- Ez 16, 1-15. 60. 63: ó bien, Ez 16, 59-63
- Sal, Is 12
- Mt 19, 3-12
“Que lo comprenda aquel que pueda comprenderlo, termina el texto del evangelio de este día. Y es que la liturgia a veces nos parece un poco confusa, sobre todo cuando tratamos de entenderla literalmente. Tal cosa nos puede suceder con el relato que nos ofrece el profeta Ezequiel; sin embargo, si buscamos y profundizamos en los signos que se van enumerando, llegamos a la conclusión de que es un relato de gran belleza, y que se refiere a Jerusalén y las profundidades de su maldad. A lo largo de este capítulo, Jerusalén se usa como una representación precisa del pueblo de Israel en su conjunto.
Después de una advertencia completa de juicios, se recuerda la misericordia, se reserva la misericordia. Estos versos finales son una promesa preciosa, en parte cumplida al regreso de los judíos penitentes y reformados de Babilonia, pero para tener un logro más completo en los tiempos del evangelio.
La Divina Misericordia nos debe llevar a derretir nuestros corazones en una sana pena por el pecado. Dios no dejará perecer al pecador, quien se arrepiente por sus pecados y llega a confiar en su misericordia y gracia por medio de Jesucristo; lo mantendrá por su Amor y por la fe para salvación. El autor sagrado lo que realmente pretende, con este texto es adentrarnos el misterio del Dios de la Misericordia y el perdón.
Por eso el Salmo, tomado de Isaías, nos invita a proclamar al Señor como nuestro Dios y Salvador, a darle gracias e invocar su nombre y a gritar jubilosos porque El ha sido grande con nosotros.
En el evangelio, Jesús, contesta a las preguntas de sus contemporáneos acerca del verdadero significado del matrimonio, subrayando la indisolubilidad del mismo.
Y nos explica el Papa Francisco en su exhortación apostólica postsinodal Amoris Laeticiaque “La indisolubilidad del matrimonio –lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre (Mt.19,6)- no hay que entenderla ante todo como un yugo impuesto al hombre, sino como un don hecho a las personas unidas en matrimonio” (nº 62), porque “la familia y el matrimonio fueron redimidos por Cristo (Cf. Ef 5, 21-32), restaurados a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del que brota todo amor verdadero” (nº 63).
Entonces, si pudiéramos resumir en una sola idea cuál es el don que Dios nos hace, y a la vez la propuesta para que desde la libertad secundemos ese don, sería precisamente este: Dios nos hace participes de su amor trinitario para que nosotros, analógicamente, podamos vivir también entre nosotros ese amor mutuo, es decir, la unidad. Jesús en la oración en el huerto de Getsemaní nos revelo claramente cuál es su “pasión”, su más profundo deseo, compartido con el Padre y el Espíritu Santo, con respecto a nosotros: “Padre, que todos sean uno, como tú y yo somos uno” (Jn.17,21).
Desde aquí, y sólo desde aquí, debemos entender el deseo de que lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.
Pero, ¿qué es lo que Dios ha unido? Evidentemente, en el contexto de este Evangelio, Dios ha unido al hombre y a la mujer en el matrimonio. Pero, si lo pensamos bien, Dios ha unido también para siempre a los padres con los hijos y a los hijos con los padres, a los hermanos entre si, y por la llamada a todos los hombres a ser hijos de Dios, a la humanidad entera, en la fraternidad universal. Dios nos ha unido a todos, de formas muy diferentes, pero a todos los hombres, y lo que Dios ha unido, que no lo separen los hombres.
Pensemos por ejemplo en todas las personas unidas a nosotros por la Providencia de Dios: no sólo son los cónyuges en el matrimonio, que un día se conocieron porque así lo dispuso la providencia divina, sino también nuestros familiares y amigos, nuestros vecinos y nuestros compañeros de trabajo, y hasta los hombres y mujeres más diversos que directa o indirectamente conocemos, aunque sea sólo por los medios de comunicación.
Pensémoslo bien. También para con todos ellos vale la sentencia de Jesús en el evangelio: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”.
No nos vendría mal hacerlo, cuando vemos en nuestros días la amenaza una vez más de cierto integrismo farisaico, capaz de defender a ultranza la insolubilidad del matrimonio, y pasar por alto la llamada de Dios a entendernos todos, a acogernos todos, a amarnos todos.
Que no nos sorprenda en el día final el Señor diciéndonos: “quise entrar en tu país, huyendo de la miseria, y no me dejaste entrar en tu casa. Y mira que os dije que lo que Dios ha unido (a la comunidad humana), que no lo separe el hombre”.
Es por eso, sorprendente, la actitud moralizante de los fariseos, que solo aceptan como falta la infidelidad de la mujer, del varón infiel ni palabra. Es imagen de la forma solapada que tenemos para afirmarnos en nuestras teorías condenatorias, que nos llevan a acciones extremas, convenciéndonos de estar en la verdad: “Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse»
Pero la lógica de Dios tiene otro sello, el sello del Espíritu, que sondea lo profundo del corazón para ayudarnos a ver con los ojos del alma y descubrir que su proyecto es un proyecto eterno, que nos une con El irresistiblemente, que va más allá de lo que percibe nuestra pobre mirada humana.
Es un proyecto de amor, que da consistencia a esa alianza: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, ¿y serán los dos una sola carne”? De modo que ya no son dos, sino una sola carne”. Solo el amor unifica. Y solo el amor mantiene vivo el deseo de entregar la vida por la causa de Jesús “El que pueda entender, entienda”.
Sería bueno preguntarnos si en nuestro corazón arde el fuego del amor o ponemos medida a la fidelidad y nos cuestionamos hasta donde puedo llegar. Cuando el amor brilla en el corazón mi fidelidad cubre la desnudez del otro.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.bibliaplus.org/es/commentaries/2/comentario-biblico-de-matthew-henry/ezequiel/16/59-63
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/08/12/viernes-12-de-agosto-2022-lo-que-dios-ha-unido/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes de Julio 2022
“Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?” (Mateo 18, 21) https://ciudadnueva.com.ar/agosto-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Agosto 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.