?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.
https://youtu.be/eu65WXAMOYI
- Apoc 11, 19; 12, 1-6. 10
- Sal 44
- 1 Cor 15, 20-27
- Lc 1, 39-36
Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». ¡Alegrémonos todos en el Señor al celebrar la Asunción de la Virgen María! ¡Los cielos cantan, se alegran los ángeles y todas las criaturas alaban a la Madre de Dios! La primera lectura de la solemnidad que hoy celebramos nos habla de un gran signo en el cielo. Este signo de la mujer no es sino el triunfo final de Dios en María, un triunfo definitivo sobre el pecado y la muerte. En ella, asunta en cuerpo y alma al cielo, ya se ha realizado lo que un día en nosotros sucederá. En ella vemos un modelo ya acabado y perfecto del destino final al que estamos todos llamados. En ella contemplamos el poder de Dios, que es capaz de hacer nuevas todas las cosas.
Al celebrar la asunción de María, el texto de la segunda lectura, nos propone una meditación que opone la Pascua de Jesús o la falta de Adán. Se resalta así la obediencia de quien confía en Dios y busca cumplir su voluntad incluso en situaciones extremas. Así lo hizo Cristo, nuestro modelo, el que por su confianza obediencia en el Padre cambió la muerte en vida. Por eso, también María se alejó de la desobediencia de Adán, aun siendo humana, nos comenta el Folleto de la Misa Diaria.
Estamos ante una de las fiestas más populares en el pueblo cristiano. Por ello conviene matizar bien el significado que para el pueblo cristiano tiene la fiesta y no recargarla con desacertadas imágenes y significados que ahogan su espiritualidad. Lo que se celebra es la muerte y resurrección de la Santísima Virgen María, es decir, los misterios del final de su vida y su resurrección por la gracia de Dios que la asocia como compañera inseparable de su Hijo eterno en la vida eterna.
Debe prescindirse, en primer lugar, de toda imaginación simplificadora de ángeles que bajan y trasladan el cuerpo mortal de la Virgen al otro mundo sin pasar por el trance doloroso y denigrante de la muerte, como pasamos todos los mortales.
Y en segundo lugar, pero ya fuera del tiempo, resucitar por obra de Dios para la vida nueva e inmortal. Así fue la muerte y resurrección de Cristo y es a la que configura la muerte y resurrección de su madre santísima. Lo contrario sería ocultar el sentido de la muerte de Cristo.
Se trata de recordar el misterio pascual de Cristo y afirmar cómo se vivió de una manera singular y excelente en su santísima Madre. Después de la Pascua del Señor celebramos la pascua de su santísima madre. Y, eso sí, lo hacemos llenos de esperanza en que también nosotros alcanzaremos nuestra pascua personal. En la fiesta de hoy anhelamos nuestra pascua por la gracia de Dios. Lo que para nosotros es espera, para la Virgen es realidad gozosa por estar asociada a la muerte y resurrección de su Hijo, nos comenta Fr. Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.
Ahora nos preguntamos, nos invita el Emérito Benedicto XVI: ¿qué da a nuestro camino, a nuestra vida, la Asunción de María? La primera respuesta es: en la Asunción vemos que en Dios hay espacio para el hombre; Dios mismo es la casa con muchas moradas de la que habla Jesús (cf. Jn 14, 2); Dios es la casa del hombre, en Dios hay espacio de Dios. Y María, uniéndose a Dios, unida a él, no se aleja de nosotros, no va a una galaxia desconocida; quien va a Dios, se acerca, porque Dios está cerca de todos nosotros, y María, unida a Dios, participa de la presencia de Dios, está muy cerca de nosotros, de cada uno de nosotros.
Pero también hay otro aspecto: no sólo en Dios hay espacio para el hombre; en el hombre hay espacio para Dios. También esto lo vemos en María, el Arca santa que lleva la presencia de Dios. En nosotros hay espacio para Dios y esta presencia de Dios en nosotros, tan importante para iluminar al mundo en su tristeza, en sus problemas, esta presencia se realiza en la fe: en la fe abrimos las puertas de nuestro ser para que Dios entre en nosotros, para que Dios pueda ser la fuerza que da vida y camino a nuestro ser. En nosotros hay espacio; abrámonos como se abrió María, diciendo: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra». Abriéndonos a Dios no perdemos nada. Al contrario: nuestra vida se hace rica y grande.
Así, la fe, la esperanza y el amor se combinan. Hoy se habla mucho de un mundo mejor, que todos anhelan: sería nuestra esperanza. No sabemos, no sé si este mundo mejor vendrá y cuándo vendrá. Lo seguro es que un mundo que se aleja de Dios no se hace mejor, sino peor. Sólo la presencia de Dios puede garantizar también un mundo bueno. Pero dejemos esto. Una cosa, una esperanza es segura: Dios nos aguarda, nos espera; no vamos al vacío; él nos espera. Dios nos espera y, al ir al otro mundo, nos espera la bondad de la Madre, encontramos a los nuestros, encontramos el Amor eterno. Dios nos espera: esta es nuestra gran alegría y la gran esperanza que nace precisamente de esta fiesta. María nos visita, y es la alegría de nuestra vida, y la alegría es esperanza.
Así pues, ¿qué decir? Corazón grande, presencia de Dios en el mundo, espacio de Dios en nosotros y espacio de Dios para nosotros, esperanza, Dios nos espera: esta es la sinfonía de esta fiesta, la indicación que nos da la meditación de esta solemnidad. María es aurora y esplendor de la Iglesia triunfante; ella es el consuelo y la esperanza del pueblo todavía peregrino, dice el Prefacio de hoy. Encomendémonos a su intercesión maternal, para que nos obtenga del Señor reforzar nuestra fe en la vida eterna; para que nos ayude a vivir bien el tiempo que Dios nos ofrece con esperanza. Una esperanza cristiana, que no es sólo nostalgia del cielo, sino también deseo vivo y operante de Dios aquí en el mundo, deseo de Dios que nos hace peregrinos incansables, alimentando en nosotros la valentía y la fuerza de la fe, que al mismo tiempo es valentía y fuerza del amor.
Palabra de Vida Mes de Agosto 2021
“El que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.” (Mateo 18, 4) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida
Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:
"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Agosto 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.