Dolor, perdón y generosidad son, por tanto, las tres vías mediante las que la imagen de Padre puede crecer en mi interior. Son tres aspectos de la llamada del Padre a estar en casa. Como el Padre. Lo mismo que el Padre, ya no estoy llamado a volver a casa como el hijo menor ni como el mayor, sino a estar en casa para que sus hijos puedan volver y ser acogidos con alegría. Es muy duro estar simplemente en casa «esperando». Es muy duro estar simplemente en casa y esperar. Es un esperar con dolor por aquéllos que se han marchado y un esperar con la esperanza de poder ofrecer perdón y una nueva vida a los que vuelvan.
Como el Padre, tengo que creer que todos los deseos humanos pueden encontrarse en casa. Como el Padre, tengo que estar libre de la necesidad de vagar y alcanzar una infancia perdida. Como el Padre, debo saber que mi juventud se ha ido y que jugar a juegos de juventud no es más que un intento ridículo de ocultar la verdad de que soy viejo y estoy cercano a la muerte. Como el Padre, tengo que atreverme a llevar la responsabilidad de ser una persona espiritualmente adulta y atreverme a confiar en que la verdadera alegría y plenitud sólo pueden venir de dar la bienvenida a casa a aquéllos que están heridos, amándoles con un amor que no pida ni espere nada a cambio.
En esta paternidad espiritual hay un terrible vacío. No hay poder, ni éxito, ni fama, ni satisfacción fácil. Pero ese mismo vacío es el lugar de la verdadera libertad. Es el lugar donde «no hay nada que perder,» donde el amor no tiene ligaduras, y donde puede encontrarse la verdadera fuerza espiritual.
Cada vez que alcanzo dentro de mí ese vacío terrible y fértil, sé que puedo acoger a cualquiera sin condenarle y que puedo ofrecerle esperanza. Allí soy libre para recibir las cargas de los demás sin necesidad de evaluar, categorizar o analizar. Allí, en ese estado completamente libre de todo juicio, puedo engendrar una confianza liberadora.
Cada vez que alcanzo ese vacío sagrado de amor que no pide nada, el cielo y la tierra tiemblan y hay una gran «alegría entre los ángeles de Dios.» Es la alegría por los hijos e hijas que vuelven. Es la alegría de la paternidad espiritual.
Vivir esta paternidad espiritual requiere la disciplina radical de estar en casa. Lo mismo que el Padre, estoy en casa para que sus hijos puedan volver y ser acogidos con alegría.
Un esperar con la esperanza de poder ofrecer perdón y una nueva vida a los que vuelvan
Detrás del sufrimiento humano está la imposibilidad de vivir en paz consigo mismo y con otros
No se consigue, es un don que da Dios
Es tarea de los cristianos tratar a la gente de tal manera que brille esta licencia para ser persona tal y como Dios la da.
Por esto es por lo que se van las personas de las iglesias y hacen colas largas en los despachos de los psicólogos: buscan ser autorizados como persona.
Reflexionemos. ¡Me he dado licencia para ser persona?
¿Me acepto, me quiero, me respeto, me reconozco humano? ¿Le otorgo a los demás la misma licencia?
Isidro Baumgartner dedicado a la Psicología Pastoral, afirma que sería tarea de los cristianos el portarse con las gentes de tal manera que brillara esta licencia, tal y como Dios lo hace, licencia para poder ser.
Hay que ver como un inquietante reto, si en la Iglesia y comunidades se hace lo suficientemente perceptible para generar este absoluto asentimiento de Dios, el de ser autorizado y deseado absolutamente como persona humana.
Los cristianos deben preguntarse a sí mismos de modo crítico, si ellos tienen esta licencia hacia sí mismos, como la da Dios, y si la anuncian de una forma que a uno le quepa duda de ser aceptado en su ser concreto individual, limitaciones y errores —y no sin aportaciones y condiciones previas, sencillamente porque también el otro es hijo del mismo padre
Esta práctica de misericordia, que levanta a los humillados, que confirma a los pecadores en su pleno derecho existencial y que no hace distinciones entre grande y pequeño, justo o injusto, es el provocativo mandato a los cristianos, que siguen a Jesús “El Hijo del Hombre no ha venido a juzgar, sino a salvar lo que estaba perdido» (Mt 9, 13)
En nuestras relaciones, debería brillar algo de la serena misericordia de Dios.
Nuestra comunicación no debe tener un mensaje condenatorio en donde aparece siempre el tener que ser y el tener que hacer.
Pero el ser de la persona no lo conforma ni el tener que… ni el deber de…, sino el tener derecho a ser persona a los ojos de Dios.
La disposición radical de Jesús a perdonar, que ignora la diferencia entre justos e injustos, algunos la consideraban una osadía; así no se puede pensar.
Según Erich Neumann, un profesional de psicología profunda de la escuela de Jung, las personas tienen ante los ojos, como ideal, la dudosa imagen del héroe moral y religioso, como si pudiera la persona por sí misma alcanzar la perfección y, con ello, ser una especie de criatura angelical o divina.
Este ideal le engaña a la persona, parece como si ésta pudiera liberarse alguna vez totalmente del mal.
Se va acostumbrando a no tomar en consideración todo lo malo de la propia persona, para no tener que sentir el enojo y la humillación de ser imperfecto.
La parte obscura de la propia persona, que no se ha aceptado, se proyecta en los demás. Allí, en los otros, se puede liquidar y combatir el mal, sin peligro para uno mismo.
El alejamiento de la astilla del ojo del hermano se convierte en triste tarea, porque con ello se pasa por alto el tronco en el propio ojo.
Su fatal consecuencia radica en que el propio mal (la sombra de cada uno) tiene que ser combatido en el prójimo, porque en la propia persona no tiene derecho a ser reconocido como realidad humana.
De ahí que integrar la sombra signifique también soportar el padecimiento de la propia incapacidad y del propio límite y no huir de ello
El precepto de Jesús, ser perfecto como el padre en el cielo, encuentra precisamente su auténtico sentido en aceptar sin reserva tanto la imperfección propia como la ajena.
El aceptarse a sí mismo y a los demás misericordiosamente, y no apartarse de lo defectuoso, de lo no vistoso, de lo feo, de lo no acabado y de las debilidades de la persona Sin embargo, es un camino poco cómodo
Conversión es confiar en Dios, que ve en toda nuestra imperfección posibilidades inimaginables para encerramos en su corazón.
Comprender esta verdad de nuestra vida y responderle a Dios desde aquí es tarea vital Mirar nuestro lado sombrío sin angustia y sin puños, sin crispación, y dejar en manos de la fuerza salvífica de Dios lo no cambiable, con la seguridad de tener en Dios al compañero absolutamente fiel
Principios fundamentales de la licencia para ser persona
- Quienes culpable, no puede ser condenado porque, a pesar de todo no ha perdido su derecho a la consideración y al respecto divino (la adultera Jn 8, 1-11.
- Nadie están impuro o despreciable que se le pueda excomulgar o expulsarlo fuera a las cavernas donde habitan los intocables (Mc 1, 40-45; Lc 8, 26-39. El leproso y el endemoniado de Gerasa)
- A la gente sencilla, que no tiene nada que presentar y que para nada valen, a ellos les pertenece el reino de Dios (Lc 6:20-26, Bienaventuranzas)
- Ante Dios, no cuenta la ley religiosa ,quien piensa así, no ha entendido nada del Padre amoroso. Ante Él se puede, como el publicano, confesar su fracaso y su ser humano, sin temer perder su amor.
- Quien fracasa en el vida, como el hijo perdido, puede contar con los brazos abiertos del padre.
- Junto a la licencia para ser persona, hay una invitación para examinar la vida, para convertirse en lo que dios piensa de nosotros y posicionarse donde corresponde (el hijo mayor)
- El verdadero terapeuta ante nuestra imposibilidad de hallar una solución es Dios mismo. Saber eso genera una visión nueva de la vida: Dios camina con uno.
Ser Padre es levantar a los humillados, confirmar a los que se ha equivocado en su derecho pleno al cambio, tiene que brillar la misericordia de Dios.
Las personas que tienen ante sus ojos el ideal del héroe moral religioso como si pudieran alcanzar la perfección, son engañadas con la pretensión de que podrán liberarse algún día de su humanidad.
Es la ilusión de ser más que una persona.
“… nada, absolutamente nada, en nuestra vida está fuera de la misericordia y del criterio de Dios. Al esconder alguna parte de nuestra propia historia, ya sea de nosotros mismos o de los ojos de Dios, nos convertimos en jueces y limitamos la misericordia de Dios a nuestros propios temores… El reto es ayudar a las personas que atraviesan situaciones muy concretas, tales como la enfermedad o el dolor emocional, las limitaciones físicas y mentales, la pobreza, la opresión, o atrapados en complejas instituciones seculares o religiosas, a ver y experimentar su historia como parte del continuo trabajo de redención
que Dios lleva a cabo en el mundo… Así los recuerdos que antes parecían destructivos por completo ahora forman parte de un suceso redentor “.
Henri Nouwen, Momentos de paz.
Ser adulto, según el análisis transaccional
Como el Padre, debo saber que mi juventud se ha ido y debo enfrentar la verdad de que soy adulto
Como El, atreverme a llevar la responsabilidad de ser una persona espiritualmente adulta, que ama a los heridos, con un amor que no pide ni espere nada a cambio.
Libre para ayudar a llevar las cargas de los demás sin necesidad de evaluar, categorizar o analizar.
Cuándo somos adultos, siguiendo con él análisis transaccional:
Desde que somos capaces de PERCIBIR objetivamente la realidad de las cosas, de las personas y de los acontecimientos.
Capaces de escuchar, de auto escucharnos y de interrogarnos e interrogar.
Tenemos capacidad de estrategia y de negociación para actuar.
Somos autónomos y menos automáticos que el padre o niño.
Estas son algunas de las conductas típicas como adulto:
• pedir información y hacer preguntas con auténtico deseo de saber y de aprender;
• informar tanto sobre acontecimientos externos como sobre los sentires o las opiniones propias;
• tomar decisiones reflexionadas;
• resolver problemas,
• negociar con otros
• Comprender y escuchar al otro.
Tengo que dejar que el hijo menor rebelde y el hijo mayor resentido salten a la plataforma para recibir el amor incondicional y misericordioso que me ofrece el Padre.
Entonces los dos hijos que están dentro de mí pueden transformarse poco a poco en el padre misericordioso.
Esta transformación me lleva a que se cumpla el deseo más profundo de mi corazón intranquilo.
Porque, ¿puede haber alegría más grande que tender mis brazos y dejar que mis manos toquen los hombros de mis hijos recién llegados, en un gesto de bendición?
VIVIR EL CUADRO
“…y cuando experimenté el cálido y sencillo recibimiento de aquéllos que no tienen nada de qué presumir, y experimenté el cariñoso abrazo de unas personas que no me preguntaron nada, comencé a descubrir que el verdadero regreso espiritual supone volver a los pobres de espíritu, … El abrazo del Padre se me hizo muy real en los abrazos de aquellos enfermos mentales. …ellos y las personas que les atienden me hicieron “vivir” esta parábola más completamente de lo que nunca hubiera pensado… Las personas con deficiencias mentales tienen poco que perder. Se muestran tal y como son. Expresan abiertamente su amor y su miedo, su amabilidad y su angustia, su generosidad y su egoísmo. Mostrándose tal y como son, echan abajo mis defensas tan sofisticadas y me doy cuenta de que debo ser con ellos tan abierto como lo son ellos conmigo” Nouwen
“Aunque estos descubrimientos me han impactado muy profundamente, el regalo más grande de El Arca es el reto de llegar a ser como el Padre. Llegar a ser como el Padre exige mucho más que enfrentarse con las luchas del hijo menor y del hijo mayor. El Padre de Rembrandt, es un padre cuyas manos no amarran, no exigen, no juzgan ni condenan. Son manos que sólo bendicen, que lo dan todo sin esperar nada. Ahora estoy ante la dura y aparentemente imposible tarea de dejar marchar al hijo que hay en mí. Pablo lo dice claramente: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba como niño; al hacerme hombre, he dejado las cosas de niño.” (1Co 13,11) Es muy cómodo ser el caprichoso hijo menor o el rencoroso hijo mayor… A la comunidad no le hace falta otro hijo menor o mayor, sino un padre que viva con las manos abiertas, siempre deseoso de apoyarlas sobre los hombros de sus hijos recién llegados.
…tengo la completa seguridad de que la verdadera vocación es la de llegar a ser un padre que sólo bendice en una compasión sin límites, sin preguntar nada, siempre dando y perdonando, sin esperar nunca nada. Mi gente, enferma o no, no busca a otro igual que ellos, otro compañero de juego, ni siquiera busca a otro hermano. Busca un padre que pueda bendecir y perdonar, que no necesite de ellos de la forma como ellos le necesitan a él. ¡Yo siento los mismos impulsos y quiero correr como los demás! ¿Pero quién estará en casa cuando vuelvan, cansados, exhaustos, inquietos, desilusionados, culpables o avergonzados? ¿Quién les convencerá de que después de todo lo dicho y hecho, hay un lugar seguro donde ir y donde ser abrazados? Si no soy yo, ¿quién será el que permanezca en casa? La alegría de la paternidad es muy diferente del placer del hijo. Es la alegría de una paternidad que toma su nombre del Padre celestial (Ef 3,14) y participa de su soledad divina para poder darse. Nouwen
Es momento en que con toda sinceridad…y aunque duela, nos preguntemos:
¿A quién debería abrirle mis manos y ser padre con él (ella)? ¿Quién necesita mi aceptación y dejar de experimentar mi rechazo?
¿Por qué no lo he hecho hasta ahora?
Una voz me dice: “No tengas miedo. El Hijo te cogerá de la mano y te llevará hasta la paternidad.” Sé que puedo confiar en esa voz. Como siempre, el pobre, el débil, el marginado, el rechazado, el olvidado, el último… me necesitan como padre, y me enseñan a serlo… Mirando a la gente con la que vivo, veo el deseo inmenso de un padre en el que paternidad y maternidad sean uno. Todos ellos han sufrido la experiencia del rechazo o del abandono; a todos se les ha herido; todos se preguntan si merecen el amor incondicional de Dios, y todos buscan un lugar al que puedan volver y en el que puedan ser tocados con unas manos que les bendigan…Cuando miro mis manos, sé que me han sido dadas para que las extienda a todo aquél que sufre, para que las apoye sobre los hombros de todo el que se acerque, y para ofrecer la bendición que surge del inmenso amor de Dios. Nouwen
“Vivir una vida espiritual significa llevar todo mi ser a la morada que le pertenece. Mi tarea espiritual verdadera consiste en dejarme ser amado, plena y completamente y creer que en este amor llegaré al cumplimiento de mi vocación. Sigo intentando llevar mi ser errante, inquieto y ansioso a su hogar para que pueda descansar en el abrazo del Amor”
(Nouwen, Diario del último año de su vida)
Querido Dios,
¡Tengo tanto miedo de abrir mis puños cerrados!
¿Quién seré cuando no me quede nada a lo que aferrarme? ¿Quién seré cuando esté frente a ti con las manos vacías? Por favor, ayúdame a abrir mis manos gradualmente y descubrir que no soy lo que poseo,
sino lo Tu que me quieres dar.
Nouwen
«¿Qué otra cosa mejor podríamos hacer en nuestra situación que escribir a Dios palabras rimadas dejando abierta la última rima?» Erhart Kästner,1960
Canciòn
Bibliografia:
Folleto Aplicaciones y adaptaciones. Randall Urbina.
https://es.aleteia.org/2022/01/25/vuelve-a-la-casa-de-tu-padre-henri-nowen-comenta-a-rembrandt/
https://mercaba.org/FICHAS/Meditacion/nowmen4.htm
https://acompasando.org/el-regreso-del-hijo-prodigo/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.