https://youtu.be/avsUKVi0xS0
- Apoc 21, 9-14
- Sal 144
- Jn 1, 45-51
Hoy celebramos la fiesta del Apóstol san Bartolomé, conocido como Natanael; en el Evangelio leemos el relato de su encuentro con Jesús y, en el texto del Apocalipsis, podemos darnos cuenta de la importancia que, ya desde la primera comunidad, tenían los apóstoles hacia estos “cimientos” de la Iglesia. Por otro lado nos habla de “la novia del Cordero” la cual se identifica con el pueblo de Dios, no sólo el nuevo, “los doce cimentos” sino también del Antiguo, “las doce tribus”. En el pensamiento de autor entendemos que, nosotros el pueblo de Dios, somos esa novia, a la cual se accede por “las puertas” del AT, pero que encuentra su “fundamento” en la enseñanza de los apóstoles, es decir “la Iglesia”.
El Salmista nos invita a alabar y bendecir al Señor, a proclamar la gloria de su reino y dar a conocer sus maravillosas todos nosotros sus fieles.
El evangelio nos habla del primer encuentro de Natanael o Bartolomé con Jesús. Quizás, para darnos cuenta del amor infinito de Dios para cada uno, para ser consciente de que está a mi puerta y llama, necesito una voz externa, un amigo, un “Felipe” que me diga: «Ven y verás». Alguien que me lleve al camino que san Josemaría describe así: buscar a Cristo; encontrar a Cristo; amar a Cristo.
Escribió Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Por eso la evangelización siempre culmina llevando a las personas a Jesucristo. No basta con darles un gran armazón teológico o una buena síntesis de cómo hay que vivir. Sin el encuentro con la persona de Jesús todo se desvanece y la fe se vuelve abstracta.
Nos explica el Papa Francisco que “Jesús, suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado: “¿De qué me conoces?“. La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.” No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.
Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega a la conclusión: este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente. Y así responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo: “Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.” En ella se da un primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús: es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo unigénito, como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del Mesías esperado. No debemos perder de vista jamás ninguno de estos dos componentes, ya que si proclamamos solamente la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo y evanescente; y si, por el contrario, reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue.
Yendo más allá de las circunstancias personales, que cada uno sabrá, todos los cristianos, de cualquier época, tenemos unas notas comunes en nuestro encuentro con Jesús. Con su ayuda, le descubrimos, que además de ser hombre, es Dios, y le confesamos como el Hijo de Dios, descubrimos que sus palabras son especiales, que llevan a la vida y a la vida eterna, que nos indican el verdadero camino para que nuestro corazón rebose de luz, de esperanza, de ilusión. Le reconocemos como el que nos ha amado hasta el extremo, el que vivió su vida terrena en función de nosotros y fue capaz de morir por nosotros para regalarnos su evangelio. Le reconocemos como el que nos ha ofrecido su amistad y, a partir de ahí, le vivimos como el mejor amigo que tenemos. Le reconocemos como la verdad, como el que nos ha regalado su potente luz poniéndonos en bandeja todas las verdades, todas las indicaciones que necesitamos para vivir con sentido nuestra vida. Le reconocemos como el que nos espera después de nuestra muerte para invitarnos al banque de su amor, al banquete de la felicidad total y para siempre. Ciertamente tenemos a Jesús como nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida.
Palabra de Vida Mes de Julio 2022
“Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?” (Mateo 18, 21) https://ciudadnueva.com.ar/agosto-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Agosto 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.