https://youtu.be/H8saX5DmtRk
- 1 Cor 11, 17-26
- Sal 39
- Lc 7, 1-10
La liturgia nos invita a fortalecer nuestra fe, a confiar en la palabras del Señor y a tener plena convicción de su poder y autoridad.
En la primera lectura, vemos que desde siempre, por naturaleza tendemos al individualismo, a diferenciarnos de los otros, a tener nuestra propia parcela y a olvidarnos de que debemos ser una comunidad en todos los sentidos. San Pablo se lamenta de que la Iglesia de Corinto adolece de falta de unidad, de que el egoísmo habita en los corazones de los fieles y les exhorta a que recapaciten y sean un solo cuerpo eclesial, sobre todo a la hora de celebrar la Eucaristía, momento clave de la vida del cristiano.
Pablo además, nos presenta la corrección que elhace sobre el desorden a que se ha llegado en la Eucaristìa. Notamos que al principio del cristianismo, tenían una estructura diversa a las que celebramos hoy en día. Ésta se celebraba dentro de una cena en la que, al final, se proseguía con la consagración del pan y del vino. Esto dio pie para una serie de abusos que terminará por eliminar la cena, quedando sólo la eucaristía y la instrucción de los presbíteros.
A poco más de 2000 años de distancia, notamos que si bien no se dan los abusos en el tomar y el comer, éstos son de otra índole. San Pablo dice: “Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”.
Ese sí es el acto más importante que se ha producido en la historia de la humanidad, la redención que Jesús nos trae. Pero como se repite incruentamente miles de veces en los altares de todo el mundo, parece que nos vamos acostumbrando… ¡ya les pasó a los Corintios!
¡No nos acostumbremos a la Santa Misa! No es “algo más” sino que como dirían algunos jóvenes es “lo más”. En la Misa casi todas las oraciones son un diálogo entre el sacerdote y los fieles. De las pocas cosas que decimos juntos es la frase del centurión del Evangelio de hoy: “No soy digno de que entres bajo mi techo”. Seas Papa, Cardenal, Obispo, sacerdote, monaguillo, ministro del Gobierno, Rey de un imperio o zapatero remendón diremos juntos antes de acercarnos a comulgar: “Señor, no soy digno”. Sólo Jesucristo nos da toda nuestra dignidad y grandeza. Pero, acordémonos, si hoy vas a Misa no es sino por la misericordia infinita de Dios.
Nosotros también estamos llamados a tener la misma fe en nuestras vidas que tuvo el centurión. Es un centurión, un representante del poder, pero su carácter humilde le impide presentarse en persona y envía a unos amigos. Su pureza de corazón hará que Cristo se conmueva y exclame “Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe”, porque la fe de ese hombre salta a la vista de todos. No importa que sea extranjero, que sea pagano, que venga de otras tierras. Lo único que importa es su actitud ante Cristo, del que ha oído hablar y en quien cree desde el fondo de su corazón.
La fe ilumina nuestras mentes para hacernos ver la presencia de Jesús en medio de nosotros. Y, como aquel centurión, diremos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo». Por tanto, si nos humillamos ante nuestro Señor y Salvador, Él viene y se acerca a curarnos. Así, dejemos a Jesús penetrar nuestro espíritu, en nuestra casa, para curar y fortalecer nuestra fe y para llevarnos hacia la vida eterna.
Explica el Papa Francisco: “De alguna manera, podemos reconocernos también nosotros en ese siervo. Cada uno de nosotros es muy querido por Dios, amado y elegido por él, y está llamado a servir, pero tiene sobre todo necesidad de ser sanado interiormente. Para ser capaces del servicio, se necesita la salud del corazón: un corazón restaurado por Dios, que se sienta perdonado y no sea ni cerrado ni duro. Nos hará bien rezar con confianza cada día por esto, pedir que seamos sanados por Jesús, asemejarnos a él, que “no nos llama más siervos, sino amigos”
Hay ocasiones en que podemos ser tentados a creer que Jesús está lejos y que no escucha nuestros ruegos. Sin embargo, la fe ilumina nuestras mentes y nuestros corazones haciéndonos creer que Jesús está siempre cerca para ayudarnos. De hecho, la presencia sanadora de Jesús en la Eucaristía ha de ser nuestro recordatorio permanente de que Jesús está siempre cerca de nosotros. San Agustín, con ojos de fe, creía en esa realidad: «Lo que vemos es el pan y el cáliz; eso es lo que tus ojos te señalan. Pero lo que tu fe te obliga a aceptar es que el pan es el Cuerpo de Jesucristo y que en el cáliz se encuentra la Sangre de Jesucristo».
“Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz”, nos dice el Salmista. Pidamos con la Oración Colecta al Señor que vuelva sus ojos a nosotros y nos conceda servirle de todo corazón, para que experimentemos los efectos de su Misericordia.
Bibliografía.
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.mccmurcia.org/evangelio-del-dia-lc-71-10-dilo-de-palabra-y-mi-criado-quedara-sano/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=12-09-2022
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/09/12/no-soy-digno/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Setiembre 2022
“Siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible” (1 Corintios 9, 19) https://ciudadnueva.com.ar/setiembre-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Setiembre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.