https://youtu.be/4KKkQASDg08
- Ef 4, 7. 11-16
- Sal 121
- Lc 13, 1-9
En liturgia de hoy el Señor nos dice que El confía en nuestras capacidades y que espera que cambiemos nuestra actitud y asumamos una acorde a su Palabra. Este es sin duda alguna el abono que nos ofrece al interceder ante el Padre por nuestra Salvación, como nos lo muestra en el evangelio. Y en la primera lectura San Pablo lo afirma al decir que “cada uno de nosotros ha recibido la gracia en él medidas en que Cristo se la ha dado.”
Desarrollarse al bien y a la conversión es el fin de cada uno de nosotros, Cristo ha hecho esto posible. Es así, como la conversión a Cristo, y consecuentemente a la Iglesia que el fundó, es la fuente de una esperanza de muchos de los que decimos profesar su fe.
San Juan Pablo II a quien hoy recordamos en el Encuentro con los jóvenes como preparación para el XIV Jornada Mundial de la juventud, les decía, y hoy aplica para nosotros: “Es verdad; hoy, en general, no se siente la necesidad de conversión, como sucedía en otro tiempo……Sólo gracias a un proceso constante de conversión y renovación el hombre avanza por el arduo sendero del conocimiento de sí, del dominio de la propia voluntad y de la capacidad de evitar el mal y hacer el bien………………….No quiero decir que el camino de la conversión sea fácil. Cada uno sabe lo difícil que es reconocer los propios errores. En efecto, solemos buscar cualquier pretexto con tal de no admitirlos. Sin embargo, de este modo no experimentamos la gracia de Dios, su amor que transforma y hace concreto lo que aparentemente parece imposible obtener. Sin la gracia de Dios, ¿cómo podemos entrar en lo más profundo de nosotros mismos y comprender la necesidad de convertirnos? La gracia es la que transforma el corazón, permitiendo sentir cercano y concreto el amor del Padre.”
Un pasaje lleno de enseñanzas nos presenta el evangelio, pues Jesús nos invita a reflexionar en si nuestra vida verdaderamente ha cambiado; si verdaderamente hemos entrado en un proceso de conversión o somos como la higuera de la parábola. Jesús quiere nuestra conversión, pues esta es la única manera de agradar a Dios en esta vida y aseguraremos nuestra estancia en el cielo.
Nos ha insistido sobre esto de muchas maneras: nos ha invitado a retiros, a pláticas en la Iglesia; nos ha enviado amigos para hablarnos de su amor y de su plan de salvación y quizás nuestra respuesta ha sido la del evangelio de hoy: Yo estoy bien, no necesito de esto. Esto es para los pecadores, para los que están mal, pero yo estoy bien.
La hipocresía moral abunda en el mundo, la religiosa perjudica a la Iglesia. Las invectivas de Jesús contra los escribas y fariseos —más claras y directas en otros pasajes evangélicos— son terribles. No podemos leer o escuchar lo que acabamos de leer o escuchar sin que estas palabras nos lleguen al fondo del corazón, si realmente las hemos escuchado y entendido.
Digámoslo en plural personal, ya que todos experimentamos la distancia entre lo que aparentamos ser y lo que somos de veras. Lo somos los políticos cuando nos aprovechamos del país proclamando que estamos a su servicio; los cuerpos de seguridad cuando protegemos a grupos corruptos en nombre del orden público; el personal sanitario cuando suprimimos vidas incipientes o terminales en nombre de la medicina; los medios de comunicación social cuando falseamos las noticias y pervertimos al personal diciendo que lo estamos divirtiendo; los administradores de los fondos públicos cuando desviamos una parte de ellos hacia nuestros bolsillos (individuales o de partido) y alardeamos de honestidad pública; los laicistas cuando impedimos la dimensión pública de la religión en nombre de la libertad de conciencia; los religiosos cuando vivimos de nuestras instituciones con infidelidad al espíritu y a las exigencias de los fundadores; los sacerdotes cuando vivimos del altar pero no servimos abnegadamente a nuestros feligreses con espíritu evangélico; etc.
Concluyó con las palabras del Papa Francisco. “Cada uno de nosotros se parece mucho al árbol que, a lo largo de muchos años, ha demostrado repetidamente que es infecundo. Pero, afortunadamente, para nosotros, Jesús es como un agricultor que, con una paciencia sin límites, aún obtiene una concesión para la vid infecunda… La invencible paciencia de Jesús ¿Has pensado en la paciencia de Dios? ¿Has pensado también en su ilimitada preocupación por los pecadores?… Nunca es demasiado tarde para convertirse, nunca. La paciencia de Dios nos espera hasta el último momento.”
“Vayamos pues a la casa del Señor”, como nos invita el Salmista.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- PíldorasdeFe.com
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.es.catholic.net/op/articulos/55323/meditacionBoletin.html?eti=7190#modal
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Octubre 2022
“Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza».2 Tim 1,7 https://ciudadnueva.com.ar/octubre-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Octubre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.