https://youtu.be/x1VjH-uVw3o
- Is 45, 6-8. 18. 21-25
- Sal 84
- Lc 7, 19-23
Hoy celebramos la memoria de San Juan de la Cruz. Presbítero y doctor de la Ley. Su ejemplo nos debe guiar, para en este tiempo de Adviento, considerar el lugar que el Señor tiene en nuestra vida, ese santo supo ponerlo en primer lugar; su ejemplaridad es inmensa. Ya Santa Teresa dice de él que ha sido siempre santo, que es hombre celestial y divino, que no halla ningún otro que tanto afervore en el camino del cielo. Afervoraba con su palabra y con la santidad de su vida llena de pruebas y tribulaciones. No se le había regalado nada. Señalado con la cruz desde su tierna infancia, se ha distinguido por su conformidad con la voluntad divina, por su dulzura, por su espíritu de oración y trato con Dios, por su enorme paciencia en los sufrimientos de la cárcel y de su última enfermedad.
El probablemente sí tenía la certeza en su corazón quién era para él, el Señor, como nos dice la primera lectura y que Dios es justo y no hay otro fuera de El.
Hoy nos dice a nosotros: “Vuélvanse a mí y serán salvados”. La salvación que sólo puede venir del único Dios, el Dios que creó todo cuanto existe y que lo creó sabiamente, con amor y con un proyecto de bienestar para todos los pueblos.
El Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, no sólo cumple el designio de Dios para con su pueblo, sino que es luz, esperanza y fuente de bendición para todos los hombres de todos los pueblos y tiempos. Dios mira por todos los hombres, no sólo por algunos; Dios no es exclusivista, ni se preocupa sólo por los buenos o por los suyos, porque todos los hombres son suyos. Por eso, él vela, cuida y protege a cada una de sus criaturas. La esperanza de Israel de ver que Dios se hace presente entre los hombres, se muestra como un don de Dios, es como la lluvia que baja del cielo o como el alimento que brota del campo, es algo que no se consigue con las propias fuerzas o capacidades: todo verdadero don y bendición procede de Dios.
Hoy, cuando vemos que en nuestra vida no sabemos qué hemos de esperar, cuando a veces perdemos la ilusión porque no nos atrevemos a mirar más allá de nuestras deficiencias, cuando estamos alegres por ser fieles a Jesucristo y, a la vez, inquietos o lánguidos por no saborear los frutos de nuestra misión apostólica, el Señor quiere que nos preguntemos como Juan Bautista: «¿Debemos esperar a otro?» (Lc 7,20).
La duda en el ser humano es normal, cuando somos adultos, somos desconfiados por naturaleza, ya que la experiencia nos hace dudar de lo que nos ocurre, de lo que tenemos alrededor, de pequeños, la inocencia nos permite confiar en todos y en todo. Qué importante es darse cuenta de esto, sobre todo cuando debido a nuestro cansancio, nos asaltan las dudas: ¿merecerá la pena tanto esfuerzo? ¿no estaré malgastando – como dicen muchos – mi tiempo y mis energías en algo inútil? Es normal que uno sienta esa cierta zozobra cuando siembra la semilla y desde esa hora, pierde casi totalmente el control sobre la planta que espera que un día brote y que después crecerá y dará fruto. En el momento de enterrar en el surco la vida, es normal que surja la preocupación por el futuro que vendrá. Y es que la fe, hasta la más fuerte y sincera puede convivir con la duda; el creyente no es el que ve todo como a la plena luz del día, el creyente es el que sigue avanzando en la dirección correcta, aunque no vea nada claro delante de sus ojos. Ante esa fe, la de aquel que no se escandaliza de Jesús ni de su cruz, sino que lo abraza con amor, Dios responderá regalándole un modo nuevo de ver las cosas que le permitirá reconocer los signos de su presencia en su vida, y los signos de esa humanidad nueva que está creando todavía hasta hoy.
Afirma San Juan Pablo II: “Amadísimos hermanos y hermanas, el tiempo de Adviento se nos da para que podamos hacer nuestro una vez más el contenido de esa pregunta: ¿Eres tú el Mesías?, ¿eres tú el Hijo de Dios? No se trata simplemente de imitar a los discípulos de Juan el Bautista, o de proponer de nuevo el pasado; al contrario, es preciso vivir intensamente los interrogantes y las esperanzas de nuestros días.
La experiencia diaria y los acontecimientos de cada época muestran que la humanidad y cada persona están en continua espera de esa respuesta de Cristo, que avanza en la historia, viene a nuestro encuentro como el cumplimiento esperado de los eventos humanos. Sólo en él, colmado el horizonte caduco del tiempo y de las realidades terrenas, a veces maravillosas y atrayentes, encontraremos la respuesta definitiva a la pregunta sobre la venida del Mesías que hace vibrar el corazón humano.
[…] La cima del conocimiento de Dios se alcanza en el amor: en el amor que ilumina y transforma con la verdad de Cristo el corazón del hombre. El hombre necesita amor, necesita verdad, para no dilapidar el frágil tesoro de la libertad.”
Se acerca la Navidad, y como nos decía Fray Marco el domingo en la homilía, el Señor quiere seguir creciendo cada día en nuestra vida; arreglémosle nuestro pesebre con a esperanza y alegría propia de esta semana Gaudette, la misma que debemos experimentar en cada Eucaristía, anticipo del Cielo.
Dejémonos arrebatar por esta novedad: en cada Eucaristía Dios se entrega todo, no nos acostumbremos a lo Sagrado, porque entonces pierde el encanto.
¡Ven Señor a Salvarnos!
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=14-12-2022
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/12/14/escandalizarse-o-felicitarse/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.deiverbum.org/lc-07_19-23/
Palabra de Vida Mes de Diciembre 2022
“Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna” (Isaías 26, 4) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Dciembre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.