Caminos de Reencuentro.
En el capítulo anterior el Papa explicaba cuál es el arma que debemos utilizar: el diálogo. Y hablaba de cómo la amabilidad nos ayudará a hacer posible la hermandad universal.
En este capítulo nos explica que no se trata de un camino fácil porque la paz implica un reencuentro con quienes nos habíamos distanciado.
El camino hacia la paz no implica hacer que la sociedad sea una sola cosa, marcada por modelos iguales o clonados, sino la búsqueda de caminos que nos permitan trabajar juntos. Se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia.
En definitiva, unir a muchos en pos de búsquedas comunes donde todos ganan. Frente a un determinado objetivo común, se podrán aportar diferentes propuestas técnicas, distintas experiencias, y trabajar por el bien común.
Hay que recomenzar desde la verdad. La verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Las tres juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas.
Y el Papa nos explica los procesos de reconciliación basados en la verdad histórica, la justicia y el perdón
La Encíclica deja claro que la verdadera reconciliación se alcanza de manera proactiva. Formando una nueva sociedad basada en el servicio a los demás, más que en el deseo de dominar. Una sociedad basada en compartir con otros lo que uno posee, más que en la lucha egoísta de cada uno por la mayor riqueza posible.
El perdón y la reconciliación son temas fuertemente acentuados en el cristianismo y, de diversas formas, en otras religiones. El riesgo está en no comprender adecuadamente las convicciones creyentes y presentarlas de tal modo que terminan alimentando el fatalismo, la inercia o la injusticia, «o por otro lado la intolerancia y la violencia», agrega.
El Santo Padre explica al respecto que estamos llamados a amar a todos, sin excepción. Pero amar a un opresor no es consentir que siga siendo así, tampoco es hacerle pensar que lo que él hace es aceptable. Al contrario, amarlo bien es buscar de distintas maneras que deje de oprimir, es quitarle ese poder que no sabe utilizar y que lo desfigura como ser humano.
Cuando reflexionamos acerca del perdón, de la paz y de la concordia social, nos encontramos con una expresión de Jesucristo que nos sorprende: «No piensen que vine a traer paz a la tierra. ¡No vine a traer paz, sino espada!» (Mt 10,34).
Es importante situarla en el contexto del capítulo donde está insertada. Allí queda claro que el tema del que se está hablando es el de la fidelidad a la propia opción, sin avergonzarse, aunque eso acarree contrariedades, y aunque los seres queridos se opongan a dicha opción.
¿Qué es eso de soportar el conflicto inevitable?
Estas palabras no invitan a buscar conflictos, al contrario, nos animan a soportar el conflicto inevitable, para que el respeto humano no lleve a faltar a la fidelidad en pos de una supuesta paz familiar o social. San Juan Pablo II ha dicho que la Iglesia «No pretende condenar todas y cada una de las formas de conflictividad social».
La Iglesia sabe muy bien que, a lo largo de la historia, surgen inevitablemente los conflictos de intereses entre diversos grupos sociales y que frente a ellos el cristiano no pocas veces debe pronunciarse con coherencia y decisión. Hay que regresar a los orígenes, como explica esta meditación: “Vengan a mí “os que están cansados y agobiados…“ Mt 11, 28
Por ello, «el perdón no implica olvido», explica el Papa. «Decimos más bien que cuando hay algo que de ninguna manera puede ser negado, relativizado o disimulado, sin embargo, podemos perdonar».
Los fracasos de la política: guerra y muerte
El papa Francisco cierra este capítulo de Fratelli Tutti explicando ampliamente la guerra justa y la pena de muerte. Estas dos situaciones extremas pueden llegar a presentarse como soluciones en circunstancias particularmente dramáticas.
Sin advertir que son falsas respuestas, que no resuelven los problemas que pretenden superar y que en definitiva no hacen más que agregar nuevos factores de destrucción en el tejido de la sociedad nacional y universal.
Toda guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una derrota frente a las fuerzas del mal. El Papa, invita a evitar discusiones teóricas, y salir a tomar contacto con las heridas, tocar la carne de los perjudicados: contemplar a tantos civiles masacrados como «daños colaterales».
Prestemos atención a los prófugos, a los que sufrieron la radiación atómica o los ataques químicos, a las mujeres que perdieron sus hijos, a los niños mutilados o privados de su infancia.
¿Qué pasa con la pena de muerte?
Sobre la pena de muerte, en 2018, Francisco autorizó una modificación del Catecismo de la Iglesia Católica. En su punto 2267, el Catecismo aseguraba que la Iglesia no excluye «el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas».
Aunque ese punto del Catecismo reconocía que estos casos suceden «rara vez», legitimaba la aplicación de este «medio admisible aunque extremo para la tutela del bien común». A partir de ahora, la Iglesia católica no admite la pena de muerte en ningún caso.
Dirá el Papa Francisco que por muy grave que sea el delito cometido, la pena de muerte es inadmisible «porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona». Se dedican en la Encíclica seis puntos a la pena de muerte. Deja claro que «No es posible pensar en una marcha atrás con respecto a esta postura. Hoy decimos con claridad que «la pena de muerte es inadmisible».
El dice que es una lucha de toda la sociedad que, además de pasar por la abolición de la pena de muerte, es un llamado a la mejora de las condiciones carcelarias. Y define a la cadena perpetua como una pena de muerte oculta.
https://catholic-link.com/fratelli-tutti-capitulo-septimo/
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.