Comenzamos ya a hablar de la Oración, tema que la Iglesia nos ha propuesto como preparación para el Jubileo 2025; y dijimos que el El Papa Francisco, la define como la medicina de la fe, el reconstituyente del alma y que para ello es necesario que sea una constante.
Estamos siguiendo un recorrido a través del Catecismo de la Iglesia Católica, en el peregrinaje con el Padre Solano.
El padre define, la oración como el cruce de caminos de la vida cristiana, en los que se cruzan la fe, la vida de los Sacramentos, la nueva vida que adquirimos con los Mandamientos, lo que nos llevará a una relación íntima, personal y amorosa con Dios.
Es nuestra respuesta a Dios quien nos habla o, mejor aún, se revela Él mismo a nosotros y dijimos que por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia y que todo ser humano tiene esa necesidad de relacionarse con algo trascendente.
También vimos como Dios es quien primero llama al hombre. Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, el caminar del hombre es siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de Alianza. Hemos recorrido a través del Antiguo Testamento a referentes de la Oración como Abraham, Jacob, Moisés, Davíd y Elías.
Y el profeta Elías inspirado por el Espíritu Santo, le aconseja a Samuel que escucha el llamado del Señor que le responda, con según Mark Batterson, la oración más breve y con la que nosotros daremos inicio hoy al recorrido con el padre Solana a través de la Oración:
“Habla Señor que tu siervo escucha.”
Iniciamos el itinerario a través del Nuevo Testamento, con Jesús como modelo de Oración.
Afirma el Papa Francisco que “…los Evangelios nos muestran cuánto era fundamental la oración en la relación de Jesús con sus discípulos.
Jesús no sólo quiere que recemos como Él reza, sino que nos asegura que, aunque nuestros tentativos de oración sean completamente vanos e ineficaces, siempre podemos contar con su oración. El Catecismo dice: “La oración de Jesús hace de la oración cristiana una petición eficaz. Él es su modelo. Él ora en nosotros y con nosotros.”(n. 2740). Y un poco más adelante añade: “Jesús ora también por nosotros, en nuestro lugar y en favor nuestro. Todas nuestras peticiones han sido recogidas una vez por todas en sus palabras en la Cruz; y escuchadas por su Padre en la Resurrección: por eso no deja de interceder por nosotros ante el Padre” (n. 2741)”.
Concluye el Papa Francisco que “aunque nuestras oraciones fueran solamente balbuceos, si se vieran comprometidas por una fe vacilante, nunca debemos dejar de confiar en Él. Sostenidas por la oración de Jesús, nuestras tímidas oraciones se apoyan en alas de águila y suben al cielo”.
Nos explica el padre Solana (2599)
Como Jesús se movía desde niño en la Oración, lo vio en sus padres, lo presentaron al Templo, lo llevaban al templo desde niño, tal es así que a los doce años se queda en el Templo sin que sus padres lo noten y cuando lo encuentran le dice a su Madre que tenía que ocuparse de las cosas de Su Padre, o sea ya el está sintonizado con su Padre y con ello se abre la Oración Filial.
Nos explica el Pontifice que Jesucristo “invita a los suyos a hacer experiencia de oración, poniéndose en comunicación directamente con el Padre, suscitando en ellos una nostalgia por una relación personal con Dios, con el Padre”.
“¡Aquí está la novedad de la oración cristiana! Es un diálogo entre personas que se aman, un diálogo basado en la confianza, sostenido por la escucha y abierto al compromiso solidario. Es un diálogo del Hijo con el Padre..”
2600 y siguientes Nos hablan de como la fe pública de Jesús estaba constelada de Oración, El se retiraba a orar con frecuencia y sobre todos en la noche, El hablaba con su Padre de los que iba a hacer con los hombres, sobre todo cuando tenía que tomar decisiones importantes.
“El Evangelio según San Lucas subraya la acción del Espíritu Santo y el sentido de la oración en el ministerio de Cristo. Jesús ora antes de los momentos decisivos de su misión: antes de que el Padre dé testimonio de él en su Bautismo (cf Lc 3, 21) y de su Transfiguración (cf Lc 9, 28), y antes de dar cumplimiento con su Pasión al Plan amoroso del Padre (cf Lc 22, 41-44); ora también ante los momentos decisivos que van a comprometer la misión de sus Apóstoles: antes de elegir y de llamar a los Doce (cf Lc 6, 12), antes de que Pedro lo confiese como “el Cristo de Dios” (Lc 9, 18-20) y para que la fe del príncipe de los Apóstoles no desfallezca ante la tentación (cf Lc 22, 32). La oración de Jesús ante los acontecimientos de salvación que el Padre le pide es una entrega, humilde y confiada, de su voluntad humana a la voluntad amorosa del Padre.”
“`Maestro, enséñanos a orar'” (Lc 11, 1). Es, sobre todo, al contemplar a su Maestro en oración, cuando el discípulo de Cristo desea orar. Entonces, puede aprender del Maestro de la oración. Contemplando y escuchando al Hijo, los hijos aprenden a orar al Padre.
Jesús, nos dice el padre Solana, nos insiste en orar en lo secreto Mt 6,6 “Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio.”, esto nos explica el padre Solana, revela la necesidad del ser humano de recogernos a solas con Dios, donde solo El y yo sabemos lo que nos decimos.
En el 2693, 2604. Jesús nos enseña a dar gracias en la oración. cf Mt 11, 25-27 y Lc 10, 21-23), Jesús confiesa al Padre, le da gracias y lo bendice porque ha escondido los misterios del Reino a los que se creen doctos y los ha revelado a los “pequeños” (los pobres de las Bienaventuranzas). Su conmovedor “¡Sí, Padre!” expresa el fondo de su corazón, su adhesión al querer del Padre, de la que fue un eco el “Fiat” de Su Madre en el momento de su concepción y que preludia lo que dirá al Padre en su agonía. Toda la oración de Jesús está en esta adhesión amorosa de su corazón de hombre al “misterio de la voluntad” del Padre (Ef 1, 9).
2604 La segunda oración es narrada por San Juan (cf Jn 11, 41-42) en el pasaje de la resurrección de Lázaro. La acción de gracias precede al acontecimiento: “Padre, yo te doy gracias por haberme escuchado”, lo que implica que el Padre escucha siempre su súplica; y Jesús añade a continuación: “Yo sabía bien que tú siempre me escuchas”, lo que implica que Jesús, por su parte, pide de una manera constante.
La oración de Jesús nos revela cómo pedir: antes de que la petición sea otorgada, Jesús se adhiere a Aquél que da y que se da en sus dones. El Dador es más precioso que el don otorgado, es el “tesoro”, y en El está el corazón de su Hijo; el don se otorga como “por añadidura” (cf Mt 6, 21. 33).
2605 La Oración de Getsemaní en la que Jesús nos revela con toda profundidad lo que la Oración, Padre no mi Voluntad sino la tuya.
La carta a los Hebreos expresa en términos dramáticos cómo actúa la plegaria de Jesús en la victoria de la salvación: “El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen” (Hb 5, 7-9).
Toda oración debe brotar espontánea de una situación por la que estamos pasando o estamos viviendo. Cuando hacemos la experiencia de que somos limitados, que somos pequeños, que somos frágiles y débiles, la oración que nos debe acompañar es una oración de abandono. Cuando sentimos que ya no podemos más, que el peso que tenemos que cargar en nuestros hombros es muy fuerte, que nuestro pecado nos ha llevado a una profunda oscuridad necesitamos aprender a abandonarnos en Dios.
Jesús es nuestro puente, nuestra Voz, El es nuestra Oracion, es a través de El que nosotros llegamos al Padre y el Padre viene a nosotros
En el Sermón de la Montaña (2608), Jesús insiste en la conversión de nuestro corazón, pues si no es difícil orar.
Siéntate alrededor del Maestro, en el monte junto a la muchedumbre de los discípulos. Haz silencio por dentro y por fuera, acalla todos los ruidos, abre tus oídos y tu corazón. Escucha a tu Señor: «Escucha, Israel». En este tiempo santo de oración y misericordia se nos llama una y otra vez a una escucha constante y atenta. Escuchar, leer y meditar el Sermón de la Montaña (Mt 5-7), que estamos siguiendo estos días de Cuaresma, puede ser un camino para nuestra conversión. En estas palabras de Jesús se concentra el gran núcleo de su Nueva Ley: la ley interior de la caridad.
«El que quiera meditar con piedad y perspicacia el Sermón que nuestro Señor pronunció en la montaña, según lo leemos en el Evangelio de san Mateo, encontrará en él sin duda alguna cuanto se refiere a las más perfectas costumbres cristianas, al modo de la carta perfecta de la vida cristiana» (San Agustín, De sermone Domine in monte, 1,1,1).
«La Ley nueva es la gracia del Espíritu Santo dada a los fieles mediante la fe en Cristo. Actúa por la caridad, utiliza el Sermón del Señor para enseñarnos lo que hay que hacer, y los sacramentos para comunicarnos la gracia de realizarlo.
» La Ley evangélica lleva a plenitud los mandamientos de la Ley. El Sermón del monte, lejos de abolir o devaluar las prescripciones morales de la Ley antigua, extrae de ella sus virtualidades ocultas y hace surgir de ella nuevas exigencias: revela toda su verdad divina y humana. No añade preceptos exteriores nuevos, pero llega a reformar la raíz de los actos, el corazón, donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro (cf. Mt 15,18-19), donde se forman la fe, la esperanza y la caridad, y con ellas las otras virtudes. El Evangelio conduce así la Ley a su plenitud mediante la imitación de la perfección del Padre celestial (cf. Mt 5,48), mediante el perdón de los enemigos y la oración por los perseguidores, según el modelo de la generosidad divina (cf. Mt 5,44)»
Mt 11, 24 , nos enseña esta audacia filial: “todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido” (2610). Cuando pido con fe y abandono, tengo que creer que se da. El corazón de Jesús, percibe cuando hay fe y cuando no en nuestra Oración.
La oración de fe no consiste solamente en decir “Señor, Señor”, sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7, 21). Jesús invita a sus discípulos a llevar a la oración esta voluntad de cooperar con el plan divino (cf Mt 9, 38; Lc 10, 2; Jn 4, 34). (2611)
La Oración consiste en disponer el corazón para hacer la Voluntad al plan divino, recordando que somos sus dóciles servidores.
Para ello es necesario vigilancia y oración. Sin ellas, por muy plan de Dios que sea, difícilmente será exitoso. Vigilar es velar, o sea, no dormirnos, tener bien abiertos los ojos y la mente para no dejarnos sorprender. Y para perseverar en esa vigilancia necesitaremos también apoyarnos en el recurso de la oración. Así tendremos encendida la lámpara con buena provisión de aceite esperando a que el novio venga para que empieza la fiesta de verdad. Lc 12, 35 CC 2612
(2613) S. Lucas nos ha trasmitido tres parábolas principales sobre la oración:
La primera, “el amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13), invita a una oración insistente.
La segunda, “la viuda importuna” (cf Lc 18, 1-8), está centrada en una de las cualidades de la oración: es necesario orar siempre, sin cansarse, con la paciencia de la fe.
La tercera parábola, “el fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), se refiere a la humildad del corazón que ora.
(2614-2616) En Jn 14, 13.14 Jesús se hace nuestro valedor ante el Padre, nos da la confianza para pedir en su Nombre.
En el Espíritu Santo, la oración cristiana es comunión de amor con el Padre, no solamente por medio de Cristo, sino también en El.
Jesús escucha la Oración que hagamos con fe; su Corazón siempre atento a nuestras suplicas realizadas con fe, así como escuchó la oración de fe expresada en palabras del leproso: cf Mc 1, 40-41; Jairo: cf Mc 5, 36; la cananea: cf Mc 7, 29; el buen ladrón: cf Lc 23, 39-43, o en silencio: los portadores del paralítico: cf Mc 2, 5; la hemorroísa que toca su vestido: cf Mc 5, 28; las lágrimas y el perfume de la pecadora: cf Lc 7, 37-38. La petición apremiante de los ciegos: “¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!” Mt 9, 27 o “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” Mc 10, 48. Y como a la hemorroísa, nos dice: “Hijita tu fe te ha sanado”
El Espíritu Santo, que recuerda a Cristo ante su Iglesia orante, conduce a ésta también hacia la Verdad plena, y suscita nuevas formulaciones que expresarán el insondable Misterio de Cristo que actúa en la vida, los sacramentos y la misión de su Iglesia. Estas formulaciones se desarrollan en las grandes tradiciones litúrgicas y espirituales. Las formas de la oración, tal como las revelan las Escrituras apostólicas canónicas, siguen siendo normativas para la oración cristiana.(2625)
EL Espíritu Santo que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo, la educa también en la vida de oración, suscitando expresiones que se renuevan dentro de unas formas permanentes de orar: bendición, petición, intercesión, acción de gracias y alabanza. (2624.
La bendición
La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquél que es la fuente de toda bendición.(2626)
Esta oración pide a Dios que beneficie de manera positiva a la persona que le está solicitando ayuda para que le vaya mejor en la vida tanto quien lo pide como para los demás.
2627 Dos formas fundamentales expresan este movimiento: o bien sube llevada por el Espíritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos por habernos bendecido; cf Ef 1, 3-14; 2 Co 1, 3-7; 1 P 1, 3-9); o bien implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende del Padre (es él quien nos bendice; cf 2 Co 13, 13; Rm 15, 5-6. 13; Ef 6, 23-24).
La adoración
Esta oración es para reconocer que Dios es todopoderoso y que El es el único que puede hacer posible las cosas, reconociendo su omnipotencia ante los hombres, postrándose espiritualmente o físicamente de rodillas ante el Señor, admitiendo su grandeza y amor infinito.
Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho (cf Sal 95, 1-6) y la omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” (Sal 14, 9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios “siempre mayor” (S. Agustín, Sal. 62, 16). La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas. (2628)
La petición
(2629)El vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso “luchar en la oración” (cf Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más habitual, por ser la más espontánea, es la petición: Dios sabe todas las necesidades de sus hijos y las conoce perfectamente. Sin embargo, quiere que pidan de rodillas y le supliquen desde el fondo del corazón para que satisfaga las necesidades materiales y espirituales, rogándole que cumpla la petición solicitada.
La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición (cf el publicano: “ten compasión de mí que soy pecador”: Lc 18, 13). Es el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf 1 Jn 1, 7-2, 2): entonces “cuanto pidamos lo recibimos de El” (1 Jn 3, 22). Tanto la celebración de la eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón. (2630)
2632 La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13). Hay una jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida. Esta cooperación con la misión de Cristo y del Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto de la oración de la comunidad apostólica (cf Hch 6, 6; 13, 3)
(2633) Cristo, que ha asumido todo para rescatar todo, es glorificado por las peticiones que ofrecemos al Padre en su Nombre (cf Jn 14, 13). Con esta seguridad, Santiago (cf St 1, 5-8) y Pablo nos exhortan a orar en toda ocasión (cf Ef 5, 20; Flp 4, 6-7; Col 3, 16-17; 1 Ts 5, 17-18).
La intercesión de petición por los demás
La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. El es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en particular (cf Rm 8, 34; 1 Jn 2, 1; 1 Tm 2. 5-8). Es capaz de “salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7, 25). El propio Espíritu Santo “intercede por nosotros… y su intercesión a favor de los santos es según Dios” (Rm 8, 26-27). (2634) Cuando intercedemos por otros nos escondemos en la Misericordia de Dios, nos dice el padre Solana.
Tal como Abraham pidió por los habitantes pecadores de Sodoma y Gomorra y Jesús interpuso su oración para pedir por el bien de sus discípulos ante su padre, usted como creyente en Dios debe interceder por el bienestar de los demás e incluso por los enemigos a través de la oración. (2635)
No existe causa en este mundo que sea ajena al Amor de Dios (2636) La intercesión de los cristianos no conoce fronteras: “por todos los hombres, por todos los constituídos en autoridad” (1 Tm 2, 1), por los perseguidores (cf Rm 12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio (cf Rm 10, 1)
Acción de gracias
Esto se da cuando se realiza la eucaristía y se da gracias por las enseñanzas dadas en la misa y por las bendiciones dadas por Dios a cada una de las personas.
Todo lo que hace Cristo es la Gloria del Padre, toda acción buena, es Obra del Padre, por eso es importante la Acción de Gracias, nos explica el padre Solana. También podemos agradecer , orando de manera individual .
Las cartas de San Pablo comienzan y terminan frecuentemente con una acción de gracias, y el Señor Jesús siempre está presente en ella. “En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1 Ts 5, 18). “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4, 2). (2637-2638)
La Alabanza.
Por medio de la oración se puede alabar a Dios por su misericordia y bondad que tiene con las personas, además de ser agradecidos y bondadosos por el hecho de que permita que usted exista.
Tenemos que vivir en constante alabanza , afirma el padre Solana, pues es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por El mismo, le da gloria no por lo que hace sino por lo que El es. Participa en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la Gloria. Mediante ella, el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (cf. Rm 8, 16), da testimonio del Hijo único en quien somos adoptados y por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras formas de oración y las lleva hacia Aquél que es su fuente y su término: “un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual somos nosotros” (1 Co 8, 6).
2640 San Lucas menciona con frecuencia en su Evangelio la admiración y la alabanza ante las maravillas de Cristo, y las subraya también respecto a las acciones del Espíritu Santo que son los hechos de los apóstoles : la comunidad de Jerusalén (cf Hch 2, 47.
La Eucaristía contiene y expresa todas las formas de oración: es la “ofrenda pura” de todo el Cuerpo de Cristo “a la gloria de su Nombre” (cf Ml 1, 11); es, según las tradiciones de Oriente y de Occidente, “el sacrificio de alabanza”. (2643)
La Doxología es la fórmula de alabanza a la divinidad, especialmente a la Trinidad.
En los fines de la Eucaristía encontramos las cuatro formas de orar:el fin latréutico (alabar y adorar a Dios Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo); el fin eucarístico (dar gracias a Dios por la creación y la redención); el propiciatorio (desagraviar a Dios por nuestros pecados); y el impetratorio (pedir a Dios sus dones y sus gracias). Esto se expresa en las diversas oraciones que forman parte de la celebración litúrgica de la Eucaristía, especialmente en el Gloria, en el Credo, en las diversas partes de la Anáfora o Plegaria Eucarística (Prefacio, Sanctus, Epíclesis, Anámnesis, Intercesiones, Doxología final), en el Padre Nuestro, y en las oraciones propias de cada Misa: Oración Colecta, Oración sobre las ofrendas, Oración después de la Comunión.
La Misa, afirma el Papa Francisco, es oración, es más, es la oración por excelencia, la más alta, la más sublime, y al mismo tiempo la más “concreta”. De hecho, es el encuentro de amor con Dios mediante su Palabra y el Cuerpo y Sangre de Jesús. Es un encuentro con el Señor, nos indica el Papa Francisco.
En verdad, continua el Pontífice, el Señor nos sorprende mostrándonos que Él nos ama incluso en nuestras debilidades. «Jesucristo […] es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero» (1 Jn 2,2). Este don, fuente de verdadera consolación – pero el Señor nos perdona siempre – esto, consuela, es una verdadera consolación, es un don que nos es dado a través de la Eucaristía, de aquel banquete nupcial en el cual el Esposo encuentra nuestra fragilidad. Puedo decir que, ¿Cuándo recibo la comunión en la Misa, el Señor encuentra mi fragilidad? ¡Sí! ¡Podemos decirlo porque esto es verdad! El Señor encuentra nuestra fragilidad para llevarnos a nuestra primera llamada: aquella de ser imagen y semejanza de Dios. Este es el ambiente de la Eucaristía, esta es la oración.”
Termino con Mark Batterson que en su libro el Susurro, del que les comenté que nos dice que “Dios está entonando cánticos de liberación todo el tiempo, en todas partes, alrededor tuyo. No los oyes porque están fuera de tu rango audible, pero te rodea un escudo sónico. Estos cánticos de liberación son tan potentes como para romper cualquier atadura, para vencer cualquier adicción, para resolver cualquier problema . Estos cánticos son la razón por la que no properará ninguna arma forjada contra ti.
Recuerda que la voz únicamente puede reproducir lo que el oído logra oír. No sé con certeza cuál es el problema que necesitas resolver, ni lo que te perturba, pero mi oración es que aprendas a discernir su voz. Porque cuando lo hagas ¡sus cánticos de liberación pueden hacerte libre! Deja de esconderte de Dios. Más bien, encóndete en El.”
Canción
https://youtu.be/X0bh7skKauo?si=kSpDA5Shz-DmhA-l
https://omnesmag.com/actualidad/el-papa-recuerda-que-cristo-es-modelo-para-nuestra-oracion/#
https://es.catholic.net/op/articulos/68310/oracion-de-abandono.html#google_vignette
https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2024/02/24/la-ley-nueva-del-amor/
https://lomejorestaporllegardotblog.wordpress.com/2021/11/28/vigilancia-y-oracion/
https://www.eltiempo.com/vida/religion/cuantos-tipos-de-oracion-hay-en-la-iglesia-catolica-813756
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.