Nuestro crecimiento humano y espiritual debe ser muy bien atendido, así como atendemos nuestra salud corporal. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios; el Reino de Dios está dentro de nosotros, Dios habita en nuestros corazones. Entonces reflexionemos acerca de: Qué tanto de nuestro tiempo dedicamos a alimentar nuestra alma con lo que agrada a Dios? ¿Somos verdaderos compañeros de Cristo? ¿Su vida es mi vida? ¿Sus intereses e inquietudes los míos? ¿Deseo su compañía?
En la Audiencia del 5 de octubre el Papa Francisco nos explica que “un buen discernimiento requiere también el conocimiento de uno mismo. Conocerse a sí mismo. Y esto no es fácil. El discernimiento de hecho involucra a nuestras facultades humanas: la memoria, el intelecto, la voluntad, los afectos. A menudo no sabemos discernir porque no nos conocemos lo suficiente, y así no sabemos qué queremos realmente. Habéis escuchado muchas veces: “Pero esa persona, ¿por qué no arregla su vida? Nunca ha sabido lo que quiere…”. Sin llegar a ese extremo, pero a nosotros también nos sucede que no sabemos bien qué queremos, no nos conocemos bien.”
En psicología, se nos enseña que el autoconocimiento o el hecho de conocerse a sí mismo, es saber a priori cómo actuamos y cómo
Sentiremos nuestra percepción ante ciertos cambios o evolución en la vida cotidiana.
Se trata de observarnos a nosotros mismos como si de un ente tercero se tratara. Para ello, deberemos dirigir nuestra atención hacia uno mismo sin permitir que el hecho de ser nosotros mismos nos debilite.
Cuando uno decide empezar un camino hacia el autoconocimiento, es habitual que sintamos cierto malestar o sentimos que necesitamos hacer un cambio. El camino que vamos a realizar va en sentido contrario. En primer lugar miraremos hacia adentro y revisaremos aquellas creencias que las hemos hecho propias y que cuestionamos en la actualidad su funcionalidad.
Vas a tener que revisar, mejorar o transformar muchas de tus creencias que has ido adquiriendo familiar y culturalmente a lo largo de todo tu ciclo vital.
Esas creencias forman parte de tu personalidad, de tu forma de actuar y de pensar. Mediante este proceso de autoconocimiento vas a poner en revisión estas creencias y vas a desechar todo aquello que ya no te es útil.
Ten en cuenta que para lograr saber quién eres y lograr ciertos cambios va a ser necesario abrir un proceso de mejora de nuestra identidad
Continua el Papa: “Conocerse a uno mismo no es difícil, pero es fatigoso: implica un paciente trabajo de excavación interior. Requiere la capacidad de detenerse, de “apagar el piloto automático”, para adquirir conciencia sobre nuestra forma de hacer, sobre los sentimientos que nos habitan, sobre los pensamientos recurrentes que nos condicionan, y a menudo sin darnos cuenta. Requiere también distinguir entre las emociones y las facultades espirituales. “Siento” no es lo mismo que “estoy convencido”; “tengo ganas de” no es lo mismos que “quiero”. Así se llega a reconocer que la mirada que tenemos sobre nosotros mismos y sobre la realidad a veces está un poco distorsionada. ¡Darse cuenta de esto es una gracia! De hecho, muchas veces puede suceder que convicciones erróneas sobre la realidad, basadas en experiencias del pasado, nos influyen fuertemente, limitando nuestra libertad de jugárnosla por lo que realmente cuenta en nuestra vida.”
En el camino del autoconocimiento la psicología nos brinda algunas algunas preguntas que podríamos empezar por responder:
- “¿Quién soy?”: Hace referencia a la persona en sí. Se trata de poner en valor tus capacidades, tu historia vital, tus sentimientos y emociones, tu personalidad… Quizás para responder a esta pregunta puedes establecer tu “Línea de vida”, se trata de describir los acontecimientos vitales importantes en orden cronológico que te hayan sucedido. A continuación, escribe qué fortalezas y debilidades tenías en cada uno de esos momentos.
- “¿Qué quiero?”: Hace referencia a tus objetivos. Es habitual que el motivo de consulta por el que acude la persona a consulta no sea el objetivo principal. Por ello, es importante que establezcas unos objetivos realistas con los cuales te sientas satisfecho y puedas comprometerte con ellos.
- “¿Por qué lo quiero?”: Ha referencia a los valores. Es decir, los valores te van a ayudar a establecer los objetivos en función de tu propio código moral. Van a dar sentido a tus metas y te van a permitir priorizar unas sobre otras.
El Pontífice nos indica: “Viviendo en la era de la informática, sabemos lo importante que es conocer las “contraseñas” para poder entrar en los programas donde se encuentran las informaciones más personales y valiosas. Pero también la vida espiritual tiene sus “contraseñas”: hay palabras que tocan el corazón porque remiten a aquello por lo que somos más sensibles. El tentador, es decir el diablo, conoce bien estas palabras-clave, y es importante que las conozcamos también nosotros, para no encontrarnos ahí donde no quisiéramos. La tentación no sugiere necesariamente cosas malas, sino a menudo desordenadas, presentadas con una importancia excesiva. De esta manera nos hipnotiza con lo atractivo que estas cosas suscitan en nosotros, cosas bellas pero ilusorias, que no pueden mantener lo que prometen, y así nos dejan al final con un sentido de vacío y de tristeza. Ese sentido de vacío y de tristeza es una señal de que hemos tomado un camino que no era justo, que nos ha desorientado.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, es importante conocerse, conocer las contraseñas de nuestro corazón, aquello a lo que somos más sensibles, para protegernos de quien se presenta con palabras persuasivas para manipularnos, pero también para reconocer lo que es realmente importante para nosotros, distinguiéndolo de las modas del momento o de eslóganes llamativos y superficiales. Muchas veces lo que se dice en un programa en televisión, en alguna publicidad que se hace, nos toca el corazón y nos hace ir a esa parte sin libertad. Estad atentos a eso: ¿soy libre o me dejo llevar por los sentimientos del momento, o por las provocaciones del momento?
Una ayuda para esto es el examen de conciencia, pero no hablo del examen de conciencia que todos hacemos cuando vamos a la confesión, no. Esto es: “He pecado de esto, eso…”. No. Examen de conciencia general de la jornada: ¿qué ha sucedido en mi corazón en este día? “Han pasado muchas cosas…”. ¿Cuáles? ¿Por qué? ¿Qué huellas dejaron en el corazón? Hacer el examen de conciencia, es decir, la buena costumbre de releer con calma lo que sucede en nuestra jornada, aprendiendo a notar en las valoraciones y en las decisiones aquello a lo que damos más importancia, qué buscamos y por qué, y qué hemos encontrado al final. Sobre todo aprendiendo a reconocer qué sacia mi corazón. Porque solo el Señor puede darnos confirmación de lo que valemos. Nos lo dice cada día desde la cruz: ha muerto por nosotros, para mostrarnos cuánto somos valiosos a sus ojos. No hay obstáculo o fracaso que pueda impedir su tierno abrazo. El examen de conciencia ayuda mucho, porque así vemos que nuestro corazón no es un camino donde pasa de todo y nosotros no sabemos. No. Ver: ¿qué ha pasado hoy? ¿Qué ha sucedido? ¿Qué me ha hecho reaccionar? ¿Qué me ha puesto triste? ¿Qué me ha puesto contento? Qué ha sido malo y si he hecho mal a los otros. Se trata de ver el recorrido de los sentimientos, de las atracciones en mi corazón durante la jornada. ¡No os olvidéis!”
La oración de los Cinco Minutos del Espíritu Santo del 23 de octubre nos dice: “Es cierto que necesitamos amor, todos lo necesitamos. Y si alguien dice que no necesita amor está mintiendo, se está engañando a sí mismo, se ha cauterizado para no sufrir.
En el fondo de su corazón hay un niño necesitado que está gritando de frío y abandono.
Pero nunca lograremos el verdadero amor que necesitamos vendiéndonos a los demás, tratando de hacer todo lo que esperan de nosotros para que nos quieran, violentándonos por dentro y tratando de ser lo que no somos.
Si renunciamos a ser nosotros mismos, ellos no amarán nuestro ser real; amarán sólo esa máscara, esa apariencia que hemos fabricado.
No seamos injustos con nosotros mismos y con Dios. Seamos lo que tenemos que ser, nuestro verdadero ser, el que Dios ha creado. Es cierto que tendremos que cultivarnos, pero sin dejar de ser nosotros mismos.
Por eso, es mejor dejarnos amar por el Espíritu Santo. Cualquier amor verdadero no es más que un reflejo del Espíritu, que es amor sin límites. Y es un amor que me quiere como soy, y que sólo espera que sea yo mismo. Cuando él me toca por dentro para embellecerme, lo hace respetando esa identidad que él ama. Pidámosle entonces que destruya nuestra máscara y haga brillar nuestra realidad más bella.”
“El deseo es la brújula para entender dónde me encuentro y dónde estoy yendo, es más, es la brújula para entender si estoy detenido o estoy caminando, una persona que jamás desea, es una persona estática, tal vez enferma, casi muerta, afirmó el Papa Francisco en la Audiencia del miércoles 12 de octubre de este año. Para reconocerlo dijo, es necesario estar atentos, ya que, “un deseo sincero sabe tocar en profundidad las cuerdas de nuestro ser, por eso no se apaga frente a las dificultades o a los contratiempos”. Es como cuando tenemos sed: si no encontramos algo para beber, esto no significa que renunciemos, es más, la búsqueda ocupa cada vez más nuestros pensamientos y nuestras acciones, hasta que estamos dispuestos a hacer cualquier sacrificio para apaciguarlo. Obstáculos y fracasos no sofocan el deseo, al contrario, lo hacen todavía más vivo en nosotros.
Y en la Audiencia de 19 de octubre, afirma “Nuestra vida es el ‘libro’ más precioso que se nos ha dado, un libro que, lamentablemente, muchos no leen, o lo hacen demasiado tarde, antes de morir. Y sin embargo, es en ese mismo libro donde se encuentra lo que se busca inútilmente por otras vías…
Y es que como nos explica José Ml. Velasco, El libro que más nos importa a las personas es el libro de nuestra vida. Queremos que el escrito sobre nuestra existencia tenga, por encima de todo, un protagonista decoroso. Y ansiamos que la obra acumule muchas e interesantes páginas, las máximas posibles.
Por eso, mi recomendación es que cada cual escriba el libro de su vida. No es necesario que se ponga a escribir físicamente, sino que recopile mentalmente los episodios más importantes que configuran su narración personal hasta el día de hoy y, sobre todo, piense cómo quiere llenar las páginas que le quedan por delante.
El principio contiene también el fin. Esa idea que se desgrana a lo largo de las páginas de nuestro devenir destilará la esencia de lo que somos y de lo que aún podemos ser. No podemos cambiar los capítulos ya escritos, aunque sí reinterpretarlos, pero sí podemos decir qué, para qué y para quién queremos escribir. Incluso tenemos la opción de elegir dónde queremos seguir escribiendo: en los márgenes del folio, a modo de notas que explican nuestros actos, o en cada una de las líneas que dan sentido a los párrafos y los capítulos de todo lo que nos queda por vivir y sentir.
Continua el Papa: Leer la propia historia significa también reconocer la presencia de elementos “tóxicos”, pero luego ampliar la trama de nuestra historia, aprender a notar otras cosas, hacerla más rica, más respetuosa de la complejidad, logrando también captar las formas discretas en que Dios actúa en nuestra vida.
Releer la propia vida “educa la mirada”, nos hace ver los “pequeños milagros” que Dios realiza por nosotros y nos muestra nuevos caminos porque – añadió – “sabiamente se ha dicho que el hombre que no conoce su propio pasado está condenado a repetirlo”. De ahí que el Papa haya invitado a todos a contar su vida a otra persona, “se trata – dijo – de una de las formas más bellas e íntimas de comunicación”.
Por último, ofreció una sugerencia: “Las vidas de los santos son también una valiosa ayuda para reconocer el estilo de Dios en la propia vida: permiten familiarizarse con su forma de actuar. Algunos de los comportamientos de los santos nos desafían, nos muestran nuevos significados y oportunidades”
También, nos pueden motivar la historia de mujeres que son un gran ejemplo, aunque tal vez no muy conocidas para nosotros.
Hoy les hablaré de Esther John (1929-1960)
En 1929, una familia del sur de la India trajo a su nueva bebé al mundo, a la que llamaron Qumar Zia.
Qumar asisitió a escuelas públicas en la India. Luego se cambió a una escuela cristiana. Se sintió maravillada cuando su maestro le habló abiertamente de Jesús. Todo lo que Qumar aprendió de él era nuevo. Comenzó a leer la Biblia, y un día mientras leía el libro de Isaías, Qumar se convirtió al cristianismo. Lo mantuvo en secreto, pues si su familia supiera que Qumar leía la Biblia y amaba a Jesús, no lo iban a aprobar.
Cuando se hizo mayor, su padre dispuso que se casara con un musulán. Qumar no quería, así que se escapó de la casa y se fue a Paquistán donde se cambió el nombre por el de Ester John. Se dedicó a ir a las aldeas y contarles a los trabajadores del campo de <Jesús.
Esther se mudó con una pareja de misioneros estadounidenses, los White. A menudo iba en bicicleta a los pueblos cercanos, donde enseñaba a las mujeres a leer y les hablaba de Jesús y de que El vino a salvarnos del pecado.
Durante el resto de su vida, Esther llevó las buenas nuevas de Jesús a la gente del campo. Nunca regresó a casa con sus padres. Cuando tenía treinta años, los White un día, la encontraron muerta en su habitación.
La gente de aquellas aldeas nunca se olvidó de ella. La historia de su firme fe cristiana se extendió por todo el mundo. Hoy incluso hay una estatua suya en la abadía de Westminster, en Londres.
Hoy te invito a ir escribiendo el libro de tu vida, a ir rememorando esos acontecimientos que han marcado un hito importante en tu existencia.
Ese en el que enfatices los valores fundamentales que muchas veces quedan olvidados, como la vitalidad, la amistad, el valor de ser uno mismo, etc. Ese que nos enseña a encontrarnos a nosotros mismos sin miedo. Una metáfora del viaje de tu vida. No tienen que ser grandes batallas ganadas, sino aquello que te llevó al autoconocimiento, a meditar sobre ¿Quién soy?, ¿Qué quiero? Y ¿por qué lo quiero?
Para ello les invito a escuchar este video.
Canción
Bibliografía:
Libro 100 Historias Extraordinarias . Autora Jean Fischer.
https://psicologiamonzo.com/la-importancia-de-conocerse-a-una-misma/
https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221005-udienza-generale.html
http://www.fabulasdecomunicacion.es/2022/04/23/escribe-el-libro-de-tu-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.