https://youtu.be/vCbt8IO8mfc
- Stgo 1, 19-27
- Sal 14
- Mc 8, 22-26
¿Quién será grato a tus ojos Señor?, nos dice el Salmista hoy? y la liturgia de hoy nos confronta con nuestra ceguera espiritual, esa que como dice la primera lectura “se parece a un hombre que se mira la cara en un espejo, y después de mirarse, se da media vuelta y al instantes se olvida de cómo es.”
Es por eso que no es de extrañarnos que el mundo cristiano no es lo que debería de ser, en gran parte se debe a que muchos de nosotros nos hemos convertido sólo en “escuchadores” de la Palabra.
Recordemos que hoy nos dice el apóstol que es precisamente en “practicar esta palabra” en donde se encuentra la verdadera felicidad y nos da unos buenos consejos para vivir como verdaderos creyentes:
- Empieza hablándonos de la velocidad: “sed prontos para escuchar, lentos para hablar y lentos para la ira”. Fácil de entender y más difícil de practicar.
- Nos pide, como orientación general de nuestra vida, “aceptar dócilmente la Palabra”,
- y nos advierte que aceptar la Palabra no es solo escucharla, sino también ponerla en práctica. Si le hacemos caso obtendremos el premio de la felicidad, que todos tanto deseamos.
- También nos pide “tener a raya la lengua”, que podemos traducir que hablemos desde la bondad y desde el amor, buscando siempre hacer el bien a los demás, y nunca desde el mal y para hacer daño a nuestros hermanos.
- Nos da un doble consejo para terminar este pasaje: “Visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones”, personas siempre en delicada situación, y “no mancharse las manos con este mundo”, es decir, que no vivamos según los criterios de este mundo, entendiendo aquí mundo como lo contrario a Dios. Vivamos, más bien, guiados siempre de la mano de Jesús.
Hoy además del meollo, llos evangelistas añaden algunos elementos para poner al lector en contexto: Los discípulos llevan a un ciego al centro de la aldea de Betsaida, delante de Jesús y delante de todos los paisanos. Y través de un milagro, Jesús nos habla del proceso de la fe.
La curación del ciego en dos etapas muestra que no siempre es la fe una iluminación instantánea, sino que, frecuentemente requiere un itinerario que nos acerque a la luz y nos haga ver claro. No obstante, el primer paso de la fe —empezar a ver la realidad a la luz de Dios— ya es motivo de alegría, como dice san Agustín: «Una vez sanados los ojos, ¿qué podemos tener de más valor, hermanos? Gozan los que ven esta luz que ha sido hecha, la que refulge desde el cielo o la que procede de una antorcha. ¡Y cuán desgraciados se sienten los que no pueden verla!».
Y el Señor en vez de poner a la gente en posición de “ojo, que llega el milagro, atentos a la función”, le coge de la mano y se lo lleva lejos, para estarse a solas con él. Es una escena conmovedora y extraña al tiempo, porque Jesús usa su propia saliva para que el ciego empiece a ver.
Para muchos, la saliva suele ser una de las emulsiones humanas más desagradables. Nos da apuro beber del vaso de un desconocido. Llamamos baba a la saliva incosciente del anciano, una referencia al rastro correoso de la babosa, uno de los bichos más inquietantes salidos de las manos del Creador.
Sin embargo, recordemos que la saliva golpeó el rostro de nuestro Señor durante su Pasión. Quizá un golpe de saliva en los ojos del Hijo de Dios le produjera mayor humillación que un golpe de caña porque, además de esa electricidad local que conlleva todo dolor, el desprecio es inmaterial, no se cuantifica, es demoledor, anega el cuerpo y el alma.
Pero, está claro que el Señor, en este texto del evangelio, estaba ejerciendo de Maestro en todo su esplendor. Se lleva al ciego de la mano, le va haciendo ver la realidad de menos a más, de la nada a los indicios; existe en su proceder como una pedagogía interior, progresiva. ¿Te acordásemos de la frase del salmo responsorial de ayer?, “Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor”. Es decir, feliz quien se deja hacer por el Señor, quien deja hacerse por su lenta pedagogía.
Veamos el significado: una vez fuera de la aldea, Jesús «le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ‘¿Ves algo?’» (Lc 8,23). Este gesto recuerda al Bautismo: Jesús ya no nos unta saliva, sino que baña todo nuestro ser con el agua de la salvación y, a lo largo de la vida, nos interroga sobre lo que vemos a la luz de la fe. «le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía claramente todas las cosas.» (Lc 8,25); este segundo momento recuerda el sacramento de la Confirmación, en el que recibimos la plenitud del Espíritu Santo para llegar a la madurez de la fe y ver más claro. Recibir el Bautismo, pero olvidar la Confirmación nos lleva a ver, sí, pero sólo a medias.
No obstante, menudo, para evadir nuestro compromiso serio como bautizados, miembros de la Iglesia, tendemos a hacer una religión a nuestra medida. Por lo general, se pueden tomar dos posturas: hay quienes insisten por una religión vivida con rigorismo y legalidad, y hay quienes en nombre de una falsa libertad creen que pueden hacerse una religión a su manera. Es claro que estas dos posturas no nos traen ningún beneficio para tener realmente un encuentro personal con el Dios de Jesucristo.
Nos explica el Papa Francisco: “Mientras que el ciego grita invocando a Jesús, la gente lo reprendía para hacerle callar, como si no tuviese derecho de hablar. No tienen compasión de él, es más, les molestan sus gritos. Cuántas veces nosotros, cuando vemos mucha gente en la calle —gente necesitada, enferma, que no tiene para comer— sentimos que nos molestan. Cuántas veces, cuando nos encontramos ante muchos refugiados e inmigrantes, sentimos que nos molestan. Es una tentación que todos nosotros tenemos. Todos, ¡también yo! Es por esto que la Palabra de Dios nos pone en guardia recordándonos que la indiferencia y la hostilidad convierten en ciegos y sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en ellos al Señor. Incluso por nuestra vida pasa Jesús; y cuando pasa Jesús, y me doy cuenta de ello, es una invitación a acercarme a Él, a ser más bueno, a ser un mejor cristiano, a seguir a Jesús.”
Ahora bien, ¿cuál es la mejor manera de vivir nuestra relación con Dios? ¿Dios nos pide caminar junto a Él con un reglamento bajo la mano? No, Dios nos ha dado preceptos sabios y prudentes y nos pide no aumentar, ni quitar, sino simplemente guardarlos y cumplirlos con fidelidad. ¿Cuáles son esos mandatos?, practicar la justicia, no calumniar al prójimo, decir la verdad, no aceptar soborno…. ¿De qué manera hoy lo podemos hacer realidad?, actuando con corazón limpio, sin malas intenciones.
La inmensa mayoría de nosotros no hemos nacido ciegos. No sabemos lo que es la ceguera de nuestros ojos. Pero tenemos que reconocer que en las cuestiones más importantes de nuestra vida, como saber de dónde venimos, hacia dónde vamos, qué tenemos que hacer para encontrar la felicidad ante las distintas circunstancias de la vida, qué valores vivir… sufrimos ceguera, no lo vemos todo claro. Y con gusto, nos hemos acercado a Jesús y le hemos oído decir: “Yo soy la luz del mundo el que viene detrás de mí no andará en tinieblas”. Nos hemos acercado a él, y nos ha regalado su potente luz y, por eso, ya no andamos en tinieblas y podemos caminar con luz suficiente por esta tierra, antes de disfrutar de luz total después de nuestra muerte y resurrección.
Bibliografía
- http://www.seminariodezacatecas.com/c49-meditemos/reflexiondominical/quien-sera-grato-a-tus-ojos-senor-domingo-xxii-del-tiempo-ordinario/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/02/16/el-maestro-va-poco-a-poco/
- https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy.html
Palabra de Vida Mes de Febrero 2022
«Al que venga a mí no lo echaré fuera» (Jn 6, 37) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.