?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.
https://youtu.be/uqRA0EWuD2I
- Ex 17, 8-13
- Sal 120
- 2 Tim 3, 14-4,2
- Lc 18, 1-8
La liturgia de hoy día Mundial de las Misiones, nos lleva a meditar en la llamada a la confianza, la fidelidad, la escucha y la perseverancia como actitudes fundamentales para el cumplimiento de nuestra misión evangelizadora.
En una formación que recibimos ayer, en la Parroquia de Moravia, nos decía el Padre Alexis, que debemos leer el Documento de Aparecida para así tener claro que busca la Iglesia (que somos todos, no solo la institución eclesiástica) con las misiones. Transcribo algunos de los Numerales:
362. Asumimos el compromiso de una gran misión en todo el Continente, que nos exigirá profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero. Necesitamos desarrollar la dimensión misionera de la vida en Cristo. La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente. Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza. Por eso se volverá imperioso asegurar cálidos espacios de oración comunitaria que alimenten el fuego de un ardor incontenible y hagan posible un atractivo testimonio de unidad “para que el mundo crea” (Jn 17, 21).
366. La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiest.
Necesitamos pues, nos indica Aparecida, una evangelización activa que abarque la totalidad; una evangelización capaz de transformar la vida de los que están desilusionados, acomodados en su zona de confort, viviendo su individualismo. Que busque soluciones factibles y permanentes para los pobres y necesitados de Dios. Una evangelización llevada con la alegría de quien está en relación profunda con Dios y para ello, necesitamos como la viuda del texto del evangelio de hoy no conformarnos con veredictos de aquellos que no están con Dios, sino perseverar, romper paradigmas (recordemos que mujer y viuda, en esa época era algo así como un ser deshechable) y confiar plenamente en quien es el padre de la Justicia, Dios.
Siguiendo con nuestra formación dominical sobre la Eucaristia, haremos una pausa en la reflexión del Credo, para enmarcarnos en la celebración de las Misiones.
Aparecida en el numeral 251, sostiene que en la vocación cristiana (seguimiento de Jesús) aparecen tres dimensiones claves: “creer, celebrar y vivir el Misterio de Jesucristo. Creo para celebrar y celebro para vivir; vivo como creencia y mi vida es celebración agradecida de la presencia de Dios; celebro la fe y la vida. Son muchas las formas que tenemos de sintetizar y relacionar estos conceptos. Pero lo clave es que con ellos “la existencia cristiana adquiere verdaderamente una forma eucarística”. Nuestra vida es eucarísticamente atravesada. La Iglesia está preñada de Eucaristía. El Vaticano II sostuvo que la Eucaristía es la fuente de la cual emana toda la vida de la Iglesia. Cuando nos reunimos a dar gracias a Dios en torno a la Palabra y a la Mesa de la comida, estamos viviendo la gracia de Dios. Eucaristía es eso: acción de gracias.
Pero esta celebración no puede quedar recluida en el templo, no podemos hacer una Iglesia “encerrada en la sacristía” dirá Francisco. Aparecida pone en relación la Eucaristía con la misión: “La Eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero. Allí, el Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo y despierta en él la decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás lo que ha escuchado y vivido” (DA 251). La Eucaristía sólo queda completa con la consecuencia de la misión. Uno celebra la Misa para salir a evangelizar. Misa es “missio”, envío. Hay que vivir el domingo toda la semana. Es necesario que la vida de cada uno y de toda la Iglesia sea una “misa prolongada” como decía el Padre Hurtado. Es un llamado a la audacia evangélica, al movimiento de seguimiento, al encuentro con los otros, sobre todo con los que sufren.
La entrega de Jesús celebrada en el Templo quedaría vacía de significado si no reconocemos cómo ese mismo Jesús está en las calles, en nuestras plazas, en nuestros espacios de convivencia cotidiana. Esto exige una maduración espiritual del discípulo misionero que, redescubriendo la centralidad de la Eucaristía en su vida, es capaz de ponerse en marcha tras los pasos de Jesús que se nos adelanta en la historia cotidiana.
Mes de octubre
Lee y estudia la Biblia
/Planifica leer la Biblia en un Año, pero léela en la profundidad del amor, no para juzgar ni para condenar. La Palabra de Dios alimenta los sueños y esperanzas, es el motor de tu alegría y ayuda a avivar la compasión.
Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:
"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2019
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.