https://youtu.be/dNp7HBtsvBc
- Is 38, -6. 21-22. 7-8
- Sal 38
- Mt 12, 1-8
”Misericordia quiero y no sacrificios” nos dice el Señor hoy, y es que para el Señor la dignidad del hombre prevalece sobre toda norma o ley. Hoy el Señor se acerca al sembrado de tu vida, para recoger frutos de santidad. ¿Encontrará caridad, amor a Dios y a los demás? Jesús, que corrige la casuística meticulosa de los rabinos, que hacía insoportable la ley del descanso sabático: ¿tendrá que recordarte que solo le interesa tu corazón, tu capacidad de amar?
El tiene en cuenta las intenciones de nuestro corazón en el actuar, como nos lo muestra la primera lectura en la que ante la súplica de Exequías el lo sana y alarga su vida, pues como nos indica el Salmista, “ a los que Dios protege viven…, me has curado, me has hecho revivir.”
Cuántas veces, como lo hemos dicho anteriormente, un acontecimiento que se interpreta como negativo es, precisamente, el motor de acontecimientos que traerán la salvación y la vida, no sólo para nosotros, sino para todo el mundo. En el pasaje de hoy de la primera lectura, hemos escuchado cómo una enfermedad mortal lleva al rey a una actitud de profunda humildad y a orar al Señor por su vida. Esta oración se convierte en salvación, no sólo para él sino para todo su pueblo.
Con esta misma confianza también nosotros, los cristianos, debemos orar a Dios, sabiendo que Él siempre nos escucha, pero también tenemos que tener presente que no siempre nos concederá lo que pedimos, porque tal vez no nos conviene. Dios ve más allá que nosotros y Él nunca se equivoca.
Cuando a Ezequías se le anuncia que va a morir, no sólo oró al Señor, sino que le presentó sus buenas obras, su rectitud de vida y su fidelidad a Dios. Esto nos lleva a preguntarnos si nosotros también podríamos decirle lo mismo a Dios: “he caminado en tu presencia con un corazón íntegro y sincero y he hecho lo que te agrada”
Vivamos como si cada día fuera el último de nuestra existencia, así viviremos fieles a lo único que da sentido a nuestra vida, a Dios. No olvidemos que la oración nos pone en onda con Dios y su Espíritu, y nos da fuerzas para seguir luchando.
En el Evangelio de hoy, nos demanda: «Misericordia quiero y no sacrificio». Tendríamos que repetírnoslo muchas veces, para grabarlo en nuestro corazón: Dios, rico en misericordia, nos quiere misericordiosos.
Nos explica el Papa Francisco que “concluyendo ese diálogo con los fariseos, Jesús les recuerda una palabra del profeta Oseas (6, 6): «Id, pues, a aprender qué significa aquello de: misericordia quiero, que no sacrificio» (Mt 9, 13). Dirigiéndose al pueblo de Israel el profeta lo reprendía porque las oraciones que elevaba eran palabras vacías e incoherentes. A pesar de la alianza de Dios y la misericordia, el pueblo vivía frecuentemente con una religiosidad «de fachada», sin vivir en profundidad el mandamiento del Señor. Es por eso que el profeta insiste: «misericordia quiero», es decir la lealtad de un corazón que reconoce los propios pecados, que se arrepiente y vuelve a ser fiel a la alianza con Dios.”
No es cuestión de ritualismo exterior sino cuestión de corazón. Y un corazón sin compasión es un corazón autosuficiente, que va adelante sostenido por su propio egoísmo, que se vuelve fuerte sólo con ideologías, que solo se mira a sí mismo, que se engríe con el orgullo y la prepotencia. Es, en definitiva, un corazón endurecido, de piedra. En los corazones duros no puede entrar el Señor.
El Señor entra en los corazones que se asemejan al suyo, en los que están abiertos a la conversión, en los corazones que son misericordiosos, en los corazones sensibles a las necesidades de los que le rodean, en los corazones abiertos al perdón, en los corazones que no llevan cuentas del mal. Dios es el único que puede juzgar en lo profundo de los corazones.
”!Qué cercano está Dios de quien confiesa su misericordia! Sí; Dios no anda lejos de los contritos de corazón» (San Agustín). ¡Y qué lejos estás de Dios cuando permites que tu corazón se endurezca como una piedra!
Estemos atentos, porque también nosotros corremos el riesgo de vivir como los fariseos, en la apariencia, cumpliendo los preceptos y las leyes, y sin darnos cuenta dejando a Dios en un segundo plano y creernos que con nuestro esfuerzo podemos alcanzar la santidad. Así les pasaba a los fariseos que identificaban la santidad con el cumplimiento escrupuloso de las normas.
Jesús nos demanda: «Misericordia quiero y no sacrificio». Tendríamos que repetírnoslo muchas veces, para grabarlo en nuestro corazón: Dios, rico en misericordia, nos quiere misericordiosos.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/07/15/la-autoridad-del-amor/
- https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy.html
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/07/15/la-autoridad-del-amor/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Julio 2022
«Solo una cosa es necesaria» (Lc 10, 42) https://www.focolare.org/espana/es/news/2022/06/30/julio-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.