida de un discípulo, más “transparente” es este discípulo a su presencia. Los dos van de la mano.
“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí…” (v. 37), dice Jesús. El afecto de un padre, la ternura de una madre, la gentil amistad entre hermanos y hermanas, todo esto, aun siendo muy bueno y válido, no puede ser puesto ante Cristo. No porque Él quiera que seamos desalmados e ingratos, sino, al contrario, porque la condición de discípulo exige una relación prioritaria con el maestro.
Cualquier discípulo, sea laico o laica, sacerdote u obispo: una relación que lo absorba todo. Quizás la primera pregunta que debemos hacer a un cristiano es: “¿Te encuentras con Jesús? ¿Le rezas a Jesús?”. La relación. Uno casi podría parafrasear el Libro del Génesis: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a Jesús, y los dos serán uno solo”. (cf. Génesis 2:24).
Quien se deja arrastrar por este vínculo de amor y de vida con el Señor Jesús se convierte en su representante, en su “embajador”, sobre todo en la forma de ser, de vivir. Hasta el punto de que el mismo Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dice: “El que los recibe a ustedes me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado” (Mt 10,40). Es importante que la gente pueda percibir que, para ese discípulo, Jesús es verdaderamente el Señor; Él es verdaderamente el centro de su vida, el todo de la vida.
No importa entonces si, como todo ser humano, tiene limitaciones e incluso comete errores, siempre y cuando tenga la humildad de reconocerlos; lo importante es que no tenga un corazón engañoso, y esto es peligroso. Soy cristiano, soy discípulo de Jesús, soy sacerdote, soy obispo, pero tengo un corazón engañoso. No, esto no está bien. Uno no debe tener un corazón engañoso, sino un corazón simple y cohesivo; no debe tener un pie en dos zapatos, sino ser honesto con uno mismo y con los demás… “
El padre Yepes en el audio, nos brinda tres lecciones de vida concretas que conlleva el mensaje de hoy:
- Alerta sobre los apegos humanos. Los apegos humanos son una de las fuentes de más sufrimiento en nuestra vida, pues nos hacen olvidarnos de la caducidad que tienen las cosas humanas. Jesus nos enseña a relativizarlos; el amor a Dios debe ser mayor a cualquier otro amor porque este es eterno.
- Cargar con la Cruz para seguirlo y seguirle hasta el Calvario. En el Misterio de la Cruz, está plasmado el Amor de Dios, así lo demostró al permitir que clavaran a su Hijo por nosotros, por nuestra salvación.
- Ser acogedores con los demás. En el diccionario bíblico lo describe: (“misericordiA, extranjeros, Mambré). La hospitalidad constituye una de las virtudes y prácticas más recomendadas no sólo en la Biblia, sino en toda la cultura oriental antigua, especialmente en los tiempos y lugares del nomadismo, cuando la falta de acogida implicaba la muerte para caminantes y peregrinos.
Palabra de Vida Mes de junio
«Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado» (Mt 10, 40)
Acoger al otro, al distinto a nosotros, es la base del amor cristiano. Es el punto de partida, el primer peldaño para construir esa civilización del amor, esa cultura de comunión a la que Jesús nos llama sobre todo hoy. https://www.focolare.org/espana/es/news/2020/05/30/junio-2020/
Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:
"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.