La generosidad se asocia normalmente al altruismo, la solidaridad y la filantropía. Conceptos opuestos a la generosidad podrían ser la avaricia, y el egoísmo. Conceptos que existen hoy y han existido siempre.
Esta reflexión busca que nos motivemos a practicar la generosidad, pues hoy podemos enterarnos por todos los medios de comunicación, como el mundo está atravesando una crisis tanto económica, como política, social y espiritual
Definamos generosidad; es un concepto que procede del latín “generosĭtas” y que refiere a la inclinación a dar y compartir por sobre el propio interés personal. Se trata de una virtud y un valor positivo.
Generosa por lo tanto se dice de una persona dadivosa, franca, altruista, espléndida liberal, obsequiosa o solidaria, que ayuda a los que necesitan o que coopera en algo y con alguien. Es aquella persona que actúa con nobleza, sinceridad, honestidad o altruismo de ánimo.
¿Qué nos lleva a ayudar a los demás? ¿Somos generosos desinteresados?
Las personas, normalmente, quieren ayudarse mutuamente, incluso cuando tenga algún coste, e incluso cuando las motivaciones para ayudar no siempre se alinean, sugiere un nuevo estudio publicado en la revista ‘Science Advances’. Los sociólogos descubrieron que las personas optaron abrumadoramente por ser generosos con los demás, incluso con extraños, e incluso cuando parece que una motivación para ayudar podría desplazar a otra.
Se hizo un estudio que examina cómo todas las motivaciones establecidas para ser generoso interactúan entre sí. “Queríamos hacer un estudio exhaustivo para ver cuáles serían los efectos de esas motivaciones cuando se combinen, porque se combinan en el mundo real, donde las personas toman decisiones sobre lo generosos o amables que son los unos con los otros”, explica David Melamed, autor principal del estudio y profesor asociado de Sociología en la Universidad Estatal de Ohio.
El estudio analizó a más de 700 personas y fue diseñado para ayudar a los investigadores a comprender el comportamiento prosocial. “Significa hacer algo por otra persona a un costo personas –explica Melamed–. Un ejemplo sería pagar por la persona que está detrás en la cola la cafetería. O en estos momentos, usar mascarilla en público. Tiene un coste porque es incómodo pero con ella se contribuye al bien público al usarlo y no difundir el virus”
Creo que una buena aplicación en la Biblia, nos la da Col 3, 23-24, nos dice: “Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como sirviendo al Señor y no a los hombres. Pues ya saben que, en recompensa, el Señor les dará parte en la herencia.
Refiriéndose al texto del evangelio de Lucas 14, 13-17, el Papa Francisco, refiriéndose a la forma de seleccionar a los invitados, dice: «Cuando ofreces un banquete, El invita a los pobres, los liziados, los cojos, los ciegos; y serás bendecido porque no tienen que pagarte «(vv. 13-14). Aquí también, Jesús va completamente en contra de la corriente, manifestando como siempre la lógica de Dios el Padre. Y también agrega la clave para interpretar este discurso. ¿Y cuál es la clave? Una promesa: si lo hace, «porque recibirá su recompensa en la resurrección de los justos» (v. 14)”.
Por últimos el Papa subrayó, “(…) la humilde generosidad es cristiana. El intercambio humano, de hecho, generalmente distorsiona las relaciones, las hace «comerciales» e introduce el interés personal en una relación que debe ser generosa y gratuita. En cambio, Jesús nos invita a la generosidad desinteresada, a abrir el camino a una alegría mucho mayor, la alegría de ser participantes en el amor de Dios que nos espera, a todos nosotros, en el banquete celestial”.
Nuestra meta, pues debe ser, formarnos en la generosidad, el desprendimiento y en el dar lo mejor de sí, contrarrestando los efectos del egoísmo. Salir de sí mismos y experimentar la felicidad que proporciona el donarse a los demás y vivir el valor del servicio, que implica una participación y solidaridad profunda con el otro.
Sentir la felicidad de los demás como propia, porque esto nos hará más felices en la vida porque compartiremos no sólo los propios éxitos y logros sino los de los demás.
Sólo se podrá ser realmente feliz haciendo felices a los demás, preocupándonos por los otros aún si nosotros mismos nos encontramos en el sufrimiento. Y como fruto de esta comprensión y convencimiento, nos comprometemos con los demás, viviendo la generosidad y la solidaridad
Somos responsables de la felicidad de los demás, que lo que hagamos o dejemos de hacer siempre tendrá repercusiones positivas o negativas en los que nos rodean, y como fruto de este convencimiento debemos optar por participar buscando siempre el bien común.
¿Por qué nos interesa fomentar la virtud de la generosidad?
– Porque experimentaremos que hay más alegría en dar que en recibir, y podremos optar por una vida de generosidad que nos brindará una mayor felicidad y realización personal.
– Porque descubriremos que el valor de la persona no se mide por la cantidad que da sino por la alegría y la generosidad que manifiesta en sus detalles. La manera de dar vale más que lo que se da. Y así seremos capaces de ver a las personas no en función de lo que tienen sino de lo que son.
– Porque aprenderemos que ser generosos es saber dar, acompañando lo que damos con ternura, afecto y alegría. Que se debe poner el corazón en cada acción que nos lleve a compartir y viviremos la verdadera generosidad en nuestra relación con todas las personas.
– Porque dar es el acto en que se expresa el amor y una persona que sabe amar es generosa. Comprenderemos que compartir no se limita a dar cosas materiales, sino que involucra el tiempo, la atención, el amor, los sentimientos, etcétera y estaremos capacitados a amar con madurez y sinceridad, sin egoísmo.
– Porque no se trata únicamente de aprender a dar cosas, sino de aprender a darse uno mismo. Ser generoso no es dar lo que nos sobre, sino dar lo que somos. Este es el fundamento de la felicidad humana.
– Porque es enriquecer a los que nos rodean con nuestros propios valores, colaborando en la transformación de la sociedad, sin permitir que se desperdicien los dones y cualidades que Dios ha dado a cada uno.
– Porque compartir implica estar atento y saber reconocer la necesidad del otro, abriéndose a los demás y abriendo el propio interior al amor de los otros.
– Porque la solidaridad debe ser una actitud habitual, firme y perseverante de servicio, de poner atención en las necesidades de los demás, aún a costa de los beneficios propios.
– Porque valorar y ayudar a los compañeros y participar con ellos llevará a la solidaridad y a la generosidad.
– Porque la solidaridad implica un compromiso que en muchas ocasiones nos obliga a dejar nuestra comodidad e intereses inmediatos por el bien común. Este compromiso lo debe llevar a buscar siempre los mejores medios, comprometiendo a la persona para servir y trabajar con generosidad por los demás.
– Porque ser generoso en el servicio a los demás da sentido a la propia vida.
– Porque al vivir esta virtud no desde un punto de vista teórico, sino práctico, lograremos una mayor armonía en la familia y en la sociedad, trabajando y luchando juntos y capacitaremos a los demás a formar la propia familia con más posibilidades de estabilidad, éxito y felicidad.
Vivir la generosidad significa
– Dar con alegría.
– Compartir de buen modo.
– Dar algo que es valioso para mí.
– Guardar parte de mi dinero o de mis cosas para ayudar a quien lo necesite.
– Compartir con una sonrisa aunque me sienta mal.
– Compartir mi tiempo escuchando con atención lo que otros tengan que decirme, aunque yo tenga otras cosas que hacer o realmente no me interese mucho lo que dicen.
– Estar siempre pendiente de las necesidades de los demás, más que de las mías.
– Estar siempre dispuesto a dar lo mejor de mí ante las necesidades de los demás.
– Ayudar sin que nadie me lo pida.
– Compartir mi tiempo ayudando aunque tenga que dejar de hacer otras cosas que me gustan.
– Estar pendiente de las necesidades de los demás.
– Hacer algo cada día por el bien de los demás, buscando la manera mejor y más eficaz de hacerlo, dando siempre lo mejor de mí.
La generosidad nos facilita la vivencia de las siguientes virtudes:
– Servicio, y las capacidades de desprendimiento y disponibilidad que nos ayudan a ser capaces de dar y darnos en el momento en que se necesite.
– Alegría y amabilidad que nos lleva a ser generosos dando siempre lo mejor de nosotros.
– Compañerismo y participación que nos ayudan a buscar y trabajar por el bien común y a contrarrestar el ambiente de egoísmo que prevalece en la sociedad.
– Comprensión y responsabilidad que nos ayudan a entender las necesidades de los demás, y a sentir que somos responsables de dar una respuesta comprometida y seria ante las necesidades de los otros.
– Gratitud y hospitalidad que nos conducen a darnos cuenta de los dones que tenemos, dar gracias por ellos y compartirlos con otros.
– Magnanimidad, que nos lleva a tener miras altas en el servicio a los demás.
– Fomentar un ambiente en donde se atiendan las necesidades de los demás antes que las propias.
– Ejercitarse en actos de servicio voluntario.
Qué dificulta la vivencia de esta virtud
– La competitividad mal entendida y egoísta que lleva a pensar en el otro es enemigo en potencia.
– Ambiente de egoísmo e individualismo.
– Pusilanimidad, estrechez de miras.
– Dureza de corazón .
En algunos textos del Evangelio podemos encontrar cómo Jesús valora la generosidad:
Lc 21, 1-4: “Estaba Jesús en el templo y veía cómo los ricos iban echando dinero en el cofre de las ofrendas. Vio también a una viuda pobre que echaba dos monedas de poco valor y dijo: “Les aseguro que esa viuda pobre ha echado más que todos los demás; porque ésos han echado de lo que les sobra, mientras que ésta ha echado todo lo que tenía para vivir.”»
Lc 6, 17: “Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus Sinagogas, anunciaba la buena noticia del reino y curaba las enfermedades y las dolencias del pueblo.»
Mt 15, 32-38: “Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen que comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan por el camino.”
Los discípulos le dijeron: “¿De dónde vamos a sacar en un despoblado para dar de comer a tanta gente?”
Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tienen? Ellos le respondieron: siete, y unos pocos pececillos.”
Entonces Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y se los iba dando a los discípulos, y éstos a la gente. Comieron todos hasta saciarse, y recogieron siete cestos llenos de los trozos sobrantes. Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.»
Mt 25, 34-40; “Entonces el rey dirá a los de un lado: “Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; era un extraño, y me hospedaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme”. Entonces le responderán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos; sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo fuiste un extraño y te hospedamos, o estuviste desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les responderá: “Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron”.»
La historia de Annie Walter Armstong (1850-1938), nos da una idea de la importancia de esta virtud.
Iniciamos, por supuesto, aclarando que en ese entonces no existían los mensajes de texto, correo electrónico, ni algo por el estilo. Annie escribía largas cartas a mano. Cartas largas. Se tienen documentadas más de 18.000 en un año.
Cuando era joven y vivía en Baltimore, Annie ayudaba a los necesitados. Ella compartía la buena noticia de que Jesús vino a salvar del pecado a las personas para que un día puedan vivir con él en el cielo. Annie también oraba por los misioneros del mundo. Pero esto no era suficiente para ella. Quería hacer más.
Escribió: “Si tengo una idea que me parece buena, de alguna manera, no me siento cómoda hasta que la veo realizada”. Su buena idea, era conseguir que las mujeres hicieran más para enseñar al mundo acerca de Jesús. Para que su idea prosperara, Annie escribió cartas que animaban a otras a convertirse en misioneras y comenzar nuevas iglesias. En 1888, organizó la Unión Femenina Misionera (WMU), para ayudar a dirigir y entrenar a las mujeres en la obra misionera.
Si hubiera que describir a Annie, en una palabra, sería persistencia. Trabajó duro y nunca se rindió. Annie, murió en 1938, pero su WMU sigue existiendo, animando no solo a las mujeres, sino también a los hombres y a los niños, a contarle al mundo acerca de Jesús.
El nombre y la memoria de Annie perduran a través de la Ofrenda de Pascua de Annie Armstrong para contribuir al sustento de los misioneros y su trabajo.
Canción
Bibliografía:
Libro 100 Historias Extraordinarias. Jena Fisher
https://www.es.catholic.net/op/articulos/24632/meditacionBoletin.html?eti=6993#modal
https://www.es.catholic.net/op/articulos/58082/meditacionBoletin.html?eti=6996
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Octubre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.