Después de morir, ¿qué le sucede a nuestras almas hasta la resurrección final cuando nuestros cuerpos resuciten de entre los muertos?
Nuestras almas van a estar con el Señor. Vemos que después de la muerte física, nuestras almas han continuado su existencia consciente.
Cuando el apóstol Pablo enfrentaba la posibilidad de su propia muerte, dijo que estaba satisfecho con todo lo que el Señor eligiera para él, ya sea la vida o la muerte, porque si estaba lejos de su cuerpo (es decir, físicamente muerto), entonces lo haría. estar en casa con el Señor (2 Corintios 5: 8). Este versículo indica que mientras nuestros cuerpos permanecen en la tierra y se deterioran físicamente, nuestras almas van a estar con el Señor.
Además, en Lucas 16: 19-31, Jesús cuenta la historia de dos hombres que mueren y luego se conocen en la otra vida. El pobre Lázaro está con el padre Abraham (es decir, el cielo) aparentemente justificado por la fe, mientras que el hombre rico y perverso está sufriendo agonía mientras espera el juicio final. Claramente aquí, vemos que después de la muerte física, nuestras almas han continuado su existencia consciente.
Para aquellos que han confiado en Cristo, esa existencia está en la presencia de Dios en el cielo (Ap. 6: 9-11). Para aquellos que no han confiado en Cristo, podemos deducir de la historia de Lázaro y el Hombre Rico (Lucas 16: 19-31), que sus almas sufren tormento aparte de la presencia del Señor hasta el juicio final.
El Papa Francisco afirma que, Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios» (Jn 3, 17-18). Esto significa que el juicio final ya está en acción, comienza ahora en el curso de nuestra existencia. Tal juicio se pronuncia en cada instante de la vida, como confirmación de nuestra acogida con fe de la salvación presente y operante en Cristo, o bien de nuestra incredulidad, con la consiguiente cerrazón en nosotros mismos. Pero si nos cerramos al amor de Jesús, somos nosotros mismos quienes nos condenamos. La salvación es abrirse a Jesús, y Él nos salva.
Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: «El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: «Está aquí» o «Está allí». Porque el Reino de Dios está entre ustedes».
Jesús dijo después a sus discípulos: «Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán: «Está aquí» o «Está allí», pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día. Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación» (Lc 17,20-25).
Quisiera iniciar este tema con La afirmación de Adolfo Torres en su libro La Llave de la Vida y del Éxito. El reino del cielo dentro,de ti.
El cielo no es algún país lejano -el precio de años de sufrimiento-. El cielo está aquí- ¡Aquí y ahora!, cuando Cristo dijo que el cielo está dentro de nosotros, quiso decir exactamente eso, qué el poder para la felicidad, para el bien, para todo,lo,que necesitamos en la vid, está dentro de nosotros.
Que la mayor parte de nosotros dejamos de hacer realidad ese cielo, que muchos están enfermos y sufren, no es culpa sino de nosotros mismos. Para gozar el cielo que está dentro de nosotros, par empezar aquí y ahora a vivir la vida eterna, se necesita solo comprender el poder que vive dentro de nosotros.
El pasaje del Evangelio, arriba citado muestra dos etapas del Reinado de Dios. En primer lugar, ante la pregunta sobre cuándo llegará, Jesús responde con un «ESTÁ» (presente). Pero por otra parte, a pesar de decir que no llega de manera llamativa, Jesús concluye diciendo que el Hijo del hombre vendrá (después de sufrir mucho) COMO EL RELÁMPAGO, es decir, de manera deslumbrante. Esta venida es futura.
¿Cómo se da la venida presente del Reino? La afirmación de que «el Reino de Dios está dentro de ustedes» aparece sólo en los Evangelios de Lucas y el apócrifo de Tomás, aunque en versiones diferentes:
«Jesús dijo: Si les dicen sus guías: Miren, el Reino de Dios está en el cielo, entonces los pájaros del cielo los precederán a ustedes. Si les dicen: está en el mar, entonces los peces los precederán. Pero el Reino está dentro de ustedes y está fuera de ustedes» Tom 3
El Reino está dentro significa que:
- Es una realidad ESPIRITUAL que va creciendo y afianzándose en el INTERIOR del hombre.
- Es una realidad SOCIAL que va transformando las relaciones ENTRE las personas. Jesús lo hace presente ya ENTRE sus interlocutores.
- Es una realidad DISPONIBLE como don de Dios, AL ALCANCE DE todos aquellos que pueden comenzar una vida nueva.
Entonces, aunque generalmente se tiene la idea de que el Reino de los cielos es el cielo en sí mismo, y que, por lo tanto, se vivirá sólo después de la muerte. La realidad es que el Reino de los cielos, es el cielo vivido aquí en la tierra; es vivir ya una realidad que llegará a la plenitud en la eternidad.
Esta realidad se identifica, sobre todo, con un estado interior del hombre que lo lleva a experimentar continuamente la paz, la alegría y a superar cualquier clase de dificultad. Es la vida que el hombre experimenta por estar habitado del Espíritu Santo. Con esta condición interior, el hombre es capaz de construir una sociedad diferente, pues percibe a los demás como sus hermanos.
Por ello, san Pablo dice que el Reino de los cielos es: “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Jesús les decía a sus discípulos que anunciaran que “el Reino estaba cerca”. Pues ahora, después de la muerte y resurrección de Cristo, y con el envío del Espíritu Santo, el Reino es una realidad para todos los bautizados. Hagámonos conscientes de esta realidad y unámonos a los apóstoles para hacer del conocimiento de los demás que el Reino de los cielos puede ser ya una realidad para todos.
Ahora bien, la definición del Cielo que nos da el Catecismo de la Iglesia Católica en los # 1023-1029, 1721-1722, acerca del cielo es la siguiente: “El Cielo es la participación en la naturaleza divina, gozar de Dios por toda la eternidad, la última meta del inagotable deseo de felicidad que cada hombre lleva en su corazón. Es la satisfacción de los más profundos anhelos del corazón humano y consiste en la más perfecta comunión de amor con la Trinidad, con la Virgen María y con los Santos. Los bienaventurados serán eternamente felices, viendo a Dios tal cual es.”
Realmente puedes imaginarte el Cielo como quieras: imagina el lugar más bello que hayas visto, llénalo de todo lo que te guste y quítale todo lo que te disguste, despúes pon en él todo lo bueno que te puedas imaginar, acompañado de gente extraordinariamente buena y simpática, haciendo aquello que más te guste. Cuando hayas terminado de visualizar así el Cielo, puedes estar seguro de que esa imagen es nada junto a lo que realmente será.
¿Por qué se usa el cielo como símbolo del Cielo?
La bóveda celeste, el firmamento, es el símbolo que desde siempre se ha utilizado para representar el Cielo. Este símbolo significa lo trascendente, lo inaccesible, lo infinito. Si observamos el cielo en una noche estrellada, forzosamente nos llenaremos de admiración y sobrecogimiento ante la belleza y la grandiosidad del mismo. Sin embargo, el Cielo, la felicidad eterna, sobrepasa este símbolo.
¿Es el Cielo un lugar? ¿En dónde se encuentra?
No lo podemos ubicar ni arriba ni abajo, ni delante ni detrás, pues el Cielo no es un lugar, sino un estado en el cual los hombres encontraremos la felicidad buscada y la conservaremos por toda la eternidad.
¿En el Cielo seremos como ángeles o tendremos también cuerpo?
Dios nos ha creado como hombres y nos ama como hombres, por eso, el premio que nos ofrece es para disfrutarlo como hombres, dotados de alma y cuerpo.
En el Cielo nuestra alma disfrutará al estar en contacto con Dios y, después de la resurrección de los cuerpos, también disfrutaremos con un cuerpo, aunque será un cuerpo distinto, un cuerpo glorioso que ya no estará limitado por el espacio y el tiempo, como el de Jesús resucitado, que podía aparecer y desaparecer en cualquier lugar. San Pablo habla de esto en I Cor 15, 40 ss.: Sonará la trompeta y los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que ese ser corruptible sea revestido de incorruptibilidad y que ese ser mortal sea revestido de inmortalidad.
En el marco de la Revelación sabemos que el «cielo» o la «bienaventuranza» en la que nos encontraremos no es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre, que se realiza en Cristo resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo.
Es preciso mantener siempre cierta sobriedad al describir estas realidades últimas, ya que su representación resulta siempre inadecuada. Hoy el lenguaje personalista logra reflejar de una forma menos impropia la situación de felicidad y paz en que nos situará la comunión definitiva con Dios.
El Catecismo de la Iglesia católica sintetiza la enseñanza eclesial sobre esta verdad afirmando que, «por su muerte y su resurrección, Jesucristo nos ha abierto» el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, que asocia a su glorificación celestial a quienes han creído en él y han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a él» (n. 1026).
Con todo, esta situación final se puede anticipar de alguna manera hoy, ,tanto en la vida sacramental, cuyo centro es la Eucaristía, como en el don de sí mismo mediante la caridad fraterna. Si sabemos gozar ordenadamente de los bienes que el Señor nos regala cada día, experimentaremos ya la alegría y la paz de que un día gozaremos plenamente. Sabemos que en esta fase terrena todo tiene límite; sin embargo, el pensamiento de las realidades últimas nos ayuda a vivir bien las realidades penúltimas. Somos conscientes de que mientras caminamos en este mundo estamos llamados a buscar «las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios» (Col 3, 1), para estar con él en el cumplimiento escatológico, cuando en el Espíritu él reconcilie totalmente con el Padre «lo que hay en la tierra y en los cielos» (Col 1, 20).
Algunos testimonios de los que han visto lo que es el Cielo
Han existido muchos santos a los que Dios les ha concedido la gracia de poder ver lo que es el Cielo. He aquí algunos de sus testimonios, con los cuales han tratado de explicarnos con palabras terrenas lo que nos espera en el Cielo:
Después de que Sor Faustina quedara traumatizada por sus visiones del infierno, se le dio la oración a la Divina Misericordia para compartirla con el mundo como un arma en la guerra por la salvación de las almas.
Tuvo unas alentadoras visiones del paraíso, sobre las que escribió:
“Hoy fui al cielo, en el espíritu, y vi sus inconcebibles bellezas y la felicidad que nos espera después de la muerte. Vi cómo las criaturas dan sin cesar alabanza y gloria a Dios. Vi cuán grande es la felicidad en Dios, que se difunde a todas sus criaturas, haciéndolas felices; y así toda la gloria y la alabanza que brota de su felicidad vuelven a su fuente; y entran en las profundidades de Dios, contemplando la vida interior de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, a quien nunca podrán comprender o abarcar. Esta fuente de la felicidad es inmutable en su esencia, pero siempre es nueva, brotando felicidad para todas las criaturas”.
El cielo es un lugar maravilloso, y todos deben esforzarse para llegar allí. Pero quizás la cita «celestial» más alentadora de todas viene de santa Teresa de Lisieux, la «Pequeña Flor», quien señaló que tan gloriosa como el cielo, Dios encuentra la presencia de sus hijos infinitamente más deseable:
«Nuestro Señor no desciende del cielo todos los días para estar en un copón de oro. Se trata de encontrar otro cielo que es infinitamente más querido para Él, el cielo de nuestras almas, creado a su imagen, los templos vivos de la adorable Trinidad”.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.