https://youtu.be/AgjktIEdLm0
- Dan 3, 25. 34-43
- Sal 24
- Mt 18, 21-35
Importante invitación a practicar la Misericordia nos hace la liturgia de hoy; importante porque en el proceso de conversión de vida que hemos venido realizando, es necesario que, además del arrepentimiento, parte fundamental de ésta, se pongan las bases para iniciar una nueva vida, una vida vivida en el Espíritu, y no podemos dejar fuera la Misericordia.
“Acepta nuestro corazón adolorido y nuestro espíritu humillado”; aprovechemos cada situación por la que pasemos en estos días para que el fuego del Espíritu Santo purifique nuestros corazones y sigamos a Dios de todo corazón, respetándole y buscando su rostro (Dan 3, 41). Él nos tratará conforme a su gran bondad y misericordia.Y quedaremos asombrados al ver que tu “guías por la senda recta a los humildes… que tu amor y tu ternura son eternos … Descúbrenos, Señor tus caminos…”, nos dice el Salmista.
El evangelio nos pone en pantalla aquello que cada uno de nosotros conoce por propia experiencia y con profundo agradecimiento: que Dios perdona sin límites al arrepentido y convertido.
Afirma el Papa Francisco: “El evangelio nos ofrece una enseñanza sobre el perdón, que no niega el mal sufrido sino que reconoce que el ser humano, creado a imagen de Dios, siempre es más grande que el mal que comete. San Pedro pregunta a Jesús «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?, ¿Hasta siete veces?». A Pedro le parece ya el máximo perdonar siete veces a una misma persona; y tal vez a nosotros nos parece ya mucho hacerlo dos veces. Pero Jesús responde: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete», es decir, siempre: tú debes perdonar siempre. Y lo confirma contando la parábola del rey misericordioso y del siervo despiadado, en la que muestra la incoherencia de aquel que primero ha sido perdonado y después se niega a perdonar.”
Sabemos que Dios repara el pecado con el perdón y la misericordia, sin embargo, quizás una de las cosas de las que más adolece el mundo hoy, es de falta de misericordia. Nos hemos vuelto duros, rígidos, muchas veces intolerantes e insensibles. Es lamentable ver que algunos cristianos, que debían de estar llenos del amor misericordioso de Dios, continúan actuando como este siervo despiadado de la parábola; esperan sólo el momento del error del hermano para echárselo en cara. Quizás podríamos escudarnos en que buscamos su bien, que lo estamos educando, que es la única manera de que aprenda, sin embargo, esta no fue la pedagogía de Jesús, y no es la manera como nos trata el Padre. Jesús nos dijo: “Sean perfectos como el Padre Celestial es perfecto”. Y, ¿cuántos de nosotros lo somos? Y por no serlo, ¿Jesús nos desprecia o nos humilla? Ciertamente no, pues respeta nuestro proceso, nos alimenta con amor y de esta manera nos permite experimentar su misericordia.
Siendo sinceros, compadecernos del que nos ofende no es lo primero que nace en nuestro corazón. Esta experiencia de compasión sólo podemos tenerla con los demás después de haberla experimentado nosotros. Después de un encuentro vital. Para este encuentro nos estamos preparando; para el encuentro con Aquel que ha cargado sobre sí todos nuestros pecados, que se ha convertido en un gusano, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo (cfr. Salmo 22, 6);más aún, que se ha hecho un maldito ante su pueblo – porque dice la escritura – maldito el que cuelga de un madero (cfr. Gal 3,13).
Es un tiempo para ajustar cuentas con el Rey. Envía a su propio Hijo para llevarnos ante Él; el Príncipe de la paz lleva roja la túnica de sangre, camina con pies sangrantes y está coronado de espinas. Él se hace cargo de las cuentas y nos justifica hasta llegar a decir “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”(Lc 23, 34).
Y cuando experimentamos que realmente sus palabras son verdaderas en nosotros, que necesitamos su perdón y que nos lo ha concedido gratuitamente, nuestro corazón experimenta la compunción, la humildad, la compasión. Tenemos la experiencia de que, sin su misericordia, somos unos esclavos y vivimos ahogados con los intereses que traen los “negocios turbios”.
Solo esta profunda, real y consciente experiencia de necesidad permite que se caigan las escamas de nuestros ojos y reconozcamos que el que nos ha ofendido es tan frágil y pobre como nosotros, que tampoco sabe lo que hace.
Para vivir esto no debemos esperar al Viernes Santo. Este encuentro es necesario que se produzca HOY en la vida de cada uno. Hoy y cada día, para que, al sabernos amados en nuestra debilidad, vivamos los encuentros o situaciones, no desde el fastidio de las ofensas, ahogando al prójimo hasta que nos pague lo poco o mucho “que nos debe”, sino que vivamos en la plena libertad de los hijos de Dios – y dejemos vivir en ella – reconciliados, gozosos, agradecidos, enamorados del Dios que se ha compadecido de nosotros.
Para vivir este encuentro desde el Amor genuino, con la Oración Colecta, pidamos: “Que tu gracia, Señor, nunca nos abandone.”
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=14-03-2023
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/03/14/necesidad-de-aprender-a-perdonar/
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2017/documents/papa-francesco_angelus_20170917.html
Palabra de Vida Mes de Marzo 2023
“ Vivan como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad,justicia y verdad» (Ef 5, 8-9) | https://ciudadnueva.com.ar/wp-content/uploads/2022/12/PV-03-2023_doble.doc
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.