https://youtu.be/V4XE_8bPExs
- Hch 15, 7-21
- Sal 195
- Jn 15, 9-11
“Reina el Señor, digamos a los pueblos”, nos dice el Salmista hoy y como no proclamarlo a los cuatro viento si como oramos con la Oración Colecta, Dios misericordioso, por pura gracia convierte en justos a los descarriados y en dichosos a los afligidos y le pedimos que actúe con su poder y nos conceda los dones, para que no decaiga en nosotros la firmeza de su perseverancia.
Vemos en la primera lectura como Pedro se levanta y habla a los apóstoles y presbíteros, en medio del Concilio de Jerusalén, como meditábamos ayer, y lleno del Espíritu Santo les habla exhortándolos a dejar de discutir por pequeñeces, y les dice: “Dios que conoce los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros”.
Fueron horas de reflexión, diálogo el llamado Concilio de Jerusalén. Al fin, en la lectura de hoy leemos el acuerdo que comunica Santiago, que preside la comunidad de Jerusalén.
Esto nos lleva a reflexionar sobre nuestra actitud: ¿cómo estamos cooperando en la reflexión comunitaria que se nos pide para lograr caminar juntos, tras haber reflexionado y orado juntos, para ayudar a construir una Iglesia sinodal?
La palabra divina ilumina de tal modo el caminar humano que siempre hay aspectos nuevos que responden las dudas o resuelven las polémicas respecto a la fe, la vida y las costumbres. Una institución como la Iglesia, con más de dos milenios de experiencia y un sinfín de culturas evangelizadas, se convierte en un auténtico manantial de luz en el corazón de la humanidad. Hay que tener en cuenta que el Magisterio no innova: su tarea es ser fiel al designio divino.
Además del magisterio papal cuando habla «ex cátedra» —como hace hoy Pedro—, están la autoridad de los Concilios —el de Jerusalén es el primero—. En los Hechos de los Apóstoles ya contemplamos el camino que fielmente ha seguido la Iglesia.
Como un instrumento eficaz que ayuda al papa y a los obispos, está la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde se resuelven dudas respecto a la postura de la Iglesia sobre cuestiones de actualidad.
Necesitamos esta guía, del todo necesaria, para garantizar que estamos unidos a la fuente, que es Cristo. El Magisterio no es un accidente en la Iglesia: es la mediación necesaria para no errar en nuestro camino hacia Dios. A lo largo de la historia se han producido miles de rupturas con el Magisterio, de toda índole y en lugares bien distintos. Con el correr de los años y de los siglos, esa separación ha tenido como consecuencia una secularización o una radicalización que reduce a la intrascendencia realidades y vocaciones que surgieron fuertes.
Para amar a Cristo, la Iglesia nos muestra el camino. Y nos lo explica el Papa Francisco: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes”. Es, por lo tanto, la plenitud del amor: permanecer en el amor de Jesús.
¿Cómo es el amor de Jesús? ¿Cómo sé que yo siento el amor verdadero?. Hay dos criterios que nos ayudarán a distinguir el amor verdadero del no verdadero. El primer criterio es que el amor se debe poner más en los hechos que en las palabras. Y el segundo criterio consiste en que comunicar es propio del amor: el amor se comunica. Sólo con estos dos criterios podemos encontrar el verdadero amor de Jesús en los hechos, pero en los hechos concretos.
El Padre ama al Hijo, y Jesús no deja de decírnoslo: «El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él» (Jn 8,29). El Padre lo ha proclamado bien alto en el Jordán, cuando escuchamos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido» (Mc 1,11) y, más tarde, en el Tabor: «Éste es mi Hijo amado, escuchadle» (Mc 9,7).
Jesús ha respondido, «Abbá», ¡papá! Ahora nos revela, «como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros». Y, ¿qué haremos nosotros? Pues mantenernos en su amor, observar sus mandamientos, amar la Voluntad del Padre. ¿No es éste el ejemplo que Él nos da?: «Yo hago siempre lo que le agrada a Él».
Pero nosotros, que somos débiles, inconstantes, cobardes y —por qué no decirlo— incluso, malos, ¿perderemos, pues, para siempre su amistad? ¡No, Él no permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas! Pero si alguna vez nos apartásemos de sus mandamientos, pidámosle la gracia de volver corriendo como el hijo pródigo a la casa del Padre y de acudir al sacramento de la Penitencia para recibir el perdón de nuestros pecados. «Yo también os he amado —nos dice Jesús—. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado» (Jn 15,9.11). Entonces nosotros ante tanto Amor, solo podemos decir: “Reina el Señor” y lo testimoniamos a los pueblos.
Bibliografia:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- PíldorasdeFe.com
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/05/19/jueves-de-la-v-semana-de-pascua/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Mayo 2022
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros» (Jn 13, 34) https://www.focolare.org/espana/es/news/2022/05/01/mayo-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.