https://youtu.be/dvXoQQF4BgE
- Heb 8, 6.13
- Sal 84
- Mc 3, 13-19
Hoy en la liturgia Dios ofrece una alianza nueva que se basará en la acción directa de Dios sobre el pueblo, que no será necesario enseñar porque Dios la deja escrita en el corazón de los ciudadanos, que todos conocerán y todos cumplirán. Dios promete a su pueblo perdonar sus delitos y olvidar sus pecados.
Toda alianza requiere de un código o compromiso al cual quedan obligados los que participan. En el AT los términos de la alianza eran: “Tú serás mi pueblo y yo seré tu Dios”, y con esto se comprometía el pueblo a obedecer la ley dada por Dios, y Dios a protegerlos y llevarlos hasta la tierra prometida.
La nueva alianza, sellada con la sangre de Cristo, como nos lo dice nuestro texto, es todavía más perfecta y superior, pues hemos pasado a ser no sólo pueblo, sino FAMILIA de Dios. Pero más aún, porque el código que rige esta alianza no está escrito en un contrato, sino inscrito en nuestros corazones, pues es la ley del amor, producida por la inhabitación del Espíritu Santo en nosotros.
Dios continúa siendo fiel a la alianza, tengamos el coraje de responder con toda nuestra vida y vivir de acuerdo al Evangelio dejando que el amor de Dios nos guíe y alimente.
”Así será la alianza que haré con la casa de Israel después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mis leyes en su mente
y las escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo…perdonaré sus delitos
y no me acordaré ya de sus pecados”…
Afirma el Papa Francisco: “Como Moisés había estipulado la alianza con Dios en virtud de la ley recibida en el Sinaí, así Jesús, desde una colina a orillas del lago de Galilea, entrega a sus discípulos y a la multitud una enseñanza nueva que comienza con las Bienaventuranzas. Moisés da la Ley en el Sinaí y Jesús, el nuevo Moisés, da la Ley en ese monte, a orillas del lago de Galilea. Las Bienaventuranzas son el camino que Dios indica como respuesta al deseo de felicidad ínsito en el hombre, y perfeccionan los mandamientos de la Antigua Alianza. Nosotros estamos acostumbrados a aprender los diez mandamientos —cierto, todos vosotros los conocéis, los habéis aprendido en la catequesis— pero no estamos acostumbrados a repetir las Bienaventuranzas. Intentemos, en cambio, recordarlas e imprimirlas en nuestro corazón.”
No es complicada la ley de la nueva alianza, es fácil de recordar y cumplir, pero sabemos que el cumplimiento de las leyes de la nueva alianza no es tan sencillo, y nos buscamos mil triquiñuelas para justificar nuestros fallos. Fallos que ciertamente son pecados, pero que también sabemos que Dios, nuestro Maternal-Padre, perdonará nuestros delitos y olvidará nuestros pecados. Dios es el que mira por la ventana día y noche hasta ver aparecer en lontananza al hijo díscolo y respondón que un día marchó de casa y vuelve derrotado.
La misericordia y la bondad se encontraron, nos dice el Salmista. Y la Aclamación antes del evangelio (2 Cor 5,19): “Dios reconcilió al mundo por medio de Cristo, y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación. Aleluya.
En el texto del evangelio vemos como el Señor, llama a los que El quiso y ellos lo siguieron. El nos ama en Cristo, y en Él nos modela dándonos las cualidades para ser hijos suyos. Sólo en vistas a la vocación se entienden nuestras cualidades; la vocación es el “papel” que nos ha dado en la redención. Es en el descubrimiento del íntimo “por qué” de mi existencia cuando me siento plenamente “yo”, cuando vivo mi vocación.
¿Y para qué nos ha llamado? Para estar con Él. Esta llamada implica correspondencia: «Un día —no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia—, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana —que es la razón más sobrenatural—, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El» (San Josemaría).
Es don, pero también tarea: santidad mediante la oración y los sacramentos, y, además, la lucha personal. «Todos los fieles de cualquier estado y condición de vida están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad que, aún en la sociedad terrena, promueve un modo más humano de vivir» (Concilio Vaticano II).
Así, podemos sentir la misión apostólica: llevar a Cristo a los demás; tenerlo y llevarlo.
Nunca ha sido ni será, tarea fácil hacer realidad el reino de los cielos, pues hay todavía muchos a quienes es necesario predicar, y hay todavía muchos demonios que expulsar: es mucho el trabajo por hacer. Por ello, la iglesia sigue necesitando hombres y mujeres que estén dispuestos a dejarlo todo para consagrar su vida a estar con el Maestro, para luego continuar su misión entre los hombres.
Si aún no has decidido el futuro de tu vida, ¿has pensado que tú pudieras ser uno de estos llamados? Al menos, téngalo como una posibilidad.
Hoy podemos considerar más atentamente la llamada, y afinar en algún detalle de nuestra respuesta de amor.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=20-01-2023
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2014/documents/papa-francesco_20140806_udienza-generale.html
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Enero 2023
«Aprendan a hacer el bien, busquen la justicia» (Is 1, 17). https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Enero 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.