Vestida de resurrección
“Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el jardinero, le dice: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»” (Juan 20,15).
REFLEXIÓN
Tu luz ilumina mis oscuridades y mis muertes
Una de las primeras memorias existenciales que tengo, fue cuando con apenas cinco años, recibí la noticia de que una tía mía había fallecido de cáncer. A esta noticia asocié el lugar y el pensamiento que me vino, por eso lo recuerdo tan vivamente el día de hoy. Con la mente limitada de un niño tan pequeño, me imaginaba la vida de mi tía como un punto en el cielo, en el universo, y mi pensamiento alcanzaba a tocar la idea de eternidad: qué sentido tenía nacer y morir si después de morir ya no existíamos.
La única certeza con la que contamos en esta vida es que vamos a morir. La incerteza: el cuándo y el cómo. Pero curiosamente, no nos preocupamos tanto por el morir, sino más bien por vivir, y vivir bien, con tranquilidad, con dinero, en fin, disfrutando y aferrándonos a la vida; empujando la realidad más segura y determinante de nuestra vida hacia un final que consideramos muy lejano.
Por eso el vestido de resurrección te invita a pensar en el final para vivir el inicio de cada día con un sentido existencial que dé propósito a tu vida. Un final que no es muerte, sino resurrección, una resurrección que da vida a tu vida.
Así nos lo enseña Jesús. Él pudo haber resucitado traspasando la piedra que tapaba su tumba, pero no, Él quiso moverla a un lado del sepulcro, primero para que siguieras su ejemplo y recobrases el aire y la luz de la vida, y en segundo lugar, para que te sirviese de recuerdo: Jesús puede mover cualquier piedra de tu corazón, el peso del pecado, o de la herida, o del dolor, nada es un obstáculo para Él, pues ha resucitado para ti y por ti.
Además, vestida de resurrección, tomarás conciencia de que en tu corazón de mujer, como en el sepulcro, hay muchas piedras que aguardan ser removidas por la fuerza de la resurrección de Jesús: hay heridas selladas; sentimientos escondidos que no ven la luz; rencores que no quieren resucitar a la libertad; memorias oscuras que siguen vivas porque las alimentas con tus miedos.
¿Por qué tu corazón es así? ¿Por qué lo encierras en tus límites? Es extraño, pero en el fondo, quizás sea porque en la situación de cerrazón y de tristeza tú eres la protagonista, y es más fácil quedarse sola en los sepulcros oscuros de tu corazón y tener el control, que abrirse al Señor y abandonarse en sus manos.
Deja que el recuerdo de las palabras del Señor remueva las piedras de tu corazón: “y al tercer día resucitaré”. Recuerda, sí, recuerda. Este verbo no quiere decir otra cosa que dar vueltas en el corazón, que tantas veces vive triste y limitado por la experiencia de la muerte, del dolor, de los miedos y desesperanzas con los que la vida te encierra en sepulcros. Recuerda esas palabras de Jesús: “resucitaré y te resucitaré, te quiero conmigo”.
Vístete de resurrección, mujer, para que puedas correr junto a ese Jesús, que te espera para pronunciar tu nombre con ternura y así lo puedas descubrir como un maestro que quiere enseñarte el camino que conduce a la vida eterna, y que siempre pasará por las heridas del amor.
Si te vestiste de dolor, no dejes de vestirte de resurrección. Un vestido lleva al otro, el primero es temporal, el segundo es eterno.
TEXTO PARA MEDITAR
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11,25)
RECORRIDO/TAREA
Trata de identificar cuál es la piedra que necesitas remover de tu sepulcro, aquella que te impide vivir la verdadera vida que Dios quiere para ti. Pídele su ayuda y su fuerza para abrirte a su gracia.
ORACIÓN
RESUCITA MI VIDA
Los recuerdos llenan mi mente
del ruido y los traidores gritos,
de los ríos de sangre que descienden por la cruz y por tu Cuerpo herido.
El silencio cansado de tus palabras;la oscuridad que cubrió el cielo; el viento suave que se hizo fuerte; el templo débil que rasgó su velo.
Aquí estoy, a tu puerta santa,
la del sepulcro oscuro y triste,
con un corazón que ya no aguanta
la soledad del día que partiste.
Resucita mi vida, la tuya y la mía;
si Tú resucitas, abrazaré la vida.
Ahora vivo muerto y sin aliento,
perdido y sin conocimiento.
Resucita Tú, Jesús: te necesito,
necesito la vida tuya, y también la mía.
Resucita ya, no tardes, viene el día, el tercero, el de la alegría.
Resucita mis dudas, las que lejos de ti me llevaron, aquellas que no supe crucificar, ni con confianza a ti entregar.
Crucifica mis temores, los mayores.
Crucifica mis rencores, los traidores.
Resucita mis amores, los cantores.
Resucita mis valores, los mejores.
Jesús a mi alma
Resucito, sí, esos temores y rencores: son tuyos y son como ladrones porque, una vez crucificados, y doblando sus rodillas a los pies de la cruz en silencio, ahora sí podrán resucitar con tu vida y ser amores y valores sin precio.
Del libro: “Jesús a mi alma”
© P. Guillermo Serra, L.C. https://bit.ly/2P023C5
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2019
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.