https://youtu.be/yCAVWIEjYKY
- Hch 3, 11-26
- Sal 8
- Lc 24, 35-48
Hoy la liturgia nos continua mostrando a los Apóstoles, en especial a Pedro con una actitud totalmente diferente, convencidos de quién es Jesús y este último se sigue apareciendo a diferentes personas para hacerles ver la nueva de su Resurrección.
En el texto de los Hechos de hoy, Pedro, al ver la buena disposición de la gente, aprovecha para dirigirles una nueva catequesis. Sus oyentes son judíos y argumenta a partir del AT. de los anuncios de Moisés y los profetas. Los discursos-predicaciones de Pedro ayudan a leer la historia como Historia de Salvación, que culmina en Cristo, y, después de la venida del Espíritu, en la constitución de la comunidad mesiánica reunida en torno al Señor.
Este es un Pedro que ha madurado claramente en su fe, afirma ahora lo que nunca había entendido bien: que el Mesías tenía que pasar por la muerte y la cruz. Ahora ya sabe que «el Mesías tenía que padecer». Pedro anuncia que a través de la resurrección Jesús se ha convertido en salvador de todos y por tanto todos tenemos que convertirnos a él: «Dios resucitó a su siervo y os lo envía para que os traiga la bendición si os apartáis de vuestros pecados».
Vemos en el evangelio que Jesús “se aparece” a los discípulos reunidos en comunidad, pero siempre en función de la comunidad. Con su presencia comunica paz (“paz a vosotros“) y confía una misión: “Seréis mis testigos“.
Así lo afirma el Papa Francisco: “Él, la tarde de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: “Ustedes son testigos de todo esto”. Los Apóstoles, que vieron con los propios ojos a Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se había mostrado a ellos para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo.
Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y cuenta. Ver, recordar y contar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el acontecimiento. Por eso recuerda, no solo porque sabe reconstruir en modo preciso los hechos sucedidos, sino también porque aquellos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo cuenta, no de manera fría y distante sino como uno que se ha dejado poner en cuestión y desde aquel día ha cambiado de vida. El testigo es uno que ha cambiado de vida.“
Generalmente decimos que Jesús “se apareció” a los discípulos, No se trata propiamente de una “aparición” como si un fantasma llegara de pronto ante el estupor de los presentes. Es, más bien, descubrir por parte nuestra la presencia permanente de Cristo allí donde estamos reunidos en comunidad
Él no es un fantasma, es totalmente real, pero, a veces, el miedo en nuestra vida va tomando cuerpo como si fuese la única realidad. En ocasiones es la falta de fe y de vida interior lo que va cambiando las cosas: el miedo pasa a ser la realidad y Cristo se desdibuja de nuestra vida. En cambio, la presencia de Cristo en la vida del cristiano aleja las dudas, ilumina nuestra existencia, especialmente los rincones que ninguna explicación humana puede esclarecer.
La resurrección de Cristo es lo que da sentido a todas las vicisitudes y sentimientos, lo que nos ayuda a recobrar la calma y a serenarnos en las tinieblas de nuestra vida. Las otras pequeñas luces que encontramos en la vida sólo tienen sentido en esta Luz.
El Señor se presenta con ese “paz a vosotros” que es la manifestación de su cercanía: si Jesús está cerca, tenemos paz. Si no la tenemos, es que debemos acercarnos más a Él y abandonarnos en Él. Es fácil imaginarse la sensación de todos: le vieron flagelado, coronado de espinas, crucificado, maltratado y vilipendiado. No podían apartar de sus mentes y corazones semejante escena. Y ahora aparece vencedor, con gloria, lleno de fortaleza, llevando la delantera, mostrando a las claras su triunfo.
Llama la atención cómo el Maestro desea que sus apóstoles crean a fondo. No le basta con que le vean Resucitado. No quiere arriesgarse a que luego piensen que fue un sueño. Desea fortalecerles la fe y les da todas las pruebas posibles: quiere que le palpen, les muestra las manos y los pies, come delante de ellos. Eso les devuelve la tranquilidad y la alegría. Sienten que Jesús, el de siempre, el amor de sus vidas, vuelve a estar entre ellos. Como amigos. Con sus conversaciones habituales. Llama la atención cómo Jesús no parece tener prisa, no quiere marcharse, desea abrir su corazón, quiere cerciorarse de que los suyos están bien, con esperanza, con ánimo. Quiere darles con las obras esa paz que antes les ha mandado con las palabras.
Cada Eucaristía ha de ser una “aparición” del Resucitado, una experiencia de encuentro de él con nuestra comunidad, con cada uno de nosotros. Después de haberle reconocido con los ojos de la fe, en la fuerza de la Palabra y en la fracción del Pan, hemos de salir a ser sus testigos con nuestro compromiso ejemplar. Todos los que se encuentran de verdad con el Señor, salen radiantes del encuentro, irradian bondad, se entregan, de modo que los demás descubren en ellos algo extraño.
La Palabra de Vida de este mes,
En la Palabra de Vida de este mes “Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios”, Pablo invita a dirigir nuestro pensamiento y todo nuestro ser a Cristo, que ha resucitado. En efecto, en el bautismo nosotros también morimos y resucitamos en Cristo. Podemos vivir “en el ya y no todavía” esta nueva vida, pus recordemos que como nos dice el Samista, el Señor nos hizo un poquito inferiores a los Ángeles, nos coronó de gloria y dignidad…”
Sería hermoso que en esta Pascua experimentásemos la paz de la cercanía de Cristo: parando un poco, encontrando esos espacios para sentir su presencia, reservando algún momento en nuestras jornadas para dejar que Él invada nuestra alma. Jesús no tiene prisa, como vemos en esta escena. Jesús desea estar contigo, hablarte de corazón a corazón, compartir intimidad. Ojalá para nosotros ese rato que le reservamos sea una bocanada de aire fresco que dé paz a nuestras ajetreadas vidas. La cercanía del Resucitado nos da esa serenidad que tanto necesitamos.
¡Felices Pascuas de Resurrección!
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=13-04-2023
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/04/13/la-paz-que-necesitas/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://ciudadnueva.com.ar/abril-2023/
- https://es.catholic.net/op/articulos/14710/cat/566/aparicion-de-jesus-a-los-discipulos.html#modal
Palabra de Vida Mes de Abril 2023
“ Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.” (Col 3,2) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.