https://youtu.be/K2hrz21rliw
- Hch 16, 22-33
- Sal 137
- Jn 16, 5-11
¿Qué debo hacer para salvarme? Es una de las cosas que más angustia a los creyentes y hoy la liturgia nos responde de forma tan diáfana y puntual como todo lo del Señor.
Creer en el Señor Jesús, nos indica en el texto de los Hechos, y por si todavía nos queda duda en el texto del Evangelio nos promete que no nos deja solo, se va pero nos deja el Espíritu Santo.
Y es que definitivamente que no hay experiencia más gozosa en el hombre que la que produce Dios en el corazón del creyente y en aquel que lo lleva a la fe.
La acción de gracias y la alabanza es algo que viene de una actitud del corazón. La alabanza expresa esa confianza en que el amor es más fuerte que el rencor. La situación era muy peligrosa, pero creían firmemente que el Señor está presente en todas las pruebas, y sabían que la solución sería la que Dios tenía preparada y ninguna otra; además creían que sería la mejor. Por eso no estaban preocupados por el peligro, sino dedicados por entero a alabar a Dios, llenos de ánimo como para cantar salmos a medianoche.
Y esa confianza en Dios dará su fruto, será el Señor el que obre en esas circunstancias adversas, y el que motive la conversión del carcelero.
Hemos leído cómo Dios toca el corazón del carcelero y lo lleva a la fe, podemos percibir el gozo que se generó no solo en el hombre sino en Pablo y Silas, de tal modo que después de curarles las heridas preparó una fiesta, por el hecho de “haber creído”.
Es la providencia de Dios la que les libera para que puedan seguir predicando, porque las dificultades no pueden frenar la predicación del Evangelio por parte de los apóstoles, porque esta predicación no es obra humana, sino obra de Dios.
Jesús explica en el texto del Evangelio, en qué consiste la misión del Espíritu: convencer al mundo, es decir a todos los hombres. Y podríamos preguntarnos de qué tiene el mundo que convencerse. Jesús responde, tres cosas, tres certezas que debemos tener: un pecado, una justicia y una condena.
El pecado es no haber creído en Él. La justicia es que el Padre glorifica al Hijo y después de resucitarlo lo sienta a su derecha como rey y juez. La condena es que el demonio, príncipe de este mundo ha sido vencido. Que viéndolo no ya en teoría sino en acción concreta es lo que podemos ver en la primera lectura. El pecado es no creer en Jesucristo ni en aquellos que Él envía en nombre suyo y por eso los hieren y apresan en la cárcel. La justicia es que los reos son inocentes y los presos liberados. Es el poder de la victoria de Cristo, la fuerza de su resurrección. Y la condena, sorprendentemente, no recae sobre los culpables, los pecadores, sino que le corresponde al que desde el principio se rebela contra Dios e intenta destruir su obra. No hay mayor condena para Satanás que ver salvada a una familia entera que ha confesado la fe en Jesucristo.
No invita el Papa Francisco a reflexionar sobre la actual «Palabra de Jesús» contada por el evangelista Juan: «El príncipe de este mundo ya está condenado». De hecho el demonio «es un condenado, es un derrotado, es un encadenado que va a morir»; pero, denunció el Pontífice, «es capaz de hacer masacres.
Sin embargo, no debemos olvidar que nuestra esperanza se halla en Jesucristo. Con su conquista sobre la muerte nos dio una vida que la muerte no podrá nunca destruir, su Vida. Su resurrección es la verificación de que lo espiritual es real. Nada puede separarnos del amor de Dios. Nada puede disminuir nuestra esperanza. Las negativas del mundo no pueden destruir lo positivo de Jesucristo.
El mundo imperfecto en el que vivimos, un mundo donde sufren los inocentes, puede conducirnos al pesimismo. Pero Jesucristo nos ha transformado en eternos optimistas.
La presencia viva del Señor en nuestra comunidad, en nuestras familias, en aquellos aspectos de nuestra sociedad que, con todo derecho, pueden ser llamados “cristianos”, nos confieren una razón para la esperanza. La Presencia Viva del Señor en cada uno de nosotros nos ha proporcionado alegría. No importa cuán grande sea el aluvión de noticias negativas que los medios disfrutan presentándonos; lo positivo del mundo supera con mucho a lo negativo, pues Jesús ha ascendido.
Entonces, ante la pregunta con la que titulamos esta reflexión, y ante la gran astucia del mal que no quiere que nos salvemos, la respuesta no la da el Pontífice: “nosotros debemos rezar, hacer penitencia, no acercarnos, no dialogar con él. Y al final, ir donde la madre, como los niños», ya que «cuando los niños tienen miedo, van donde la madre: “Mamá, mamá… ¡tengo miedo!”, cuando tienen pesadillas… van donde la madre». Y para el cristiano la madre es «la Virgen; ella nos custodia». Por eso «los padres de la Iglesia, sobre todo los místicos rusos, dicen —rezó Francisco— “en el tiempo de las turbaciones espirituales, refugiarse bajo el manto de la gran Madre de Dios”. Ir donde la Madre».
¡Felices Pascuas de Resurrección!
Bibliografia:
- Folleto La Misa de Cada Día
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2018/documents/papa-francesco-cotidie_20180508_frente-tentaciones.html
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/05/16/el-espiritu-rompe-todos-los-cepos/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes de Mayo 2023
“ Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos.” (Romanos 12, 10) https://ciudadnueva.com.ar/wp-content/uploads/2023/04/PV-05-2023_doble.docx
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.