https://youtu.be/GScG_NF7tZY
- Jer 1, 1. 4-10
- Sal 70
- Mt 13, 1-9
La liturgia de este día nos invita a mirar en nuestro interior, para meditar sobre qué clase de cristianos somos, pues el mensaje sembrado por el Señor en nuestros corazones, debe dar frutos buenos, por eso pidámosle que seamos tierra fértil
– ¿A quién hablas, Señor? ¿A mí?
– ¡Sí, a ti! Conmigo todo lo puedes. No tengas miedo.
En esta llamada vocacional del profeta Jeremías, nos sirve para poner sobre la mesa nuestros propios miedos, confusiones e inquietudes y darles solución. Y es que díganme, si no es cierto que aquí, nos vemos retratados todos los cristianos. También Jeremías muestra cómo, pese a los miedos, se puede dar la vuelta a las dificultades y ponerse al servicio de la llamada recibida con confianza y alegría.
Primero que todo es Jesús el que ha tomado la iniciativa de llamarnos a seguirle: “No me habéis elegido vosotros a mí, he sido yo quien os ha elegido”.
Dios llama a todos aquellos con vocación cristiana, a todos los bautizados, a ser sus profetas. Tiene un sueño para cada uno adecuado a su edad y situación personal, social, capacidades, cualidades y defectos, forma de ser.
Dios se hace presente en la vida de Jeremías, sabe cómo es y qué puede esperar de él. Y por eso lo consagra como profeta:
Dios le habla al oído, le confiesa su amor, le propone una misión a la vez que le garantiza su compañía y su ayuda en la misión. Pero Jeremías es consciente de sus limitaciones, de su fragilidad. No se ve capaz de hacer lo que Dios le pide:
Dios es exigente. Pide lo mejor de Jeremías. Se lo pide todo. Una confianza sin límites.
Dios lo llena de sus dones, lo toca con su mano consagrándolo:
Y le promete su asistencia:
Entonces: ¿Como rechazar la llamada de Dios? ¿Cómo te pide Dios que colabores en la misión de Jesús, que no es otra que salvar y dar felicidad a toda la humanidad?
Aun más, contamos con la garantía de que El nunca nos va a dejar solos. Lo que nos pide es que no nos separemos nunca de El, que seamos como los sarmientos unidos a la viña, que permanezcamos siempre en su amor, que le recibamos un día y otro día en la Eucaristía. “Sin mí no podéis hacer nada”. Y bien sabemos que con El logramos ser fieles a la vocación de seguirle por las sendas que nos indique.
Vemos como en el evangelio como Jesús —en la pluma de Mateo— comienza a introducirnos en los misterios del Reino, a través de esta forma tan característica de presentarnos su dinámica por medio de parábolas.
La semilla es la palabra proclamada, y el sembrador es Él mismo. Éste no busca sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas
Dios, como buen l sembrador, siembra con generosidad. La semilla es su Palabra, que siempre es buena. Pero para dar fruto, esa Palabra necesita una tierra que la acoja, y esa tierra buena está llamada a ser nuestra vida. Porque, como dijo San Agustín, “el que te creó sin ti, no te va a salvar si ti”.
El “sí” de María hace posible la Encarnación de Dios. Nuestra vida abierta a Dios, como la tierra buena, hace que su Palabra pueda dar fruto en nosotros, con una vida reconciliada, humanizada y humanizadora en Cristo y en su Evangelio.
Cristo nos llama a reconocer que a veces somos tierra reseca, o llena de piedras, o cargada de espinos… Y al reconocerlo, Él puede ir volviéndonos esa tierra buena, que como el Corazón de su madre María, pueda acoger su Palabra y hacerla vida en el mundo de hoy, para dar mucho fruto.
Nos explica el l Papa Francisco que, “la Palabra de Dios, simbolizada por las semillas,no es un Verbo abstracto, sino que es el mismo Cristo, el Verbo del Padre que se hizo carne en el vientre de María. Por lo tanto, abrazar la Palabra de Dios significa abrazar la persona de Cristo.
Y señaló que hay muchas maneras de recibir la Palabra de Dios:
1. La semilla en el camino. Podemos recibirla como un camino, donde los pájaros vienen inmediatamente y comen las semillas. “Esto es distracción”, advirtió el Papa, “y un gran peligro de nuestro tiempo”. Continuó: “Acosados por muchas charlas, por muchas ideologías, por continuas oportunidades de distraernos dentro y fuera de casa, podemos perder el gusto por el silencio, por la reflexión, por el diálogo con el Señor, de tal manera que corremos el riesgo de perder nuestra fe”.
2. La semilla en terreno pedregoso. Otra forma de recibir la Palabra de Dios, destacó, es en tierra rocosa, con poca tierra. Allí las semillas brotan rápidamente, pero pronto se marchitan, porque no pueden hundir las raíces a profundidad… Esta es la imagen del entusiasmo momentáneo, que permanece superficial; no asimila la Palabra de Dios. De esta manera, en la primera dificultad, incomodidad o perturbación de la vida, esa fe todavía débil se disuelve, como se marchita la semilla que cae entre las rocas”.
3. La semilla en tierra con arbustos espinosos. También podemos recibir la Palabra de Dios “como tierra donde crecen arbustos espinosos”, indicó el Papa. Las espinas, las describió como “el engaño de la riqueza, del éxito, de las preocupaciones mundanas. Allí, la palabra se ahoga, muere o no da fruto”.
4. La semilla en buena tierra que da frutos. Por último, señaló el Papa, “podemos recibirlo como buena tierra. Aquí, y sólo aquí la semilla echa raíces y da frutos”. El Pontífice hizo énfasis en esto: “Esta parábola, nos recuerda que la Palabra de Dios es una semilla que en sí misma es fructífera y efectiva; y Dios la esparce por todas partes”. “Cada uno de nosotros es tierra sobre la que cae la semilla de la Palabra, y si queremos, podemos convertirnos en buena tierra, arada y cuidadosamente cultivada, para ayudar a madurar la semilla de la Palabra”, dijo el Papa Francisco para concluir.
Palabra de Vida Mes de Julio 2022
«Solo una cosa es necesaria» (Lc 10, 42) https://www.focolare.org/espana/es/news/2022/06/30/julio-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.