https://youtu.be/QXi-l06rk7Q
- Mal 3, 1-4, o bien, Heb 2, 14-18
- Sal 23
- Lc 2, 22-40
Esta fiesta de la Presentación del Señor, es conocida también popularmente como: «Fiesta de las candelas», pues basada en las palabras de Simeón, trata de mostrarnos la identidad de Jesucristo como la «Luz» de las naciones y por tanto, la salvación de la humanidad que anda continuamente luchando en diversos escenarios con las tinieblas que nos envuelven día a día. Para vencer las oscuridades hay que mirar al Rey de la Luz, acogerlo, interiorizarlo.
En ese momento sucede algo mucho más grande. Empiezan a eclipsarse las figuras, ya está aquí la realidad. El verdadero Templo de Dios, la presencia del Señor entre los hombres, el Dios-con-nosotros, entra en aquel templo construido por manos humanas. Se han cumplido las palabras proféticas: «De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo» (Mal 3,1). Ya no son signos ni símbolos; ya no son sombras ni imágenes. La Verdad ha llegado. Y viene para encontrarse con los hombres.
Sin duda alguna, esta celebración, toca el timbre de nuestra conciencia al recordarnos lo importante que es presentarnos, ofrecernos a Dios. Este presentarse adquiere diversos matices: primero, la donación que hacemos de nosotros mismos a Dios al escucharle, al dejar que cada día vaya plasmando su obra en nuestra vida. Cada alma en particular fue creada con un fin, con una misión concreta dentro del plan providente de Dios, y Dios quiere hablar y manifestarse en el mundo, pero necesita voluntarios. Significa además la entrega que hacemos a todos los que vamos encontrando en nuestro camino. ¡Cuánto puede ayudar una sonrisa! Basta un gesto, una actitud. Por último, dicha presentación asegura, firma un pacto, cuyo cumplimiento tendrá lugar en el momento de nuestro abrazo definitivo con Dios, cuando cansados de nuestro peregrinar por esta tierra, le podamos decir a Dios: ¡Valió la pena apostar por ti!
A continuación les transcribo algunos párrafos de la Homilia del Papa Francisco en el 2022, pues creo importantes las luces que aporta a nuestra vida: “Dos ancianos, Simeón y Ana, esperan en el templo el cumplimiento de la promesa que Dios ha hecho a su pueblo: la llegada del Mesías. Pero no es una espera pasiva sino llena de movimiento. En este contexto, sigamos pues los pasos de Simeón: él, en un primer momento, es conducido por el Espíritu, luego, ve en el Niño la salvación y, finalmente, lo toma en sus brazos (cf. Lc 2,26-28). Detengámonos en estas tres acciones y dejémonos interpelar por algunas cuestiones importantes para nosotros…
La primera, ¿qué es lo que nos mueve? Simeón va al templo «conducido por el mismo Espíritu» (v. 27). El Espíritu Santo es el actor principal de la escena. Es Él quien inflama el corazón de Simeón con el deseo de Dios, es Él quien aviva en su ánimo la espera, es Él quien lleva sus pasos hacia el templo y permite que sus ojos sean capaces de reconocer al Mesías, aunque aparezca como un niño pequeño y pobre. Así actúa el Espíritu Santo: nos hace capaces de percibir la presencia de Dios y su obra no en las cosas grandes, tampoco en las apariencias llamativas ni en las demostraciones de fuerza, sino en la pequeñez y en la fragilidad. Pensemos en la cruz, también ahí hay una pequeñez, una fragilidad, incluso un dramatismo. Pero ahí está la fuerza de Dios. La expresión “conducido por el Espíritu” nos recuerda lo que en la espiritualidad se denominan “mociones espirituales”, que son esas inspiraciones del alma que sentimos dentro de nosotros y que estamos llamados a escuchar, para discernir si provienen o no del Espíritu Santo. Estemos atentos a las mociones interiores del Espíritu.
Preguntémonos entonces, ¿de quién nos dejamos principalmente inspirar? ¿Del Espíritu Santo o del espíritu del mundo? Esta es una pregunta con la que todos nos debemos confronta. Podemos preguntarnos, hermanos y hermanas, ¿qué es lo que anima nuestros días? ¿Qué amor nos impulsa a seguir adelante? ¿El Espíritu Santo o la pasión del momento, o cualquier otra cosa? ¿Cómo nos movemos en la Iglesia y en la sociedad?
Una segunda cuestión es, ¿qué ven nuestros ojos? Simeón, movido por el Espíritu, ve y reconoce a Cristo. Y reza diciendo: «mis ojos han visto tu salvación» (v. 30). Este es el gran milagro de la fe: que abre los ojos, trasforma la mirada y cambia la perspectiva. Como comprobamos por los muchos encuentros de Jesús en los evangelios, la fe nace de la mirada compasiva con la que Dios nos mira, rompiendo la dureza de nuestro corazón, curando sus heridas y dándonos una mirada nueva para vernos a nosotros mismos y al mundo. Una mirada nueva hacia nosotros mismos, hacia los demás, hacia todas las situaciones que vivimos, incluso las más dolorosas. No se trata de una mirada ingenua, no, sino sapiencial: la mirada ingenua huye de la realidad o finge no ver los problemas; se trata, por el contrario, de una mirada que sabe “ver dentro” y “ver más allá”; que no se detiene en las apariencias, sino que sabe entrar también en las fisuras de la fragilidad y de los fracasos para descubrir en ellas la presencia de Dios.
La mirada cansada de Simeón, aunque debilitada por los años, ve al Señor, ve la salvación. ¿Y nosotros? Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿qué ven nuestros ojos?…¿tenemos puesta la mirada en el pasado, nostálgicos de lo que ya no existe o somos capaces de una mirada de fe clarividente, proyectada hacia el interior y más allá?…
Por último, una tercera cosa, ¿qué estrechamos en nuestros brazos? Simeón tomó a Jesús en sus brazos (cf. v. 28). Esta es una escena tierna y densa de significado, única en los evangelios. Dios ha puesto a su Hijo en nuestros brazos porque acoger a Jesús es lo esencial, es el centro de la fe. A veces corremos el riesgo de perdernos y dispersarnos en mil cosas, de fijarnos en aspectos secundarios o de concéntranos en nuestros asuntos, olvidando que el centro de todo es Cristo, a quien debemos acoger como el Señor de nuestra vida.
Cuando Simeón toma en brazos a Jesús, sus labios pronuncian palabras de bendición, de alabanza y de asombro. Y nosotros, ¿hemos perdido la capacidad de asombrarnos? ¿O tenemos todavía esta capacidad? Hagamos un examen sobre esto, y si alguno no la encuentra, pida la gracia del asombro, el asombro ante las maravillas que Dios está haciendo en nosotros, ocultas como la del templo, cuando Simeón y Ana encontraron a Jesús.
Preguntémonos, concluye el Pontifice, qué motivaciones impulsan nuestro corazón y nuestra acción, cuál es la visión renovada que estamos llamados a cultivar y, sobre todo, tomemos en brazos a Jesús. Aun cuando experimentemos dificultades y cansancios —esto sucede, incluso desilusiones, sucede—, hagamos como Simeón y Ana, que esperan con paciencia la fidelidad del Señor y no se dejan robar la alegría del encuentro. Caminemos hacia la alegría del encuentro, esto es muy hermoso. Pongámoslo de nuevo a Él en el centro y sigamos adelante con alegría.”
Lc 2, 32 en la Aclamación del Evangelio nos dice: “Cristo es la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel.” La experiencia del salmista es clave para nuestra vida: Alza la puerta de tu corazón para que entre la luz del Rey Emmanuel. Es un Señor valeroso, un Dios guerrero. Imágenes sacadas de contextos bélicos que nos llevan a caer en la cuenta que nuestra vida siempre se enfrenta a batallas. Son tantos los escenarios de muerte, tiniebla y desolación por los que debemos pasar que parece que nos faltan las fuerzas, que el corazón pierde la confianza. Sin embargo, la imagen impetuosa de un «Dios guerrero» que está a nuestro lado, con nosotros, que nos trae el rayo de su luz, que tiende su mano a la herida de la humanidad, que da aliento y fortaleza en el desgarro, para seguir adelante en la tribulación de la vida.
“¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se mantendrá en pie ante su mirada?» (Mal 3,2). Señor Jesús, es necesario que tu nombre sea conocido; hoy el mundo sufre de injusticia, de violencia, de falta de amor; si tan sólo te conocieran, pero, ¿cómo te van a conocer si yo no les he hablado de ti?
¡Vayamos en paz al encuentro del Señor!
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- https://es.catholic.net/op/articulos/12817/cat/330/maria-presenta-a-jesus-en-el-templo.html#modal
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=02-02-2023
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/02/02/llega-a-su-santuario-el-senor-salgamos-a-su-encuentro/
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2022/documents/20220202_omelia-vitaconsacrata.html
Palabra de Vida Mes de Febrero 2023
Tú eres el Dios que me ve” (cf. Génesis 16, 13) https://ciudadnueva.com.ar/wp-content/uploads/2022/12/PV-02-2023_doble.doc
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.