https://youtu.be/1Xbwf_uXiYk?si=jjY4fseX0N-stBe9
- Jer 17,5-10
- Sal 1
- Lc 16, 19-31
Poner nuestra confianza en Dios es la invitación que nos hace la liturgia de hoy. Jeremías nos lo dice: “Bendito el hombre que confía en el Señor y en El pone su esperanza y el Salmista: “Dichoso el hombre que confía en el Señor.
Ello implica soltarse, dejar que Dios vaya tomando el control de nuestra vida. “Haz las cosas como si todo dependiera de ti y confía en Dios como si todo dependiera de él” decía Ignacio de Loyola””. Esta es la clave para que nuestra vida transcurra en la paz de Dios.
Y es que quizás la causa de que muchos hermanos vivan en una constante zozobra, llenos de miedos y angustias, es el querer construir su vida y realizar sus proyectos con sus propias fuerzas; parecería que, después de tantos años y de tantos intentos fallidos, no nos hemos dado cuenta de lo débiles que somos para realizarlo.
Si queremos que nuestra vida sea una vida plena, llena de paz, de alegría y, sobre todo, de esperanza, es necesario que le dejemos más espacio a Dios para obrar en ella. La aclamación antes del Evangelio, tomada de Lc 8, 15, nos dice: “Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero y perseveran hasta dar fruto.”
Hoy, más que nunca, el hombre tiene que dejar que sea Dios quien construya su vida y quien dé impulso a sus proyectos, pues sólo Dios es poderoso y capaz de hacer lo que para nosotros no es posible.
El Evangelio nos invita a pensar en la herencia que queremos dejar a las personas que nos pervivan. Lo primero que llama la atención es que el rico no tiene nombre. Ha quedado para la historia como “el rico epulón”. Le recordaremos no por su identidad, no por sus diálogos, enseñanzas, muestras de cariño, gestos de alegría. Sólo sabemos que era tan rico que no tenía más que dinero. Pero nadie con quien compartir su vida. En cambio, del pobre sabemos como se llamaba, Lázaro y sabemos cómo fue su final, descansó en el seno de Abraham. La diferencia entre los dos estilos de vida es tan grande que se abre un “abismo infranqueable” que no permite deambular de un destino al otro. Más que una intención de atemorizar o una especie de amenaza, el Evangelio nos muestra que el juicio está en descubrir las necesidades del otro o no.
El Papa Francisco, nos indica que esta parábola “nos enseña que la misericordia de Dios con nosotros está estrechamente unida a la nuestra con el prójimo” y “cuando falta nuestra misericordia con los demás, la de Dios no puede entrar en nuestro corazón cerrado”. Dios –ha precisado el Santo Padre– quiere que lo amemos a través de aquellos que encontramos en nuestro camino.
De la meditación este texto, cabe preguntarnos , ¿dónde estaría yo si fuera uno de los dos protagonistas de la parábola? Nuestra sociedad, constantemente, nos recuerda que hemos de vivir bien, con confort y bienestar, gozando y sin preocupaciones. Vivir para uno mismo, sin ocuparse de los demás, o preocupándonos justo lo necesario para que la conciencia quede tranquila, pero no por un sentido de justicia, amor o solidaridad.
Oremos con la Antífona: “Examíname, Dios mío, y conoce mi corazón, mira si voy por mal camino y condúceme por la senda de la Salvación”. Sal 138, 23-24. Hoy se nos presenta la necesidad de escuchar a Dios en esta vida, de convertirnos en ella y aprovechar el tiempo que Él nos concede. En esta vida construimos el camino para la Eternidad.
Fuentes:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.es.catholic.net/op/articulos/62080/cat/626/el-rico-no-es-condenado-por-sus-riquezas-sino-por-no-compadecerse-del-pobre.html#modal
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=29-02-2024
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2024/02/29/ni-aunque-resucite-un-muerto/
- https://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Febrero 2024. “Hagan todo con Amor” (1 Cor 16, 14) https://www.focolare.org
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.