Vete en paz y que el el Dios de Israel te conceda lo que has pedido.
https://youtu.be/pzLS_YKW6x8
- 1 Sam 1, 9-20
- Sal 1 Sam 2
- Mc 1, 21-28
La liturgia nos evoca el nacimiento ya azaroso de Samuel y nos va situando, en este inicio del tiempo ordinario, para comprender a Jesús como el profeta esperado, el mesías prometido, también con una concepción y nacimiento peculiares, marcados por la mano de Dios.
Quisiera resaltar, nos dice la Hna. Águeda Mariño Rico O.P., esa oración tan viva y emotiva de Ana, su súplica desesperada “Ella se puso a implorar al Señor con el ánimo amargado, y lloró copiosamente”. Elí, el sacerdote la observaba y pensaba que estaba ebria porque movía los labios sin decir nada. Y era porque “Ana hablaba para sí en su corazón”. ¡Qué frase tan preciosa para expresar la profundidad de los sentimientos desde los que hablaba con el Señor! “Vete en paz…” le dijo Elí, ella se fue, se sintió ya con ánimos de comer “y su semblante no fue ya el mismo”. Es un texto genial para comprender lo profundo que puede ser el sufrimiento de una persona, y la hondura de su oración cuando se acerca a Dios.
“La oración es el grito de nuestros deseos, de nuestras necesidades, de nuestros miedos”, dice Francesc Torralva. Pero no se queda ahí, sino que la súplica se convierte en un pacto: Tú me das algo bueno para mí y yo te doy lo bueno de mí, lo mejor, incluso eso mismo que te suplico. La petición dignifica al ser humano, le hace capaz de responder a Dios también y dar de sí lo que tenga, lo que sea. Eso es lo que hace a esta oración verdaderamente sanadora. A Ana le da el don de la maternidad, y ella le entrega a su hijo, Samuel.
Y es que como nos comenta el sitio de Evangelización Activa, creer significa actuar como si lo que habrá de suceder en el futuro fuera ya ahorita una realidad.
Esto quita de nuestro rostro el rasgo de la angustia y de la frustración ante la seguridad de que Dios ha escuchado, y lo que hemos pedido ya está realizado en el futuro. Sin quitar la libertad de Dios que sabe lo que es bueno y lo que no para nuestra vida, por lo que ninguna oración o actitud lo pueden convencer de darnos algo que no fuera bueno para nosotros. Esta actitud de fe nos hace esperar con paz a que la voluntad de Dios actúe en nosotros y en nuestras familias.
El Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret,afirma al comentar el texto del evangelio que san Marcos nos presenta a Jesús enseñando en la sinagoga y, acto seguido, comenta: «Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mc 1,21). Esta observación inicial es impresionante. En efecto, la razón de la admiración de los oyentes, por un lado, no es la doctrina, sino el maestro; no aquello que se explica, sino Aquél que lo explica; y, por otro lado, no ya el predicador visto globalmente, sino remarcado específicamente: Jesús enseñaba «con autoridad», es decir, con poder legítimo e irrecusable. Esta particularidad queda ulteriormente confirmada por medio de una nítida contraposición: «No lo hacía como los escribas».
Pero, en un segundo momento, la escena de la curación del hombre poseído por un espíritu maligno incorpora a la motivación admirativa personal el dato doctrinal: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!» (Mc 1,27). Sin embargo, notemos que el calificativo no es tanto de contenido como de singularidad: la doctrina es «nueva». He aquí otra razón de contraste: Jesús comunica algo inaudito (nunca como aquí este calificativo tiene sentido).
Añadimos una tercera advertencia. La autoridad proviene, además, del hecho que a Jesús «hasta los espíritus inmundos le obedecen». Nos encontramos ante una contraposición tan intensa como las dos anteriores. A la autoridad del maestro y a la novedad de la doctrina hay que sumar la fuerza contra los espíritus del mal.
¡Hermanos! Por la fe sabemos que esta liturgia de la palabra nos hace contemporáneos de lo que acabamos de escuchar y que estamos comentando
Del comentario del sitio de Arquidiócesis de Madrid, quisiera extraer el siguiente texto que me parece muy confrontativo: Ante la admiración de los oyentes estupefactos de Jesús, quizá nosotros podríamos preguntarnos hoy si, dos mil años después, seguimos admirándonos de la enseñanza nueva del Señor. ¿Cuántas veces has escuchado las Bienaventuranzas, o el Sermón de la Montaña, o el mandamiento nuevo del amor, o la parábola del buen samaritano, o la del hijo pródigo y la oveja perdida, o el relato de la Última Cena, o la narración de la Pasión? ¿Cuántas veces has escuchado la palabra de Cristo? ¿Y sigue siendo una enseñanza nueva para ti? Dos mil años después, la autoridad de Cristo no ha pasado, su palabra sigue resonando con la misma fuerza capaz de transformar los corazones y el mundo entero. ¡Deja que resuene, una vez más, en tus oídos!
«Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea». A lo mejor no has reparado en un pequeño detalle… Si la fama de Jesús se extendió enseguida por todas partes, fue porque todo el mundo hablaba de él. Más rápido y eficaz que la televisión o las redes sociales, el boca a boca de unos hombres admirados y sorprendidos fue el mejor “medio de comunicación” del Evangelio. No hubo costosas campañas de publicidad ni estudiadas estrategias de difusión. Bastó la palabra de hombres y mujeres convencidos. ¡Y la fama de Jesús prendió como la pólvora por toda Galilea! ¿Será qué nos sobran hoy medios de comunicación y estrategias pastorales pero nos faltan personas convencidas para transmitir el Evangelio al mundo entero?
El Papa Francisco, en su comentario nos invita a asumir nuestra misión: “El evangelista Marcos relata que Jesús, siendo aquel día un sábado, fue inmediatamente a la sinagoga y se puso a enseñar. Esto hace pensar en la primacía de la Palabra de Dios, Palabra que hay que escuchar, Palabra que hay que acoger, Palabra que hay que anunciar.
Al llegar a Cafarnaún, Jesús no posterga el anuncio del Evangelio, no piensa primero en la disposición logística, ciertamente necesaria, de su pequeña comunidad, no se detiene en la organización. Su preocupación principal es la de comunicar la Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu Santo“
Quisiera terminar con el texto de la Aclamación antes de la Comunión del folleto de la Misa de Cada día: “Reciban la Palabra de Dios, no como palabra humana, sino como Palabra Divina, tal como es en realidad” 1 Tes 2, 13.
Pidamos pues con la Oración Colecta que conozcamos lo que debemos poner por obra y llevemos a cabo con firmeza lo que hemos conocido.
Palabra de Vida Mes de Enero 2022
“En Oriente hemos visto su estrella y hemos venido para adorarlo”. https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Enero 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.