Hoy la liturgia nos presenta dos profesías cumplidas.
https://youtu.be/m0mwJ0hEChE
- Jer 23, 5-8
- Sal 71
- Mt 1, 18-24
Ha escrito el Papa San Juan Pablo II que «el cristianismo es la sorpresa de un Dios que se ha puesto de parte de su criatura». De hecho, ha sido Él quien ha tomado la “iniciativa”: para venir a este mundo no ha esperado a que hiciésemos méritos. Con todo, Él propone su iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos pide “permiso”. A Santa María se le propuso —¡no se le impuso!— la vocación de Madre de Dios: «Él, que había tenido el poder de crearlo todo a partir de la nada, se negó a rehacer lo que había sido profanado si no concurría María» (San Anselmo).
Pero Dios no solamente nos pide permiso, sino también contribución con sus planes, y contribución heroica. Y así fue en el caso de María y José. En concreto, el Niño Jesús necesitó unos padres. Más aún: necesitó el heroísmo de sus padres, que tuvieron que esforzarse mucho para defender la vida del “pequeño Redentor”.
La liturgia de hoy para llevarnos a la comprensión de este misterio de Amor de Dios al enviar a su Hijo para nuestra salvación, nos presenta hoy dos profecías cumplidas protagonizan las lecturas de hoy:
1). Hoy es Jeremías el que pronuncia una profecía de esperanza, nos comenta Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P. A pesar de las infidelidades del pueblo Dios tiene planes de salvación. Le promete un rey nuevo, de la casa de David. Y será un rey: justo, prudente que dará seguridad y salvará al su pueblo. Y se llamará “el Señor nuestra justicia”.
El oráculo divino pronunciado por Jeremías: un vástago legítimo del rey David, un descendiente real. Esta revelación divina, unida a otras muchas alusiones en el antiguo testamento, hizo que durante siglos el pueblo judío esperara la aparición mesiánica como un gran gobernador.
La promesa se cumple en Jesucristo como aquél que es Pastor de la casa de Israel, como canta la antífona del evangelio. Ser pastor es lo mismo que ser rey: gobernar, ser lider y cabeza de un pueblo.
El evangelio testimonia que san José es descendiente de David y, por lo tanto, destinatario de la promesa, puesto que la pertenencia a la tribu venía por parte de herencia paterna.
Pero su reino “no es de este mundo” (cf., Jn 18,36). En el siglo I, los judíos esperan al Mesías Rey como libertador del yugo romano. En varias ocasiones, viendo los prodigios y el liderazgo evidente del nazareno, los judíos quisieron coronarle como rey, y él se escapó como pudo. No era una revolución social lo que traía, sino la salvación a la humanidad. Por eso, muchos judíos se llevaron un gran chasco: esperaban el Reino de Dios traído por Jesús como algo visible, socialmente estructurado, institucionalizado… y encabezado por él.
2). Es un hecho que ningún rey cumplió estas promesas. De ahí que tanto el pasaje de Jeremías se haya orientado siempre hacia la espera de los tiempos mesiánicos. Nosotros, los cristianos, lo vemos cumplido plenamente en Cristo Jesús.
El Evangelio de san Mateo concluye la genealogía del Redentor que vimos ayer narrando el modo histórico, concreto, en que viene al mundo: su encarnación testimonia que es el tiempo del cumplimiento y no de las promesas. Dios actúa en la historia y lo hace de un modo absolutamente prodigioso, sobrenatural. Ambos términos son compatibles con alusiones a acontecimientos pequeños, imperceptibles. Un acto pequeño que tenga a Dios dentro será aparentemente intrascendente, pero imponente desde el punto de vista de la gracia divina.
Introduce a modo de profecía cumplida un texto de Isaías (7,14) para testimoniar el carácter sobrenatural de la concepción del Mesías: la acción del poder divino hace que una virgen sea al mismo tiempo madre. Dicha concepción del Mesías está asociada también a la previa concepción de María, concebida sin pecado original por una acción única, impresionante, del Espíritu Santo, que preparaba de ese modo el tabernáculo perfecto del Altísimo. Dos concepciones obradas según la gracia divina: la de María fue carnal, pero inmaculada; la del Verbo fue virginal y divina.
Por último, como nos explica el Papa Francisco, “también san José tuvo la tentación de dejar a María, cuando descubrió que estaba embarazada; pero intervino el ángel del Señor que le reveló el diseño de Dios y su misión de padre putativo; y José, hombre justo, “tomó consigo a su esposa” y se convirtió en el padre de la familia de Nazaret.”
Recién terminado el año de San José, encontramos al varón justo puesto a prueba y respondiendo lo más sabiamente posible a una circunstancia que podría haber terminado con María lapidada: estaba embarazada y no había sido él. ¡Esto sí que fue “embarazoso”! La paciencia y la fe del santo patriarca nos muestran cómo el Señor no deja de actuar, aunque a veces parezca jugar con nosotros. Nada le quitó el susto; y tampoco nada le quitó después el asombro ante lo que Dios le tenía preparado.
Palabra de Vida Mes de Diciembre 2021
«¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Se-ñor!» (Lc 1, 45) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Diciembre 2021.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.